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Tristeza persistente da lugar a una vida feliz y dinámica

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 15 de agosto de 2022

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de marzo de 2011


¿Qué significa la Ciencia Cristiana para mí? Muchísimo. Ante todo, acabó con mi llanto.

En mi adolescencia y principios de mis 20 años, generalmente estaba triste y a veces me sentía desesperada. A menudo lloraba sin razón aparente; a veces por dos o tres días. La depresión, con la que según recuerdo parece que estaba luchando, aún no se consideraba como una enfermedad, y los medicamentos para ella no eran comunes. “¡Deja de mortificarte!” era un estribillo común de las personas que me rodeaban. Pero no parecía que yo pudiera hacerlo.

De niña, había asistido a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Ya en mi adolescencia, como me sentía por lo general como una inadaptada en el mundo que me rodeaba, y convencida que mi asociación con la Ciencia Cristiana era gran parte de eso, dejé de asistir. No obstante, la vida a menudo parecía difícil y dura.

En un momento dado, me encontré discutiendo con mi compañera de cuarto de la universidad, una amiga muy cercana. Al sentirme mal por eso, me aparté y me volví hacia una ventana. Sabía que no podía seguir viviendo; al menos, no la vida que tenía. Era demasiado dura y no tenía sentido. En ese momento, yo estaba lista para un cambio. Y el cambio llegó.

La semana siguiente, mi compañera de cuarto invitó a un grupo de estudio bíblico cristiano no denominacional a reunirse en nuestro apartamento. Me uní a ellos, esperando escuchar una oración que me ayudara. Surgieron preguntas sobre la Ciencia Cristiana que no pude responder; así que decidí ir, tan solo una vez, a una reunión de la organización de la Ciencia Cristiana en la universidad en mi campus para responder a las preguntas y dejar atrás la Ciencia Cristiana para siempre.

Pero en la reunión de la organización de la Ciencia Cristiana, experimenté una sensación de hogar como nunca antes. Los participantes —estudiantes como yo— contaron cómo estaban resolviendo, mediante el estudio y la oración, los mismos tipos de problemas que yo enfrentaba. Seguí asistiendo a estas reuniones semanales, estudié las lecciones bíblicas semanales de la Ciencia Cristiana y comencé a asistir a la iglesia. Mi vida comenzó a cambiar. Empecé a verme a mí misma de una manera diferente. Estaba aprendiendo que yo era espiritual y valiosa.

Se destacan tres eventos. Un par de meses después de mi primera reunión de la organización de la Ciencia Cristiana, estaba en la librería del campus y vi un cartel que decía lo siguiente: “Vivo para los fines de semana”. Al instante pensé: “¡Qué triste manera de vivir!”. En ese momento observé un gran cambio en mí. Toda mi vida había pensado: Cuando termine el día de hoy, esta semana, esa tarea, ese examen, etc., entonces seré feliz. El problema era que siempre había otra cosa que superar, y la felicidad siempre era aplazada. Al leer ese cartel, pude ver una mejor manera de vivir. En lugar de soportar mi vida, podía vivir mi vida. Podía ser feliz todos los días y encontrar el bien en cada actividad. Esta fue una idea completamente nueva para mí.

El segundo evento se centró en las caídas emocionales a media tarde, cuando me sentía particularmente inútil. A veces dormía la siesta y, según recuerdo, me despertaba sintiéndome deprimida y sin esperanza. Una tarde, cuando experimenté esto, comencé a leer la lección bíblica y a pensar en términos de que todas las cosas —toda la materia— eran insustanciales, y que Dios era Todo, y que todo lo que Él hizo es sustancial. Menos de una hora después, mi estado de ánimo se había revertido por completo. ¡La tristeza profunda había desaparecido y yo quería salir y saltar y cantar! ¡Estaba maravillada! En poco tiempo, estas caídas de ánimo se detuvieron por completo.

Un tercer incidente ilustra la función de la Iglesia en mi vida y en esta curación. Un domingo, llegué a casa de la iglesia y mi compañera de cuarto preguntó por mi novio. Yo no tenía novio. Ella insistió reiteradamente en que lo tenía. Dijo que yo siempre estaba feliz cuando llegaba a casa de la iglesia, ¡y un novio secreto era la única razón en la que ella podía pensar! Ciertamente era verdad que yo estaba feliz. No importaba cómo me sintiera en un día determinado; ir a la iglesia, abrir la Biblia y Ciencia y Salud, o asistir a una reunión de la organización de la Ciencia Cristiana siempre me hacían sentir mejor. Estaba descubriendo que yo era buena, que tenía razones para sentirme esperanzada y vivir, de una manera que otra persona nunca podría darme. Estaba descubriendo que Dios es real y cuida de mi vida. Me había dado una iglesia que me brindaba un sentido de pertenencia y respondía a mis preguntas de una manera completamente satisfactoria e infinitamente edificante.

Han pasado muchos años desde esta curación. Los desafíos siguen apareciendo, pero ya no tengo la tristeza profunda y persistente con la que solía vivir. Soy realmente feliz.

Kim Kilduff
Catonsville, Maryland, EUA

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