Hace unos años, quien era mi novia en ese momento tenía un labrador llamado Luka. Era un animal muy feliz que prefería estar al aire libre y suelto. Si se dejaba abierta la puerta principal de la casa, Luka se iba corriendo.
Ya lo conocían en el barrio y, por lo general, siempre volvía a casa por su cuenta. Pero un día, la madre de mi novia dejó la puerta del garaje abierta, lo que le dio a Luka la oportunidad para escaparse y esta vez no regresó de inmediato. Al principio, la mamá de mi novia estaba tranquila porque esto no era tan inusual para Luka. Pero cuando empezó a anochecer, ella sintió cada vez más que la desaparición del perro no era normal. Angustiada, le informó a toda la familia lo que había sucedido.
El perro ocupaba un lugar especial en sus corazones, por lo que querían traerlo de vuelta sano y salvo. La familia organizó equipos de búsqueda, y yo salí con mi novia a un parque que tiene un canal donde al perro le gusta saltar y jugar en el agua. Pensamos que sería un buen lugar para comenzar, pero ya estaba bastante oscuro.
Fue entonces cuando comencé a orar. Pensé que no podía estar en un grupo de búsqueda sin centrarme en lo que tenía que prevalecer en mi pensamiento: que Luka, dondequiera que estuviera, estaba con Dios. Comencé a percibir que, puesto que Dios es Todo-en-todo, Luka vivía en la armonía y cuidado de Dios, y en ese mismo momento estaba disfrutando de la protección de su verdadero hogar, el amor de Dios. Un pasaje de Hechos me ayudó con esta idea: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos” (17:28). Pensé en el concepto de hogar como un lugar de protección, amor, cuidado y calma.
Luka iba a estar bien.
Seguí orando mientras caminaba con mi novia. De repente, sentí muy claramente que debíamos dejar de buscar, que Luka iba a volver. Casi me pareció como una orden seguida de una convicción total de que él regresaría a casa. Tan pronto tuve este pensamiento, me detuve en seco.
Mi novia siguió caminando, se dio la vuelta y me preguntó con impaciencia si seguiría buscando con ella. Le dije con calma que no había necesidad de buscarlo más, porque Luka iba a volver a casa. Perpleja, me preguntó cómo regresaría, puesto que ya era tarde y no había señales de él. Era difícil de explicar, pero sabía que volvería. Mi novia no era estudiante de la Ciencia Cristiana, pero pude compartir la Ciencia con ella muy abiertamente.
Después de unos momentos, ella confió en lo que yo pensaba sobre la situación y retornamos a la casa. En el camino de regreso, traté de aferrarme a la idea de que este perro no podía apartarse de la presencia de Dios; que Luka realmente vivía por completo en Él y no podía abandonar su lugar correcto, su verdadero hogar, bajo ninguna circunstancia. Luka era Su idea, Su creación, y no importaba donde estuviera, Dios lo guiaba y sostenía.
Finalmente, regresamos a la casa y nos dimos cuenta de que los otros grupos de búsqueda habían vuelto antes que nosotros. Para enfrentar esta situación preocupante, la familia se reunió en el primer piso, hablando sobre lo que había ocurrido. Yo preferí estar solo, así que fui al segundo piso y le dije a mi novia que estaría orando. Me quedé mentalmente quieto, contemplando las ideas espirituales que me habían venido.
Después de orar en silencio por un rato, sonó el timbre. Mi novia y su familia respondieron y comenzaron a gritar de alegría: ¡había una familia con Luka en la puerta de la casa! Resultó que él había caminado por el canal donde habíamos estado, pero siguió río abajo hasta que finalmente se perdió. La familia que lo encontró sabía que un perro tan bonito no podía ser un perro de la calle, por lo que comenzaron a buscar su hogar.
La familia había decidido ir barrio por barrio, caminando con Luka hasta llegar al nuestro. Alguien finalmente reconoció al perro y les señaló la casa de Luka. En medio de la alegría, en lo único que yo podía pensar era en cómo el amor supremo de Dios había acompañado al perro en su camino de regreso. Este versículo de Romanos tuvo aún más significado: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (8:28). Fue maravilloso ver que el Amor divino no llevó a Luka solamente hasta la mitad del camino, sino todo el camino hasta casa.
Esta experiencia me impulsó a continuar fielmente mi estudio de la Ciencia Cristiana y a tomar instrucción de clase de la Ciencia Cristiana unos años más tarde. Me llenó de confianza en la presencia y el poder de Dios.
