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Bienvenidos a nuestra Sala de Lectura

Del número de enero de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una mujer estaba en una parada de ómnibus, temblando de frío bajo la lluvia. “¿Vendrá por fin el ómnibus que espero?” se dijo. Un escaparate iluminado llamó su atención. Libros y revistas se exhibían atractivamente. En una sala al fondo había sillas, mesas y más libros, y personas sentadas leyendo cómodamente en un ambiente confortable.

“¡Cómo me gustaría entrar allí por unos minutos!” pensó la mujer. “Pero no puedo. Es una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana, y yo no soy Científica Cristiana”. De manera que continuó parada en la calle.

¿Por qué no vio el anuncio en la puerta, “Todos son bienvenidos”? ¿Por qué no sintió la invitación de entrar hecha a todos los transeúntes? Si la hubiera sentido, tal vez no sólo se hubiera resguardado del frío y de su infelicidad de sentirse sola parada en la calle en una noche invernal. Tal vez hubiera captado una vislumbre de lo que significa ser “el huésped de Dios”, siempre en casa en la presencia del Alma, abrazado por el cuidado del Amor divino, sintiendo la armonía del cielo. Tal vez hubiera hallado a un amigo, al consolador Amigo de toda la humanidad “más unido que un hermano”. Prov. 18:24; Quizás hubiera aprendido algo del poder del Cristo, la verdadera idea de Dios, que nos abre el camino para que nos beneficiemos con las grandes bendiciones que el Padre divino está derramando sobre todos Sus hijos cada día y a toda hora.

La invitación para entrar en una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana debiera estar tan imbuida del calor del Amor divino que los argumentos en contra puedan ser anulados. En su parábola de la gran cena, Cristo Jesús hace que el anfitrión diga a su siervo que inste a la gente a entrar (ver Lucas 14:16–23). Ésta es la exigencia hecha a todos los bibliotecarios y a todo el personal de las Salas de Lectura: hacer que la atmósfera espiritual de éstas sea tan atractiva que todos los que sean receptivos a la idea del Cristo se sientan bienvenidos y entren. Y al hacerlo, debieran sentir la bendición contenida en estas palabras de la Sra. Eddy: “Peregrino en la tierra, tu morada es el cielo; extranjero, eres el huésped de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 254;

Hace cerca de ochenta años la Sra. Eddy dio la orden para que se estableciera la primera Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana en Boston. Durante muchos años se había dado cuenta de que las Salas de Lectura eran un medio eficaz para que la verdad sanadora fuera más ampliamente conocida, y varias iglesias filiales abrieron tales salas. Al escribir a La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana, insistió: “Una vez más Dios truena en vuestros oídos: ‘Abrid una sala de lectura en Boston y ubicadla en la parte de la ciudad donde la gente esté más dispuesta a entrar’ ”. Citado en el Christian Science Sentinel del 17 de julio de 1943, pág. 1267;

Nuestra Guía ya había establecido la base para este paso. Había establecido un nuevo Estatuto haciendo obligatorio para cada iglesia mantener una Sala de Lectura. Aquí también requirió que las salas estuvieran bien ubicadas. Y refiriéndose a los bibliotecarios de las Salas de Lectura de La Iglesia Madre, pidió que fueran devotos Científicos Cristianos, bien educados y libres de malas costumbres. Más tarde agregó al artículo una sección acerca de la literatura permisible, o sea, que todo lo que se venda o exhiba en estas salas mantenidas por las iglesias ha de contribuir a la comprensión de la Ciencia Cristiana pura.

Las Salas de Lectura son los vástagos del deseo irresistible de nuestra Guía, de satisfacer el hambre y la sed de la humanidad por comprensión espiritual. La Sra. Eddy discernió esta necesidad, y mediante la oración le fue revelado cómo establecer los medios por los cuales las ideas sanadoras de la Verdad llegaran a la humanidad. El Amor divino es su originador, y estas salas cumplirán su propósito hoy en día en tanto que se demuestre que el Amor divino está inspirando sus actividades. La sustancia y utilidad de toda función de la iglesia es el Amor divino reflejado por los miembros que la promuevan. Omítase el espíritu de la Verdad y el Amor, y estas Salas de Lectura no inspirarán más a la humanidad de lo que una pragmática y fría conferencia sobre cómo cultivar maíz alimentaría a un niño hambriento. “El amor a Dios y al hombre es el verdadero incentivo tanto para curar como para enseñar”,Ciencia y Salud, pág. 454; escribe la Sra. Eddy.

El amor es la cualidad más esencial que deben expresar aquellos que trabajan en nuestras Salas de Lectura. Es la verdadera señal de “bienvenidos” en la puerta, la esencia de la luz brillante en el escaparate y de la armoniosa atmósfera mental de todo el año, conducente a la comunión con Dios. Y no sólo el personal, sino todos los miembros de la iglesia que mantiene la Sala de Lectura, contribuyen a su eficacia mediante su amor a Dios y al hombre. Todos ayudan a hacer de ella un bien empleado lugar de iluminación si ellos mismos la usan y reconocen en sus oraciones que es un lugar donde la verdad espiritual es revelada y, por lo tanto, donde se establece que el hombre se halla libre de todo error.

La importancia de mantener una atmósfera mental pura en las Salas de Lectura está subrayada en el Manual mediante el Estatuto intitulado “Regla de conducta”: “No se deberán exhibir cuadros objetables en las salas en que se publique o esté en venta el libro de texto de la Ciencia Cristiana. No se permitirán habladurías frívolas, calumnias, maleficencias ni maledicencias”.Manual de La Iglesia Madre, Art. XXV, Sec. 7; De acuerdo con esta regla, los bibliotecarios evitan que se hable acerca de síntomas del mal o de enfermedades de cualquier índole.

Primordial en la actividad de las Salas de Lectura son la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy. Muchos otros libros y publicaciones periódicas — incluso el The Christian Science Monitor— están disponibles para leerse allí o comprarse. Cada una de estas publicaciones tiene su lugar y utilidad. Pero el libro de texto, con excepción de la Biblia, está por sobre todas las demás. En efecto, Ciencia y Salud es el único material impreso que nuestra Guía menciona en el Manual bajo el encabezamiento “Salas de Lectura”, y jamás debiéramos dejar de sentir reverencia por él y por la verdad que revela.

A través de los años, miles de personas han sanado de males tanto mentales como físicos simplemente leyendo Ciencia y Salud. Ningún otro libro, folleto, folletito o revista puede ocupar el lugar de esta publicación singular, y ninguna otra es necesaria para introducirla. Disponible ahora en 14 idiomas además del inglés y de la edición en Braille, Ciencia y Salud ofrece salvación de las limitaciones y discordias del materialismo a aquellos que necesitan de este mensaje redentor. Y un mayor número de ellos estarán dispuestos a entrar en las Salas de Lectura en busca de consuelo y curación cuando los miembros de la iglesia atesoran el mensaje del Cristo, lo hacen de fácil acceso y anhelan sinceramente que la humanidad receptiva sea bendecida por él.

La bienvenida del Cristo es el amor de Dios expresado en un omnímodo amor por la humanidad. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Mateo 11:28. La promesa de Cristo Jesús se cumple más abundantemente allí donde se cree en ella con más convicción y se la reconoce más tiernamente como aplicable a toda la humanidad.

Quien necesite de consuelo y esté listo para recibir el mensaje espiritual de la Ciencia Cristiana no puede pasar por una Sala de Lectura sin verla, ni puede sentir temor de no ser bienvenido en ella, si el personal de la Sala de Lectura y aquellos que la apoyan expresan ese amor. Y cuando el visitante entra, se siente de inmediato en casa, amado y amando. La levadura de la Verdad empieza en seguida a hacer su obra elevando y espiritualizando el pensamiento humano, y con este despertar a la eterna presencia del Amor, viene la curación.

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La misión del Heraldo

 “...para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

Mary Baker Eddy, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 353

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