Hace varios años, durante unos cinco meses, experimenté una dolorosa y alarmante dolencia física.
Mientras oraba, me di cuenta de que sin saberlo había estado albergando estrés y resentimiento. Mi futuro esposo y yo estábamos planeando nuestra boda, y a mí me preocupaba mucho cómo se llevarían algunos de los invitados durante el casamiento después de no haberse hablado entre ellos en décadas. Además, en el trabajo, un colega era desagradable conmigo, y a su vez tenía otra situación con unos amigos, pues sentía que me habían ofendido y dado una imagen falsa de mí. Aunque no había pensado en estas cosas con frecuencia, era obvio que tenía resentimiento.
En medio de esta perturbación, un día iba manejando por la autopista, y estuve en un accidente de tres autos. Vi que algo ocurría con dos autos y no pude evitar el choque. Pero momentos después de que esto ocurriera, me vino el reconfortante mensaje de que yo estaba bien bajo cualquier circunstancia porque Dios, el Amor divino, estaba siempre conmigo. El auto quedó destrozado, pero yo logré empujar y abrir la puerta lo suficiente como para salir sin un rasguño, excepto por las menores lesiones producidas por la bolsa de aire. Los agentes encargados se sorprendieron al ver que estaba bien. Las otras personas envueltas en el accidente también estaban bien, aunque muy enojadas por el accidente y la condición en que quedaron sus automóviles.
Más tarde ese día, pasé un tiempo orando para comprender que ningún accidente podía realmente ocurrir bajo el cuidado infinito que Dios siempre nos brinda a todos. Oré con el siguiente pasaje de la página 397 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Cuando ocurre un accidente, piensas o exclamas: ‘¡Estoy herido!’ Tu pensamiento es más poderoso que tus palabras, más poderoso que el accidente mismo, para hacer real la lesión.
“Ahora revierte el proceso. Declara que no estás herido y comprende el porqué, y encontrarás que los buenos efectos resultantes están en proporción exacta a tu descreimiento en la física y a tu fidelidad a la metafísica divina, la confianza en que Dios es Todo, como declaran las Escrituras que Él es”.
Para mí era muy claro que, en la seguridad del amor de Dios, las ideas nunca podrían “chocar” unas con otras, porque todas Sus ideas trabajan juntas en perfecta armonía.
Oré hasta que llegó un punto aquel día en que pensé “basta, se acabó” con todo el drama que había estado experimentando en mi vida. Fue muy claro para mí que debía manejar con la oración la pretensión del magnetismo animal, tema sobre el que la Sra. Eddy habla en sus escritos. Para mí, el magnetismo animal es toda creencia que afirme que existe un poder aparte de Dios. O, dicho más claramente, es toda pretensión de que existe un poder falso que apartaría el pensamiento de Dios. Oré para percibir que el mal carece totalmente de poder. Si bien mis circunstancias parecían en general convulsionadas, mantuve mi pensamiento en Dios y solo en Él.
Al orar también se me reveló que toda creencia en el mal es siempre impersonal. Hay un capítulo llamado “El magnetismo animal desenmascarado” en Ciencia y Salud, que me ayudó a comprender que había estado viendo un disfraz o máscara. El mesmerismo que sentía debido a la aparente magnitud de esos sucesos me había apartado temporalmente de lo que yo sabía que era verdad. El amor de Dios podía poner al descubierto la verdadera y armoniosa identidad de todas las personas con las que tenía problemas. Las falsas pretensiones o máscaras no podían engañarme. Yo tampoco podía tener una máscara falsa, o que otros dieran una imagen engañosa de mí.
También percibí más claramente que la dolorosa condición física con la que había estado luchando durante varios meses, era una representación falsa de mi verdadera identidad como hija amada de Dios. Además, respecto a mis otras luchas, la pretensión de que yo o cualquiera pudiera ser representado por algo que no fuera el Amor, tenía que ser eliminada de mi consciencia.
Los verdaderos “representantes” son mensajes de Dios al hombre. Ciencia y Salud dice: “Los ángeles son representantes de Dios. Estos seres de vuelo ascendente nunca conducen hacia el yo, el pecado o la materialidad, sino que guían hacia el Principio divino de todo el bien, donde toda verdadera individualidad, imagen o semejanza de Dios, se reúne. Cuando les prestamos atención sincera a estos guías espirituales, se quedan con nosotros, y hospedamos a ‘ángeles, sin saberlo’” (pág. 299). Estos ángeles revelan nuestra verdadera naturaleza armoniosa como la imagen y semejanza armoniosa de Dios.
Aunque estaba progresando espiritualmente después del accidente, la conmiseración propia comenzó a arraigarse, y pensé: “¿Por qué me está pasando todo esto a mí?” Pero entonces, este bello mensaje de Dios se abrió paso: “Hoy estuviste a salvo, ¿no es así?”. ¿No sabes cuánto te amo?” Esto fue muy poderoso. Solo puedo describirlo como un conocimiento que vino directamente del Amor divino.
Lágrimas de gratitud rodaron por mi rostro. Me di cuenta de que Dios jamás manda la desarmonía, y Él tampoco la creó. Todas las personas envueltas en el incidente en la autopista estaban bien, y yo nunca había sido una víctima. Comprendí que, así como Dios me había mantenido a salvo del mal aquel día, Él siempre me mantenía a salvo, y estaba protegida de toda creencia física o pretensión de desarmonía, por más preocupante que pareciera ser. A partir de ese momento, no tuve más molestias o dolor. El Amor divino había sanado la dolorosa condición física, la creencia falsa, y la curación ha sido permanente.
Más tarde aquella noche, recibí dos llamadas. La primera era de una Científica Cristiana. Ella me explicó que había estado manejando por la autopista. El tráfico se había detenido, y notó que había un accidente más adelante. Se sintió guiada a comenzar a orar de inmediato. No fue sino hasta después, cuando su auto se acercó más, que ella vio mi vehículo. Esto me recordó el himno 9 del Himnario de la Ciencia Cristiana:
Él sabe qué necesitáis;
Sus ángeles vendrán
y a todos guardarán.
(Violet Hay)
La segunda llamada fue de una de las mujeres envueltas en el accidente aquel día. Ella parecía haber estado muy enojada por la situación antes, pero me llamó con mucho afecto para ver cómo estaba. Esta era su verdadera naturaleza espiritual que yo estaba viendo. Su amor era una evidencia de su auténtica expresión del Amor divino, la Mente.
La Sra. Eddy escribe lo siguiente acerca de la Ciencia Cristiana: “El efecto de esta Ciencia es estimular la mente humana hacia un cambio de base, sobre la cual pueda ceder a la armonía de la Mente divina” (Ciencia y Salud, pág. 162). Me di cuenta de que se estaba produciendo la curación.
Muy pronto, el colega con quien estaba teniendo tantos problemas, me invitó a almorzar como amigos. Y perdoné a las otras personas con las que tenía problemas: ellas también se disculparon. Cada detalle fue resuelto, y mi futuro esposo y yo pudimos conseguir el auto correcto para reemplazar el que había sido destruido. Todo el estrés, el resentimiento y el dolor desaparecieron ante el poder del Amor. Yo también entendí muy claramente que estas situaciones difíciles no eran reales en primer lugar.
Nuestra boda estuvo incluso mejor de lo esperado, y las interacciones entre nuestros invitados fueron armoniosas y afectuosas. ¡Fue un día lleno de alegría! Esta comprensión que acababa de obtener acerca de la armonía era lo que necesitaba para ayudar a los demás por medio de la oración. Estoy sumamente agradecida por las continuas y diarias pruebas de que todos los hijos de Dios, Sus ideas, trabajan juntas en armonía.
Elaina Simpson
Washington, D.C., EE.UU.