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Así que, por esto asisto a la Escuela Dominical

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 8 de agosto de 2022


Era una noche tormentosa en medio del campo. Mi acompañante y yo nos dirigíamos a la siguiente ciudad cuando la lluvia comenzó a caer con tanta ferocidad que supimos que no podíamos continuar. De hecho, nos deslizamos del costado de la carretera hacia el barro, y nos quedamos allí mientras llovía y llovía y llovía. 

Sabía que la lluvia en algún momento se detendría. Pero si llegaba tarde a casa, no podía garantizar que alguna vez me permitieran tener otra cita, y parecía que estábamos destinados a quedarnos allí toda la noche. No había otros autos en la carretera, los teléfonos celulares aún no se habían inventado, y sabía lo preocupados que estarían mis padres. 

Estuve inquieta por ello durante un par de horas, hasta que tuve un pensamiento sorprendente. Yo era Científica Cristiana. Y había aprendido en la Escuela Dominical que Dios estaba allí con nosotros y enviaría la ayuda que necesitábamos. Las palabras de un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana me vinieron al pensamiento claramente: 

No teme cambios mi alma
si mora en santo Amor;
segura es tal confianza,
no hay cambios para Dios.
Si ruge la tormenta
o sufre el corazón,
mi pecho no se arredra,
pues cerca está el Señor.
(Anna L. Waring, N° 148) 

Era mi respuesta, y sentí una sensación total de alivio. No sabía cómo llegaría el rescate, pero sabía que estaríamos bien.

 Momentos después, se nos acercaron los primeros faros que habíamos visto en horas: una camioneta con algunos muchachos serviciales. Rápidamente conectaron nuestro automóvil a su camión, nos sacaron del barro y nos pusieron en la carretera para que pudiéramos continuar conduciendo de camino a casa.

Era la primera vez que realmente veía de qué se trata la Ciencia Cristiana. Me enseñó acerca de un Dios, el Amor celestial, que siempre está ahí para sacarnos del barro de todo tipo. Y comprendí que esta —esta— era la razón por la que había estado asistiendo a la Escuela Dominical. No porque mis padres me desaprobaran si no lo hacía, sino porque lo que estaba aprendiendo en la Escuela Dominical era práctico. Y estaba extremadamente agradecida por ello. 

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