Hace ya algún tiempo que he gozado del estudio de Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens), y deseo agradecer a Dios por el bienestar que me ha traído. El conocimiento de la Verdad divina nos trae renovación y consuelo, así como salud y felicidad. La Ciencia Cristiana revela nuestra perfección espiritual como hijos amados de Dios y nos enseña que Él es nuestro Padre-Madre, que continuamente cuida de nosotros. Nuestra inspirada Guía nos asegura: “Cuando aprendamos el camino en la Ciencia Cristiana y reconozcamos el ser espiritual del hombre, veremos y entenderemos la creación de Dios, —todas las glorias de la tierra y del cielo y del hombre” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, pág. 264).
Cuando sufría de asma bronquial, llegué al punto que cualquier movimiento me impedía respirar. Por las noches dormía sentada. Después de orar incesantemente para conseguir alivio, solicité ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana.
La siguiente definición de “sustancia” llamó mi atención (ibíd., pág. 468): “La sustancia es aquello que es eterno e incapaz de discordancia y decadencia... El Espíritu, sinónimo de la Mente, el Alma o Dios, es la única sustancia verdadera”. De momento comprendí que lo que parecía ser materia y acción material discordantes era el resultado de la creencia de que la materia tiene sustancia y vida, y de que esta vida depende de órganos llamados bronquios y de la acción llamada respiración. En vez de aceptar este concepto falso y material acerca del hombre, necesitaba refutarlo y darme cuenta de que mi verdadero ser es la expresión del Espíritu.
Cuando comprendí mejor que yo era en realidad una idea espiritual, que reflejaba la Vida divina, me sentí bien. Se desvaneció la opresión que sentía en el pecho y pude respirar, moverme y andar con facilidad. Estaba sana. Al mismo tiempo quedé libre de jaquecas y de mareos cuando viajaba.
Considero entre mis tesoros el ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial, y la instrucción en clase de la Ciencia Cristiana. Todo esto me ha enseñado a apreciar la labor de Cristo Jesús, el cristiano por excelencia, y la de su fiel seguidora, la Sra. Eddy.
Durante dos inviernos, sufrí de agudos dolores de espalda. La segunda vez que esto ocurrió la practicista que me estaba ayudando por medio de la oración me escribió una carta donde me alentaba a estudiar toda la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. También me recomendó que leyera poco a poco el capítulo “La Práctica de la Ciencia Cristiana” en Ciencia y Salud. Estudié ávidamente, bebiendo las verdades acerca de la innata perfección e integridad del hombre como el efecto de Dios. El resultado fue que sané completamente de la dificultad en la espalda.
He tenido muchas más pruebas de lo que puede lograr aun una pequeña comprensión de la Ciencia. Con gratitud baso mi vida en esta inestimable enseñanza, que da impulso y dirección a todo lo que hago.
Esperanza, Argentina