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Original Web

Enfermedad contagiosa: detenida en seco

Del número de noviembre de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 17 de agosto de 2020 como original para la Web.


El contagio es la creencia de que la materia y las creencias mortales pueden moverse de una persona a otra. Pero la Ciencia Cristiana ilumina el hecho de que Dios, el bien, es la fuente de todo movimiento verdadero y anula cualquier otra pretensión. Como dice Hechos 17:28 (LBLA), refiriéndose a Dios: “Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos”. Estoy muy agradecida por haber comprobado esta declaración muchas veces en mi vida, y ahora me doy cuenta de que necesito agradecer públicamente dos curaciones relacionadas con el contagio.

Hace varios años, mi hija menor estaba corriendo en pista y a campo traviesa para una universidad en un programa de atletismo de la División I, cuando enfermó gravemente y la llevaron y fue admitida en el hospital afiliado a la universidad. Rápidamente nos notificaron de lo sucedido. Y, poco después de que nos avisaran, otro estudiante universitario, que había sido voluntario en África donde había un brote de ébola, ingresó en el mismo hospital con síntomas similares al ébola.

La admisión de este estudiante en el hospital fue cubierta por los medios de comunicación nacionales y causó gran preocupación. A mi hija le diagnosticaron una forma grave de una enfermedad contagiosa diferente (mononucleosis), y el temor con el que yo estaba lidiando parecía abrumador.

Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara conmigo, y oré fervientemente para enfrentar el temor y saber que mi hija y todos en ese hospital eran inocentes, puros y estaban completamente envueltos en el amor y la protección de Dios. Oré extensamente con el salmo noventa y uno para saber que el único lugar en el que mi hija podía realmente estar o habitar era al “abrigo del Altísimo”. El salmo continúa diciendo: “No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos” (versículos 1, 10, 11). También oré con varias verdades que habían traído curación cuando esta misma hija superó rápidamente los síntomas de otra enfermedad contagiosa aproximadamente un año y medio antes.

En aquella época, ella estaba en el bachillerato y lidiaba con síntomas que afectaban su respiración el día antes de que corriera en una importante carrera por invitación. Los mejores corredores de diferentes estados estaban en la carrera, y era una oportunidad para anotar un tiempo rápido mientras los reclutadores de las universidades estaban observando. Además, se habían pronosticado fuertes vientos para el área durante la carrera, lo que podría afectar gravemente los tiempos de todos.

Al enfrentar este desafío, oré para saber, como dice tan bellamente uno de los himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana: “Ambiente de divino Amor respira nuestro ser, mas los sentidos en su error no nos lo dejan ver” (N° 144, adapt. © CSBD). También oré con pasajes de la Biblia, incluso el Salmo 33, que incluye: “Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, y todo su ejército por el aliento de su boca” (versículo 6, LBLA). Me di cuenta, como indica este salmo, que la verdadera existencia de mi hija era revelada en ese mismo momento por el “aliento de su boca [de Dios]”.

¿Qué es “el aliento de su boca”? En esa misma Escritura se indica que es “la palabra” del Señor. El libro de Juan nos dice: “En el principio la Palabra ya existía. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. … Dios creó todas las cosas por medio de él, y nada fue creado sin él” (1:1, 3. NTV). Aquí, parece que Juan hace un paralelo con Génesis 1, que comienza: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (versículo 1). Parece que nos está mostrando la importancia de Génesis 1: que es la Palabra de Dios revelando el universo real, incluso el hombre hecho a Su imagen y semejanza. Y basado en mi estudio de la Ciencia Cristiana, sabía que esta creación es totalmente espiritual.

Realmente me di cuenta aún más de que, en ese mismo momento, mi hija era la imagen expresa de nuestro Padre-Madre Dios como revela Génesis 1. Ella no era la mortal vulnerable de Génesis 2, de la cual Isaías escribe: “Dejaos del hombre, cuyo aliento está en su nariz; porque ¿de qué es él estimado?” (Isaías 2:22). Comprendí que ni mi esposo ni mi hija ni yo podíamos sentirnos impresionados por ningún síntoma aparente que fuera contrario a la creación espiritual y perfecta de Dios. Y estaba consciente de que “en la Ciencia, no puedes tener ningún poder opuesto a Dios, y los sentidos físicos tienen que renunciar a su falso testimonio” como escribe Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras (pág. 192).

También encontramos en Génesis 1 que “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (versículo 2). Dios, el Espíritu, el bien, y las ideas de Dios son todo lo que se mueve en Génesis 1. Sabía que todo acerca de mi hija, incluida su respiración, solo podía expresar la libertad, la armonía y el movimiento del gobierno de Dios.

También me encantó el hecho de que, en el Antiguo Testamento, una palabra hebrea, ruwach, se puede traducir como “Espíritu”, “aliento” o “viento”, entre otras cosas. Y esta palabra puede significar “viento del cielo” o “Espíritu de Dios ... como energía de la vida”, según Outline of Biblical Usage de Larry Pierce, que se encuentra en blueletterbible.org. Y en el Nuevo Testamento, la palabra griega pneuma se puede traducir de manera similar como “Espíritu” o “viento”, y entre sus significados se encuentran “aliento”, “brisa”, “principio vital”, “Dios (divino)”, según la Strong’s Exhaustive Concordance of the Bible.

¡Sabía que el único aliento o viento que realmente podía afectar a mi hija o la carrera era Dios, el Espíritu, el Amor infinito! La Sra. Eddy da una definición espiritual de viento: “Aquello que indica el poder de la omnipotencia y los movimientos del gobierno espiritual de Dios, envolviendo todas las cosas” (Ciencia y Salud, pág. 597).

Al día siguiente, mi hija se despertó libre de las dificultades respiratorias y la enfermedad que había experimentado el día anterior, y estaba lista para correr. Yo estaba muy agradecida, y sabía que la omnipotencia del Amor divino la rodeaba a ella y a toda la competencia. Antes de que comenzara su carrera, los vientos adversos pronosticados se calmaron y el viento no tuvo incidencia alguna. En la carrera mi hija tuvo el mejor tiempo personal, al igual que otros corredores.

Esta curación fortaleció mi fe aproximadamente un año y medio después, cuando mi hija fue ingresada en el hospital afiliado a la universidad, y supe que el Amor divino la rodeaba y gobernaba a ella y al otro estudiante allí. En poco tiempo, el otro estudiante dio negativo para el ébola. Y mi hija fue dada de alta en pocos días. Me habían dicho que la enfermedad que le habían diagnosticado podría haberle impedido correr durante un año, no obstante, en alrededor de un mes, fue autorizada a volver a entrenar y correr.

Cuando enfrento desafíos que parecen humanamente insuperables y aterradores, estoy muy agradecida por las verdades prácticas que enseña la Ciencia Cristiana, que elevan nuestro pensamiento por encima del cuadro material y revelan la omnipotencia y el poder sanador de Dios.

En síntesis, me encantan estas palabras de un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana: 

Dios Su Verbo envió sanando, 
aún aquí Su Verbo está;  
de ternura su mensaje
lo podemos escuchar. 
La Verdad los aparentes males 
nuestros superó; 
somos libres si Su Verbo 
mora en nuestro corazón.
(Violet Hay, N° 175, trad. © CSBD)

Rondi Olson
Renton, Washington, EE.UU.

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