Hay un dicho muy conocido que dice: “Necesitas experiencia para obtener experiencia”. El mismo sería gracioso sino fuera que implica que no siempre es fácil conseguir tu primer trabajo o tu primera pasantía.
Esto era lo que sentía cuando estaba en mi primer año en la universidad. Quería participar en el programa de cooperación de mi facultad, en el cual los estudiantes podían rotar entre las experiencias de trabajo y una educación integral. Pero me habían dicho que nadie querría contratarme porque estaba en primer año, así que no sabía cómo avanzar.
Nuestra facultad organizó una feria de empleos, y nos aconsejaron que fuéramos. Pero no parecía nada prometedor. Básicamente, nos dijeron que era conveniente asistir para tener la experiencia de hablar con empleadores potenciales y aprender a lidiar con el rechazo. Que te contrataran parecía inimaginable.
Al principio, había estado receptivo a la idea de ir a la feria para aprender todo lo que pudiera. Pero entonces descubrí que comenzaría tan solo media hora antes de la reunión de nuestra organización de la Ciencia Cristiana (OCC) en el campus, que yo debía conducir esa semana. Me pareció que veinte minutos no serían suficientes para hacer algo productivo, así que decidí no ir a la feria.
Sin embargo, el día de la feria me sentí de pronto impulsado a asistir. El sentimiento era realmente muy insistente. Tanto, que supe que no venía de mí. Al principio, hasta me resistí, pensando que caminar todo el trayecto hasta el hotel donde se celebraría la feria no tenía ningún sentido, dado el poco de tiempo que podría permanecer allí.
Pero el mensaje no cejaba, y tuve que admitir que debía venir de Dios. Yo asistía a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, y conocía muy bien la idea de que Dios es la Mente que todo lo sabe, que guía y gobierna cada aspecto de nuestras vidas con inteligencia. La Biblia lo explica de la siguiente manera: “Tus oídos lo escucharán. Detrás de ti, una voz dirá: ‘Este es el camino por el que debes ir’, ya sea a la derecha o a la izquierda” (Isaías 30:21, NTV). Inicialmente, para mí no fue tanto una palabra como un sentimiento. Y reconocí la fuente —la inteligencia divina— debido a la amable pero persistente naturaleza del mensaje. No obstante, más tarde, cuando pensé cuidadosamente en el recorrido que había hecho para ir y volver del hotel, se manifestó como verdaderas palabras que decían, para mi sorpresa, que estaría incluso bien que llegara un poco tarde a la reunión de la OCC. Como había sentido la guía de Dios de esta manera antes, y siempre me había beneficiado al seguirla, sabía que lo mejor era que obedeciera. Así que fui a la feria de empleos.
La guía de Dios no solo me llevó a la feria; también me guió exactamente a donde necesitaba estar una vez que estuve allí. En esos veinte minutos, tuve tiempo para hablar con una sola compañía, cuyo representante dijo que querían contratar específicamente a estudiantes de primer año, y podían entrevistarme al día siguiente. Yo estaba estupefacto. Fui a la entrevista y conseguí el empleo.
Esta primera experiencia de trabajo llevó directamente a todas las subsecuentes oportunidades de mi carrera en la industria aeroespacial, lo que incluyó trabajar en el regreso de los Estados Unidos a la luna. Me he sentido guiado todo el camino, y si bien el resultado a menudo no era lo que yo había anticipado, cada paso ha sido esencial para el siguiente. De estas experiencias he aprendido que la guía de Dios es constante y confiable para todos. Puesto que la Mente es también el Amor, es natural que el cuidado amoroso de Dios por cada uno de nosotros incluya la dirección que necesitemos, cualquiera sea, y se manifieste de una manera que podamos reconocerla.