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Salas de Lectura: “un lugar desierto y apartado”

Del número de junio de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A menudo en el transcurso de nuestra vida, sentimos la necesidad de buscar momentos de sosiego, lejos de las visicitudes y presiones del día, de procurar un lugar en el cual podamos estar a solas con Dios. Una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana es ese lugar.

En ciertas ocasiones Cristo Jesús buscó un refugio lejos de las exigencias mortales, y del mismo modo, deberíamos hacerlo nosotros. Acostumbraba apartarse para orar, y luego, inspirado y renovado proseguía su trabajo de curación. En ocasiones invitaba a sus discípulos para que lo acompañasen. En una de ellas declaró: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco”. Marcos 6:31.

La Sala de Lectura es un rincón tranquilo en el cual podemos descansar, estudiar y orar; un refugio de las zozobras de la vida, un lugar que nos mueve a la inspiración celestial. En esta atmósfera de paz y santidad, las curaciones ocurren a medida que devotamente contemplamos y aceptamos la realidad del ser verdadero. La presencia tierna de Dios se hace evidente a quienes sienten ansias de liberarse de una condición discordante, así como a quienes buscan una relación más íntima con Dios.

La Sala de Lectura manifiesta el amor y agradecimiento por la Ciencia Cristiana, impulsando a los miembros de la iglesia a mantenerla y atenderla. En esta atmósfera de paz, al abrir y utilizar los libros de estudio (la Biblia, y las obras de Mary Baker Eddy), hallamos la verdad acerca de nuestra naturaleza como imagen y semejanza perfecta de Dios. Si nos sentimos atormentados por alguna enfermedad, o nos agobia el pecado, podemos encontrar la curación y despertar a la presencia sanadora de la salud y pureza espirituales.

El poder y bondad de Dios no fluyen meramente por asistir a la Sala de Lectura, ni por el solo hecho de leer determinadas citas. El espíritu de la Palabra de Dios se convierte en realidad sanadora a medida que reflexionamos profundamente sobre el significado de lo escrito. El Cristo, la Verdad, cuando es aceptado por el corazón receptivo, es la presencia y poder influyentes que sanan cualquier discordia que pudiera afligirnos.

“La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos” Hebr. 4:12., leemos en Hebreos. Todo aquel que sinceramente entra en la atmósfera celestial que ofrece la Sala de Lectura, puede confiar en que “la palabra de Dios” obrará en su beneficio a medida que comulgue con ella mediante la oración, principalmente sanando el pensamiento e incidentalmente transformando el cuerpo y el medio ambiente. Podemos probar que la Palabra de Dios revela Su voluntad de bondad y salud, está operando y es suprema en todos los órdenes así en la tierra como en el cielo.

El amor y la atmósfera cristiana de las Salas de Lectura se extiende más allá de sus muros. En la ubicación adecuada, se pone en contacto con los pensamientos receptivos de quienes transitan por allí y tienen necesidad de la Verdad y el Amor. A los abrumados por las vicisitudes del mundo llaman: “Entrad y aprended lo que Dios tiene para vosotros. Entrad y sanad”.

Algunas personas pueden ser atraídas a la Ciencia Cristiana a través de lo que se exhibe en las vidrieras de la Sala de Lectura. Una señora dijo que cada vez que iba al banco o a la oficina de correos, pasaba por una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Siempre solía detenerse para leer lo que se exhibía en la vidriera. Pensaba que si alguna vez le sucediera algo y no supiera qué hacer, sabría a donde recurrir para solicitar ayuda. El momento se presentó cuando el médico les dijo a ella y a su esposo que su pequeña hija estaba ciega. Después de reflexionar sobre lo que debía hacer, se acordó de la Sala de Lectura. De inmediato, telefoneó a la bibliotecaria quien le dio los nombres de varios practicistas registrados en el The Christian Science Journal, de los cuales eligió uno y lo llamó. El practicista comenzó de inmediato el tratamiento mediante la oración, y en breve tiempo la vista de la niña fue restablecida. Esto llevó a la madre a comenzar el estudio de Ciencia Cristiana y a afiliarse a la iglesia y ser miembro activo.

En el Manual de La Iglesia Madre, la Sra. Eddy estipula la santidad de las Salas de Lectura, una santidad que llega naturalmente al pensamiento de aquellos que las atienden y las visitan. En uno de los estatutos declara: “No se deberán exhibir cuadros objetables en las salas en que se publique o esté en venta el libro de texto de la Ciencia Cristiana. No se permitirán habladurías frívolas, calumnias, maleficencias ni maledicencias”.Man., Art. XXV, Sec. 7.

¿Acaso no debiera tenerse esto en cuenta como un recordatorio, tanto para quienes trabajan en la Sala de Lectura como para los que concurren a ella, que es menester excluir del pensamiento, palabra y acción toda actitud mental errónea o cuadros objetables? La Sra. Eddy aconseja: “Dejad que el modelo perfecto, en lugar de su opuesto desmoralizado, esté presente en vuestros pensamientos”.Ciencia y Salud, pág. 407.

Todo lo que ocupe el pensamiento tiende a afectar el cuerpo y el medio ambiente. El objetivo principal de las Salas de Lectura es que sean lugares donde todo esfuerzo por sustituir conceptos y actitudes irreales por la contemplación espiritual y la curación, esté apoyado, de manera especial, por las oraciones de los miembros de la iglesia patrocinante; lugares en los que no debiera existir la impiedad de pensamiento, palabra y conducta.

En la proporción en que estas salas sean supervisadas y utilizadas con amor y sabiduría, los efectos serán de curación. Ciertamente, dondequiera que la Verdad gobierna, el error está prohibido.

Un lugar de descanso espiritual, estudio y oración espera a todos los que ansían la dirección, ayuda y curación de Dios. El santuario de la Verdad ya está incluido en la consciencia de todos. Consecuentemente con este hecho, y como símbolo de ello, la Sala de Lectura da la bienvenida a la humanidad para que la visiten y se alimenten de las verdades que elevan y liberan. Ciertamente, es “un lugar desierto y apartado”, Mateo 14:13. un refugio espiritual donde somos alentados a despertar a la presencia y totalidad de Dios, y a la naturaleza perfecta del hombre como Su expresión perfecta y eterna.

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La misión del Heraldo

 “...para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

Mary Baker Eddy, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 353

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