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Más allá del perdón

Del número de noviembre de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Después de seis años de casados y con un niño pequeño, descubrí que mi esposo tenía una relación fuera del matrimonio. Tal fue el golpe que casi no podía creerlo, especialmente porque en nuestro hogar no había ningún tipo de problema.

Recuerdo que oraba y le pedía a Dios que me guiara y me diera fortaleza. Hacía muy poco tiempo que había comenzado a leer el libro Ciencia y Salud, y a entender mi relación con Dios, como hija de un Padre-Madre divino del todo afectuoso. Estas ideas que iba aprendiendo las podía aplicar para los demás, pero cuando me tocó a mí personalmente, descubrí que me resultaba muy difícil hacerlo.

Esto me llevó a acudir a una amiga que es practicista de la Christian Science para que me ayudara con su oración. Entre otras cosas, ella me dijo que Dios nos amaba y nunca desamparaba a Sus hijos.

Recuerdo que un poema que leí me ayudó mucho. La letra parecía que estaba hecha para mí. Dice en parte: "Maestro quiero ir junto a ti en senda humilde y servicial;/ dame el secreto de tu amor,/ la carga ayúdame ayúdame a Que pueda yo con voz de amor los corazones alentar;/ di cómo puedo a quien erró llevar de nuevo hacia el hogar". Himnario de la Christian Science, Nº 234. Todo este poema era para mí una oración completa.

Me aferré a estas palabras porque necesitaba sentir el amor de Dios para poder entender, perdonar, y amar a mi esposo y a la otra persona, porque Dios también era el Padre y Madre de ella.

En otra charla que tuve con la practicista, dirigió mi atención a la interpretación espiritual que Mary Baker Eddy da del Padre Nuestro en Ciencia y Salud, especialmente donde dice: "Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y el Amor, se refleja en amor". Ciencia y Salud, pág. 17. Esto me ayudó a ver que así como por ser el Amor mismo, siempre nos perdona y nos da otra oportunidad, yo también tenía que perdonar y sanar el resentimiento que sentía. También me ayudó mucho este consejo de Cristo Jesús: "Amad a vuestros enemigos... Porque a amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto". Véase Mateo 5:44-48. Estas ideas hicieron que poco a poco mis sentimientos comenzaran a cambiar.

Pasaron los meses y la armonía volvió al hogar. No obstante, yo sentía que había algo más, pues veía a mi esposo muy triste, como que algo le preocupaba. Yo le pedía que confiara en mí, que le había demostrado mi amor, dándole prueba de ello, aparte de ser su esposa y amiga. Finalmente, un día me confesó que, si bien esa relación extramatrimonial había terminado, él había tenido un hijo con la otra mujer, y que el niño estaba por cumplir dos años.

Cuando me lo contó, sólo atiné a sentir una inmensa ternura por mi esposo. En lugar de enojarme, pensé cómo había podido él guardar eso para sí mismo durante dos años, y que si me lo hubiera contado yo habría podido aliviar esa pena.

También pensé en ella, que había tenido ese niño sola, que en nuestro país, Perú, la sociedad todavía no acepta ni ve bien a una mujer cuando tiene un hijo en esas condiciones, sin tener un compromiso. Me preguntaba qué le habrían dicho sus padres, qué habría tenido que enfrentar en su trabajo.

Cuando sentí eso, pude ver que sólo Dios transforma nuestro pensamiento, porque no pensé en mí misma, ni en el qué dirán, sino en todo lo que ellos estaban sufriendo.

Entonces, comencé a orar con devoción, porque íbamos a conocer al niño y sería un momento difícil para toda la familia. Oré reconociendo que todos, incluso ese pequeño, éramos hijos amados de Dios y que Él no hace acepción de personas. Ese niño era también Su creación, y no teníamos que sentir ninguna animadversión hacia él. Me di cuenta de que debíamos abrazarlo y brindarle todo nuestro afecto.

Conversé con mi esposo sobre esto, en vista de que se aproximaba el cumpleaños del pequeño y yo quería conocerlo y llevarle un presente. Antes del viaje, oré especialmente con un pasaje de Isaías que dice: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia". Isaías 41:10. 5 Filipenses 4:13. Cuando poco después fui a verlo, sólo pude hablar con su mamá. Conversamos amablemente y ella me comentó que pensaba dar los pasos legales para solicitar que mi esposo reconociera al niño y le diera su apellido. Entonces le dije que no importaban tanto los papeles de reconocimiento, como asegurarnos de brindarle al niño un entorno familiar armonioso. Finalmente, en diciembre, antes de la Navidad de ese año, lo conocí y sentí mucho amor por ese pequeño.

Poco después, mi esposo recibió el documento de filiación familiar del palacio de justicia. Él se sintió tan temeroso al ver el sobre que ni siquiera quería abrirlo, pero sólo atiné a pedirle a Dios que nos diera fortaleza espiritual, que era lo que necesitábamos en esos momentos para asistir al juzgado y saber con certeza que las posteriores demandas de la mamá serían justas. Y así fue. Mi marido tuvo que presentarse varias veces ante el juez, hasta que se estableció la cuota para alimentos que debía pagar a la madre del niño todos los meses, y la suma fue justa para todos. Gracias a Dios, todo el proceso se realizó muy armoniosamente.

Sólo el amor de Dios puede transformar nuestro pensamiento.

Fue un período de mucho crecimiento espiritual. Mi pensamiento y mi corazón fueron realmente transformados. Aprendí que cuando queremos contribuir a que nuestra relación con una persona mejore, sólo tenemos que amar más a esa persona, y perdonar. En el caso de la muchacha, aprendí también que el amor ayuda a que reine la paz. Cuando perdonamos somos bendecidos y esa bendición no sólo llega a uno, sino a todos, y realmente conmueve los corazones.

Ahora tenemos todos una relación muy armoniosa. Es más, la mamá del niño me llama con frecuencia y siempre me dice que yo soy la amiga que ella nunca tuvo. Incluso le he regalado El Heraldo de la Christian Science. Sé que esta experiencia también la ha ayudado a ella a ser una mejor persona y madre. Mi hijo conoció a su hermanito y lo vemos varias veces al año, aunque el niño vive a tres horas de viaje de donde vivimos nosotros. Realmente sólo el amor de Dios y las enseñanzas de Cristo Jesús pudieron haber producido esta maravillosa demostración de armonía y perdón.

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