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Neutralizando la violencia

Del número de febrero de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al reconocer la naturaleza pacífica del ser verdadero, ayudamos a neutralizar la violencia que a veces estalla en los consejos de las naciones y que querría impulsar el dedo del asesino para oprimir el gatillo. Porque Dios es Amor, la voluntad de Dios es la paz. La violencia, por otra parte, es la culminación de la desenfrenada voluntad mortal. La voluntad pacífica del Amor divino triunfa porque el Amor divino es infinito. Al revelar la presencia y el poder de la voluntad del Amor, la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) nos enseña cómo vencer las tendencias violentas en nuestro propio pensamiento y vida, y cómo ayudar a dominarlas en bien de la humanidad.

La voluntad inexpugnable del Amor es en bien de la perfección y la inmortalidad del hombre. La supuesta voluntad mortal, en contraste, supone un hombre físico y destructible, impulsos odiosos, vida finita. En la medida en que comprendemos la Ciencia del ser, refrenamos y neutralizamos las pretensiones de la violencia. “El hombre cristianamente científico”, nos dice Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, “refleja la ley divina, llegando así a ser una ley para sí mismo. Él no comete acto de violencia contra hombre alguno”.Ciencia y Salud, pág. 458;

En la Ciencia, el hombre es el resultado del Amor divino. Está sujeto únicamente al Amor divino; nunca origina la violencia ni es su víctima. La mente mortal — el origen hipotético de la pretensión de que el hombre está separado de Dios, y por lo tanto es destructible — querría alegar que el hombre es corpóreo, el hijo de personalidades físicas cuyas actitudes y propensiones malignas pueden ser trasmitidas a sus descendientes. La mente mortal quiere sugerir que el hombre es un mortal que está moldeado, para bien o para mal, por sus relaciones con sus padres y las actitudes de ellos hacia él, por la atmósfera en su hogar cuando era niño, por fuerzas y sucesos fortuitos. Esto es una distorsión grotesca del sentido espiritualmente científico del ser. Al hombre lo ha creado y lo dirige sólo el Amor divino. El gobierno del Amor es benéfico, inteligente, pacífico, como constantemente lo probó Cristo Jesús. Estos hechos espiritualmente científicos, al ser admitidos, ayudan a neutralizar las horribles imposiciones de la mente mortal que culminan en violencia — ya sea de persona a persona, clase a clase, o nación a nación.

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