El inquieto narrador del libro Moby Dick de Herman Melville, confesó: “Siento un noviembre húmedo y lluvioso en mi alma”. Nunca fue simplemente un mes, sino un estado de pensamiento. Él suponía que ir al mar podría curarlo, pero descubrió que se requiere mucho más para restaurar la paz interior.
Si él hubiera relatado esta historia hoy, habría encontrado innumerables terapias en todo el mundo, que reflejan las teorías en constante evolución sobre la depresión. Pero en medio de estas, la Biblia sigue siendo un recurso eterno para la completa atención a la salud, incluso la salud mental. No hay pesar que enfrentemos, o desaliento que soportemos, que no se haya experimentado antes. Y la infinita habilidad que tiene Dios para consolar brilla a través de todo.
En Salmos, encontramos esos profundos momentos de descubrimiento cuando el pesar se transforma en baile, y el dolor es reemplazado por la alegría (véase Salmo 30). Una y otra vez, vemos cómo “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
De modo que, ¿cómo encontramos este consuelo y curación? Tal como aquellos antes de nosotros lo hicieron, cultivando un profundo sentido espiritual de la presencia de Dios.
Con frecuencia esto comienza recordando una sola cosa buena por la que estar agradecido. Y a medida que agregamos una cosa tras otra, el esfuerzo por recordar lo que es realmente bueno hace que nos sintamos genuinamente bendecidos y tomemos calladamente consciencia de Emanuel, Dios con nosotros. Un cambio tan profundo en el pensamiento produce un cambio igualmente profundo en la experiencia. El sentido humano de oscuridad se disuelve, y la penetrante luz espiritual del Amor divino ilumina la estabilidad, la felicidad, la paz y el bienestar que pensábamos que habíamos perdido de vista.
De hecho, jamás estamos separados de esas cualidades espirituales, porque jamás estamos separados de Dios. “Dios es al mismo tiempo el centro y la circunferencia del ser” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 203–204). No podemos salir fuera de este círculo de la compleción divina que lo incluye todo. Nos abraza sin interrupción o ciclos, lapsos o altibajos.
Podríamos decir que la gratitud nos ayuda a redescubrir que estamos perpetuamente centrados en Dios y rodeados por Dios. En lugar de noviembres del alma, esta época del año nos ofrece tremendas oportunidades para elevarnos espiritualmente. La Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana del Día de Acción de Gracias, por ejemplo, nos brinda las vías para el estudio individual y obtener inspiración, así como el marco dentro del cual confraternizar en los servicios religiosos especiales del Día de Acción de Gracias, que se realizan en muchas iglesias y sociedades de la Ciencia Cristiana alrededor del mundo.
Pero la época de la gratitud va mucho más allá de un solo día, semana o mes. Continúa siempre que tomamos consciencia de que Dios por ser Amor, nos centra y nos rodea, a cada uno de nosotros, dejando en nuestros corazones lugar solo y exclusivamente para la alegría.