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“Nosotros” somos nuestra Sala de Lectura

Del número de junio de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Sala de Lectura que cada filial de la Iglesia de Cristo, Científico, mantiene, jamás se puede considerar meramente como un lugar en el que se puede obtener literatura de la Ciencia Cristiana. Sabemos que es mucho más que eso. Es una de las apreciadas estipulaciones, incluidas en nuestro Manual de La Iglesia Madre, por la que la iglesia llega a la comunidad. La Sala de Lectura no está separada de la iglesia sino que es parte integral de ella; ambas son una en esencia, como la manifestación exterior de la idea espiritual de “Iglesia”. Ver Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág. 583:14–15.

Además sabemos que independientemente del buen estado financiero de nuestra filial, o de la buena ubicación de la Sala de Lectura, a menos que nos acerquemos e incluyamos en nuestro pensamiento a los que viven en nuestra comunidad, como hermanos, hijos queridos, orando “ahora somos hijos de Dios”, 1 Juan 3:2. esta ubicación en la ciudad no sirve de nada. Lo que importa es el acercamiento, mediante la oración, del cual nuestra Sala de Lectura es símbolo, y a menos que nuestra Sala de Lectura esté activa de ese modo en nosotros, está muerta.

Una Sala de Lectura que no es apoyada espiritualmente, no está preparada para servir. Se asemeja a un comercio que tiene un cartel en la puerta que dice: “Aquí se sirve comida gratis”, pero cuando entra el interesado, meramente se le da una disertación sobre comidas. En una de sus cartas a los Corintios, Pablo dice: “La letra mata, mas el espíritu vivifica”. 2 Cor. 3:6. La Sra. Eddy, refiriéndose a los antiguos sanadores, escribe: “Estaban tan divinamente imbuidos del espíritu de la Ciencia, que la falta de la letra no podía impedir su obra; y esa letra, sin el espíritu, hubiera hecho nula su práctica”.Ciencia y Salud, pág. 145. También nos dice: “La parte vital, el corazón y alma de la Ciencia Cristiana es el Amor. Sin éste, la letra es sólo el cuerpo muerto de la Ciencia — sin pulso, frío, inanimado”.Ibid., pág. 113. Nuestra Sala de Lectura necesita amor espiritual, y el bibliotecario también lo necesita.

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