Al reconocer la naturaleza pacífica del ser verdadero, ayudamos a neutralizar la violencia que a veces estalla en los consejos de las naciones y que querría impulsar el dedo del asesino para oprimir el gatillo. Porque Dios es Amor, la voluntad de Dios es la paz. La violencia, por otra parte, es la culminación de la desenfrenada voluntad mortal. La voluntad pacífica del Amor divino triunfa porque el Amor divino es infinito. Al revelar la presencia y el poder de la voluntad del Amor, la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) nos enseña cómo vencer las tendencias violentas en nuestro propio pensamiento y vida, y cómo ayudar a dominarlas en bien de la humanidad.
La voluntad inexpugnable del Amor es en bien de la perfección y la inmortalidad del hombre. La supuesta voluntad mortal, en contraste, supone un hombre físico y destructible, impulsos odiosos, vida finita. En la medida en que comprendemos la Ciencia del ser, refrenamos y neutralizamos las pretensiones de la violencia. “El hombre cristianamente científico”, nos dice Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, “refleja la ley divina, llegando así a ser una ley para sí mismo. Él no comete acto de violencia contra hombre alguno”.Ciencia y Salud, pág. 458;
En la Ciencia, el hombre es el resultado del Amor divino. Está sujeto únicamente al Amor divino; nunca origina la violencia ni es su víctima. La mente mortal — el origen hipotético de la pretensión de que el hombre está separado de Dios, y por lo tanto es destructible — querría alegar que el hombre es corpóreo, el hijo de personalidades físicas cuyas actitudes y propensiones malignas pueden ser trasmitidas a sus descendientes. La mente mortal quiere sugerir que el hombre es un mortal que está moldeado, para bien o para mal, por sus relaciones con sus padres y las actitudes de ellos hacia él, por la atmósfera en su hogar cuando era niño, por fuerzas y sucesos fortuitos. Esto es una distorsión grotesca del sentido espiritualmente científico del ser. Al hombre lo ha creado y lo dirige sólo el Amor divino. El gobierno del Amor es benéfico, inteligente, pacífico, como constantemente lo probó Cristo Jesús. Estos hechos espiritualmente científicos, al ser admitidos, ayudan a neutralizar las horribles imposiciones de la mente mortal que culminan en violencia — ya sea de persona a persona, clase a clase, o nación a nación.
Algunas personas creen que la violencia debería usarse como instrumento para efectuar cambios económicos o sociales, cambios que ellos insisten tienen que llegar ahora. Pero, ¿acaso aquello que es opuesto al Amor divino y su acción puede alguna vez realmente ser el curso para la mejoría duradera de la humanidad? El verdadero progreso debe ser el resultado de comprender la realidad espiritualmente; nunca puede venir del estar sumergido en las exageradas malas interpretaciones acerca de la realidad. “Cada paso de progreso”, escribe la Sra. Eddy, “es un paso más espiritual. El gran elemento de la reforma no nace de la sabiduría humana; su vida no deriva de las organizaciones humanas; más bien es el desmoronamiento de elementos materiales que se van apartando de la razón; la traslación de la ley a su lenguaje original, — la Mente, y la unidad final entre el hombre y Dios”.La idea que los hombres tienen acerca de Dios, pág. 1;
La Ciencia Cristiana no fomenta en nosotros ni la más mínima indiferencia al sufrimiento humano, de hecho, todo lo contrario. Sin embargo, asevera que la violencia y el sufrimiento no tienen elementos de realidad fundamental en ellos. Es sobre esta base que podemos ayudar a eliminar a éstos del diario vivir. La Ciencia muestra que sólo lo que proviene del Espíritu divino tiene realidad o presencia. No importa cuán difundidas o amenazantes sean sus pretensiones, la violencia nunca es real. Es un elemento del sueño de que la individualidad puede ser mortal y discordante. La Ciencia enseña que la individualidad es espiritual y armoniosa, porque tiene sus raíces en el Alma que es por siempre apacible.
Así como las violentas erupciones en la fisicalidad que equivocadamente llamamos hombre no tienen verdad en ellas, así las erupciones de violencia — no importa en qué parte del globo aparezcan — no tienen verdad científica en ellas. Y son tan propensas a la curación como el mal funcionamiento o la discordancia de un cuerpo físico.
Una manifestación de violencia, cualquiera que sea la forma que asuma, es para nosotros una exigencia urgente para que reconozcamos profunda y genuinamente que el Amor divino es Todo y que no tiene adversario. Es una exigencia urgente para que reconozcamos que el Espíritu divino crea ideas espirituales y que los mortales violentos que chocan, luchan y se hacen la guerra son la objetivación de un sentido invertido de las ideas del Espíritu.
Los ejemplos de violencia en nuestro mundo son demasiado serios para ser desechados con un ademán despectivo — con aseveraciones metafísicas dichas noblemente pero que virtualmente no se sienten. Pero asimismo no tiene valor alguno que permitamos que las pretensiones de la violencia nos hipnoticen a tal grado que nos sintamos impotentes para ayudar, y nos dejemos así arrastrar hasta la desesperación. Cualquier disminución de violencia en nuestra perspectiva y nuestras acciones ayuda a aminorar la pretensión de la violencia para la humanidad. Toda neutralización de la voluntad mortal por medio de una percepción de la voluntad divina y el sometimiento a ella, ayuda a desarmar la violencia en nuestra comunidad y para el mundo.
En el caso de un accidente la violencia parece impersonal. Pero las mismas verdades espiritualmente científicas tienen su papel en la neutralización de tales sugestiones. El hecho espiritual es que no existe mente mortal para producir violencia, ya sea por medio de personas o por medio de situaciones aparentemente impersonales. En realidad, ningún caso de violencia jamás ha tenido una causa real o ha sido un efecto válido. El Amor divino es la única causa, y el hombre espiritual y perfecto y el universo, el único efecto.
El Salmista oró: “¡Guárdame, oh Jehová, de las manos del inicuo! ¡líbrame del hombre violento! los cuales se han propuesto hacer resbalar mis pasos”. Salmo 140:4 (según Versión Moderna). Sin duda, el concepto espiritualmente científico del hombre nos protege contra las creencias de que el hombre, como la expresión del Amor divino, puede cometer violencia o ser víctima de ella. El Amor divino es nuestro preservador, ya que su infinitud por siempre excluye como realidad pensamientos y acciones mortíferos, y mantiene la paz e inmortalidad del hombre y del universo.