Después del parto natural tan difícil de nuestro primer hijo, el médico que me atendía dijo que nunca debería intentar tener otro parto natural; que sería peligroso tanto para el bebé como para mí. Oré fervientemente para comprender mejor la totalidad de Dios como la única causa y poder que gobierna y ama a toda la creación. Necesitaba superar mi temor a este consejo médico y saber que Dios me guiaría en lo que era correcto para mí.
Con la creciente certeza del gobierno absoluto de Dios, el miedo disminuyó, y entonces mi esposo y yo descubrimos que estábamos esperando nuestro segundo hijo. Al orar me sentí guiada a averiguar sobre un parto a domicilio con una partera. Le expliqué lo que el médico había dicho anteriormente; sin embargo, ella me aceptó como cliente.
Durante el embarazo, continué orando para ver tanto al bebé como a mí misma como los hijos amados de Dios, creados espiritualmente a imagen y semejanza divinas, como dice el primer capítulo del Génesis. Lo más importante fue que oré para ver más claramente que la ley de Dios gobierna cada aspecto de Su creación, y para saber que yo no podía perder esa claridad bajo el estrés de las circunstancias. Esta preparación me ayudaría a aferrarme, durante el parto, a lo que Dios sabe y causa, y a no dejarme influenciar por el temor de que las condiciones materiales nos gobiernan en lugar de la bondad y las leyes espirituales de Dios.
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