En mi onceavo grado del bachillerato, decidí tomar una clase de Cálculo Avanzado (CA). Me daba mucho trabajo, pero mantuve mi calificación de 10 en ambos semestres. Sin embargo, siempre que hacíamos problemas de práctica en preparación para el examen estandarizado de CA a fin de año, me iba muy mal. Por más que me esforzaba, me costaba hacerlo.
Una semana o dos antes del verdadero examen de cálculo, la profesora nos tomó una prueba de práctica, controlándonos el tiempo y usando una prueba oficial del año anterior. (Es útil saber que las pruebas de CA se califican en una escala de cinco puntos, siendo cinco la nota más alta. Muchas universidades dan crédito a los estudiantes por los exámenes de CA si aprueban con una calificación de tres o más alta.) Tenía el propósito de sacarme un tres en la prueba de práctica, para asegurarme de que estaba lista para el verdadero examen y podía finalmente recibir crédito universitario por el curso. Sin embargo, cuando calificamos nuestras pruebas durante la siguiente clase, descubrí que mi nota ni se acercaba a un tres. De hecho, apenas me saqué un uno, que es la calificación más baja posible.
La situación parecía desesperada. ¿Cómo iba a subir la calificación aunque fuera hasta tres en menos de unas pocas semanas? No obstante, tenía la determinación de aprobar el examen. Todos los días después de las clases, trabajaba con mi profesora y varios compañeros, y por las noches continuaba estudiando por mi cuenta o con un amigo.
De todas maneras, también sabía que no podía simplemente usar el poder personal para aprobar, así que, junto con mi propio estudio, recurrí a Dios en oración. Honestamente, aunque había orado por incontables cosas en mi vida, nunca había hecho de la oración una parte clave de mi preparación académica. Pero dadas las otras curaciones que había tenido, pensé que hacerlo sólo podría ayudarme.
En la Ciencia Cristiana había aprendido que uno de los sinónimos de Dios es Mente, y puesto que solo hay un único Dios, solo hay una única Mente. También había aprendido que cada uno de nosotros es en realidad el reflejo de Dios, lo que significa que yo reflejo a la Mente divina que sabe y comprende todo. Así que era lógico que Dios ya me estuviera dando toda la sabiduría y la inteligencia que necesitaba para completar mi examen de Cálculo con facilidad y alegría. También me di cuenta de que no estaba orando para lograr cierto resultado o una calificación específica en la prueba. Oraba simplemente para glorificar a Dios y expresar libremente la inteligencia que Él me dio.
También oré con una idea de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, que dice: “El Espíritu, Dios, reúne los pensamientos informes en sus conductos adecuados, y desarrolla estos pensamientos, tal como abre los pétalos de un propósito sagrado con el fin de que el propósito pueda aparecer” (pág. 506). Me encantó la idea de que podía apoyarme completamente en Dios, quien estaba revelando la percepción y comprensión que yo necesitaba. Entendí que mi propósito era expresar la gracia, la alegría, la inteligencia y el dominio de Dios, y nada podía impedir ese propósito divino.
Un temor que parecía muy persistente era que no tendría suficiente tiempo como para prepararme para el examen, así que empecé a orar con la definición espiritual de día que la Sra. Eddy da en Ciencia y Salud. Parte de la definición dice: “Los objetos del tiempo y del sentido desaparecen en la iluminación de la comprensión espiritual, y la Mente mide el tiempo de acuerdo con el bien que es desarrollado” (pág. 584). Me di cuenta de que no necesitaba limitarme y medir mi preparación en horas y días. En cambio, podía reconocer la abundancia de bien que estaba experimentando cada día y mirar el tiempo en función de cuánto bien se había logrado. Al tener esta comprensión como nuevo fundamento, empecé a progresar rápidamente y a responder correctamente las preguntas de pruebas anteriores de CA por mi cuenta. Mi temor desapareció a medida que agradecía constantemente, tanto la ayuda que estaba recibiendo en las clases particulares, como las ideas que Dios me daba que estaban espiritualizando mi perspectiva respecto al del examen.
A medida que se acercaba el día de la prueba, me sentía tranquila, confiada y preparada. Durante el examen, me aferré fuertemente a la idea de que Dios me daba la habilidad de expresar una inteligencia ilimitada. No solo terminé la prueba a tiempo, sino que también completé cada problema con confianza en Dios y con la certeza de que lo estaba haciendo correctamente. Fue una experiencia increíble, llena de alegría e inspiración apoyarme en Dios y saber que Él me estaba guiando a cada momento. Cuando terminé el examen, me sentí tranquila y confiada de que había aprobado. Créase o no, ni siquiera me preocupaba la calificación; me había sentido muy cerca de Dios durante la prueba y sabía muy claramente que expresaba la inteligencia ilimitada que tiene su fuente en la Mente divina, no en mí. ¡Y eso era suficiente!
Más tarde, me enteré de que no aprobé solo con un tres. ¡Me había sacado un cinco en el examen! Me sentí súper feliz y rebosante de gratitud a Dios.
Esta fue la primera de muchas experiencias en las que he tenido que recurrir a Dios cuando necesité ayuda en los estudios. Y cada vez, he entendido más claramente que conocer a Dios como la Mente única nos libera del temor y de la presión, y nos da la confianza de que cada idea necesaria ya está presente para que yo la perciba y la comprenda. Ahora sé que Dios ayuda y guía a todos en cualquier situación, hasta en los exámenes.
