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Artículo de portada

Mi cuerpo se recuperó por completo

Del número de febrero de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español


Cuando conocí la Ciencia Cristiana, hace ya varios años, sufría de obesidad mórbida, enfermedad vascular y era candidata a una cirugía bariátrica para bajar de peso. Al hacerme los primeros exámenes médicos para la intervención, descubrieron que tenía apnea y un problema arterial, por lo cual no querían arriesgarse a operarme.

Entonces me entregué de lleno a leer Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Además, estudiaba regularmente la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana, y leía muchos artículos de El Heraldo de la Ciencia Cristiana que me facilitaba una Sala de Lectura. Yo me sentía maravillada con lo que estaba aprendiendo, pues, por años había anhelado comprender a Dios y sentir Su presencia pero no lo había logrado.

Tiempo después, estaba leyendo la Lección Bíblica semanal de la Ciencia Cristiana sobre el tema “Alma y cuerpo”, cuando me sentí sumamente inspirada, y sentí que mi consciencia se elevaba y expandía en mi entendimiento de la Ciencia divina.

Una de las citas de aquella lección decía lo siguiente: “El hombre no es una morada material para el Alma; es espiritual él mismo. El Alma, al ser Espíritu, no se ve en nada que sea imperfecto ni material.

“Todo lo que es material es mortal. Para los cinco sentidos corporales, el hombre parece ser materia y mente unidas; mas la Ciencia Cristiana revela al hombre como la idea de Dios, y declara que los sentidos corporales son ilusiones mortales que yerran. La Ciencia divina muestra que es imposible que un cuerpo material, aunque entretejido con el estrato más elevado de la materia, mal denominado mente, sea el hombre, el hombre genuino y perfecto, la idea inmortal del ser, indestructible y eterna. Si fuera de otra manera, el hombre sería aniquilado” (Ciencia y Salud, pág. 477).

Oré con la idea de que la materia era nada y que Dios era Todo-en-todo. Que el cuerpo carece de inteligencia, mientras que la Mente infinita comprende. Fue muy importante para mí dejar a un lado la creencia falsa de que la enfermedad pudiera ser real o tener control sobre mí, así como olvidar las distintas e innumerables acciones que yo había tomado para curarme por mis medios. Permití, en cambio, que Dios fuera Dios, y me gobernara.

Ninguna de las soluciones materiales para bajar de peso habían funcionado, mas estar al amparo de mi Padre amado, me bendijo con una paz y certeza de que ahora todo estaría bajo Su cuidado, y comencé a descansar en Él. Estaba convencida de que despertaría del sueño de la creencia falsa de que pueda haber vida en la materia, y me aferré al hecho de que Dios, el Amor infinito, era mi única Vida. Comprendí que por ser Su hija, creada a Su imagen y semejanza, yo ya era bella y completa, llena de armonía, felicidad y propósito.

En mi oración me aferré a la siguiente declaración de la Sra. Eddy: “La comprensión a la manera de Cristo del ser científico y de la curación divina incluye un Principio perfecto e idea perfecta —Dios perfecto y hombre perfecto—  como base del pensamiento y de la demostración” (Ciencia y Salud, pág. 259).

Empecé a comer sin culpa, negándome a aceptar que el cuerpo y los alimentos tuvieran poder para producir tal desarmonía como es la obesidad. Sin hacer dieta ni contar calorías, fui guiada a elegir alimentos más normales y saludables, y a pasear por los parques.

He llenado el vacío interior que sentía, al comprender la unidad que tengo con Dios, es decir, que nunca he estado sola. Esto calmó la ansiedad de usar la comida como sustituto de la divinidad.

La comprensión de todas estas verdades espirituales hicieron lo que ningún método médico ni dietas pudieron hacer por mí: he bajado 28 kilos, y las funciones de mi cuerpo se han normalizado por completo. Todos los problemas que habían diagnosticado desaparecieron.

Además, con la ayuda mediante la oración de un practicista de la Ciencia Cristiana, pude conseguir un muy buen trabajo. Ahora viajo por todo el país con mucha energía y entusiasmo, siempre apoyándome en el Amor divino.

Estoy eternamente agradecida a Dios por esta curación.

Virginia von Borries Vender, Santiago

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