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Contraseñas de la paz

Del número de diciembre de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cristo Jesús enseñó a sus seguidores a vigilar. A diferencia de la vigilancia militar, la vigilancia cristiana tiene lugar en el pensamiento. Es una actividad espiritual. No obstante, así como un centinela exige que se convenga de antemano una contraseña para identificar a aquellos que pueden pasar por su puesto, así a los pensamientos que vienen a nuestra consciencia para ser admitidos, nosotros los ponemos a prueba de acuerdo con las normas establecidas en las enseñanzas de Jesús.

Es evidente que Jesús vigilaba sus pensamientos. Así lo indican sus obras. Donde los demás admitían el sufrimiento y el pecado como inevitables, él impedía esas injusticias y admitía sólo la capacidad del hombre creado a semejanza de Dios. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”, Mateo 5:48. bien podría haber sido su contraseña cuando iba de un lugar a otro sanando enfermos y redimiendo pecadores. Su lema al promover la paz debe haber sido: “Amad a vuestros enemigos”. Mateo 5:44. Aun en la cruz, dijo de quienes lo habían puesto tan injustamente allí: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Lucas 23:34.

Los que crucificaron a Jesús estaban lejos de expresar ese amor. Por tanto, no estaban en paz, ni siquiera cuando creyeron que habían matado al hombre que expresó más amor que ningún otro, y que ellos consideraban como su enemigo. Los líderes judíos estaban tan obsesionados por el temor a la posibilidad de que se extendiera la influencia del cristianismo, que acudieron a Pilato para pedirle que apostara guardias en la tumba de Jesús durante tres días después de su entierro. Ellos querían estar seguros de que los discípulos no retiraran el cuerpo y que circularan el rumor de lo imposible (¡para ellos!), es decir, que había resucitado como profetizó que lo haría. Según el Evangelio de San Mateo, había guardias apostados para vigilar la tumba. Después, cuando los guardias vinieron a informar a los principales sacerdotes que, a pesar de su vigilancia, Jesús efectivamente había resucitado, éstos les pagaron para que dijeran que los discípulos habían retirado el cuerpo.

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