— Mamá, ¿podemos comprar un melón?
Mi niño de edad preescolar miró con ansiedad la hermosa fruta que mostraban en el supermercado.
Su pregunta inocente fue como una cuchillada para mí. Una fruta que a todos nos gustaba parecía el máximo lujo a la luz del escaso saldo de nuestra chequera. Yo había hecho cuidadosamente la lista de compras para que el dinero nos alcanzara hasta fin de mes. El melón no formaba parte del plan. Pero me di cuenta de que dos de los artículos que iba a comprar estaban rebajados de precios y el ahorro igualaba el costo de un melón.
Con tristeza suspiré: — Creo que tenemos suficiente.
—¡Oh mamá, suficiente es un montón!—, exclamó el pequeño alegremente.
No recuerdo el resto de las compras que hicimos, pero sus palabras aún significan algo especial para mí. "Suficiente es un montón". Hay humildad en esas palabras, una gratitud de todo corazón que contrastaba agudamente con la amargura y el desaliento que yo sentía.
Yo había orado muchas veces acerca de nuestras finanzas familiares, pero mi oración siempre había comenzado con una queja hacia Dios, que suficiente no era suficiente. Estaba cansada de decidir cuáles cuentas podían pasar al próximo mes. Detestaba escatimar en las necesidades. Me sentía humillada y avergonzada cada vez que escuchaba la voz amiga y firme del banco que decía que otra vez nos habíamos sobregirado. No me daba cuenta de que el entusiasmo de mi hijo nos estaba ofreciendo la oportunidad de mejorar las finanzas de nuestra familia.
Comprendí que tenía que hacer lo que enseña la Ciencia Cristiana: orar comenzando por agradecer a Dios Su bondadoso cuidado, aunque lo único que podíamos percibir de las ilimitadas manifestaciones de ese cuidado, parecía poco y extremadamente modesto.
A pesar de nuestras restricciones en nuestro presupuesto para los comestibles, ¿habíamos estado realmente hambrientos? No. El ser cuidadosa con los gastos, ¿tenía que opacar la felicidad de estar con mi pequeño, quien gozaba cada paseo? No. ¿Tenía que sentirme resentida porque no me sobraba dinero, en lugar de estar contenta de que mi marido tenía lo que necesitaba para su trabajo? No. Vi la importancia de sentir gratitud hasta por la calidez de nuestro hogar, en lugar de protestar por las cuentas de los servicios públicos.
En ese momento de mi vida, el comparar nuestra familia con otras simplemente me hacía sentir más temerosa de ser pobre, y no ofrecía a aquellos que estaban en terribles aprietos la esperanza de que la cadena de pobreza pudiera romperse. Lo que realmente me ayudó fue el comprender de dónde viene el bien de la vida del hombre.
Un punto de vista materialista dice que nuestro nivel de vida está determinado por la cantidad de dinero que tenemos. Pero la Ciencia Cristiana me ayudó a comprender que mi vida — y la vida de todos — está verdaderamente establecida por el gran amor de Dios para con Sus hijos. Existe, en realidad, una sola fuente universal e imparcial de bien, que es Dios. La realidad espiritual de la vida, contradiciendo las apariencias, es que Dios protege como madre y padre a cada uno de Sus hijos, proveyéndoles todo lo que necesitan, como lo probó Cristo Jesús de manera tan convincente. El darme cuenta de esto me brindó paz. Me di cuenta de que había estado apoyada por un poder infinitamente superior a mis entradas semanales.
El ajuste en nuestras finanzas fue gradual; creció de un profundo sentimiento de gratitud por la verdadera sustancia de la vida familiar. En otras situaciones, puede ser necesario un cambio radical en nuestros hábitos de compra y/o la voluntad de trabajar, pero nuestra familia necesitaba romper los hábitos de siempre subestimar el bien que estábamos recibiendo. También comenzamos una tradición nocturna: cuando nos sentamos a cenar, nos decimos unos a otros aquello por lo que sentimos gratitud ese día.
La Biblia enseña: "Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz". Rom. 8:6. La insatisfacción crónica es una especie de muerte. El remedio es un punto de vista espiritual, el darse cuenta de que existe un Principio fundamental del bien — Dios mismo — que inspira, alimenta y viste a Su creación, y que nosotros podemos probar algo de esta verdad en nuestras propias vidas.
La Sra. Eddy aclara el punto de esta forma: "Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria. Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis".Escritos Misceláneos, pág. 307.
Necesitamos ser diligentes al proteger nuestros pensamientos del punto de vista material, que siempre quisiera juzgar la calidad de nuestra vida por la facilidad de comprar cosas. La gratitud agranda nuestro aprecio de la verdadera bondad que Dios pone a disposición de todos nosotros, hoy.