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Original Web

Buenas noticias

Las aguas se dispersaron

Del número de mayo de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 27 de enero de 2020 como original para la Web.


Hace unos tres años, mis padres me llamaron un día con muy malas noticias: Su casa estaba a punto de inundarse. Me dijeron que estaban orando con diligencia y que habían solicitado el apoyo de un practicista de la Ciencia Cristiana, y que mi hermana también estaba orando por la situación. Me pidieron que me uniera a la familia en oración.

Les voy a dar un poco de contexto. En 2011, mis padres compraron una casa junto a un río en la ciudad de Charles en el estado de Iowa. Era una casa hermosa, pero se había inundado en 2008, así que estaba en muy malas condiciones cuando ellos la compraron. Durante varios años, mis padres trabajaron para restaurar la casa a su apariencia original, y se transformó en el lugar favorito para que nuestra familia pasara el tiempo juntos.

A mi familia y a mí nos avisaron con 24 horas de anticipación de la probabilidad de que hubiera una inundación. El aumento en el nivel del agua que predecían arruinaría las paredes y la aislación, dañaría los muebles y traería barro adentro de la casa. El impacto en la comunidad de alrededor sería aún peor; durante la última inundación como esta, las casas y negocios habían sido totalmente destruidos.

Cuando me llamaron mis padres, yo estaba tomando instrucción de clase Primaria en la Ciencia Cristiana. La clase Primaria es un curso de 12 sesiones que ofrecen los maestros autorizados de la Ciencia Cristiana. Durante esas sesiones se les enseña a los alumnos las verdades espirituales de esta Ciencia como están expuestas en el capítulo “Recapitulación” de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. En esta enseñanza es esencial la explicación de cómo sanaba Cristo Jesús a otros por medio de sus oraciones; y cómo podemos nosotros seguir su ejemplo y demostrar el poder de la oración a través de la curación. Mis padres me habían llamado en un momento perfecto; yo estaba listo para poner en práctica las poderosas verdades que había estado aprendiendo.

Me senté en mi cuarto y comencé a orar. A lo largo de toda la Biblia leemos que Dios es el único creador, la única causa y poder, de modo que comencé afirmando mentalmente la supremacía de Dios y reconociendo que Su poder infinito no conoce opuesto alguno. Me sentí inmediatamente reconfortado con este reconocimiento, y mi temor por la situación comenzó a disminuir. Al manejar el temor, también me estaba preparando para discernir con más claridad qué era realmente verdadero.

Entonces centré mi atención en razonar desde el punto de vista de que Dios y Su creación son lo único que verdaderamente existe. Si Dios es bueno, entonces todo lo que Él crea debe ser bueno. Era muy claro para mí que esta inundación no era algo bueno para mi familia o para nuestra comunidad, así que no era algo que Él pudiera crear o hacer que ocurra. Y si Dios no creó esta inundación, entonces no tenía el poder para ser destructiva o dañina.

Comencé afirmando mentalmente la supremacía de Dios y reconociendo que Su poder infinito no conoce opuesto alguno

Mientras oraba por este asunto y estudiaba la Biblia y Ciencia y Salud, este pasaje se destacó para mí: “No hay vana furia de la mente mortal —expresada en terremotos, vientos, olas, relámpagos, fuego, ferocidad bestial— y esta así llamada mente es destruida por sí misma. Las manifestaciones del mal, que falsifican la justicia divina, son llamadas en las Escrituras ‘la ira de Jehová’. En realidad, muestran la destrucción de sí mismo del error o la materia y señalan lo opuesto de la materia: la fuerza y permanencia del Espíritu. La Ciencia Cristiana saca a luz la Verdad y su supremacía, la armonía universal, la totalidad de Dios, el bien, y la nada del mal” (Ciencia y Salud, pág. 293). 

 En la Ciencia Cristiana aprendemos que, dado que Dios, el bien, es todopoderoso, el mal debe ser nada, irreal. Cristo Jesús probó una y otra vez este hecho científico; sus obras sanadoras demostraron que todo lo que aparenta ser malvado, peligroso, incluso desastroso, no podría ser producto de Dios. Es tan solo la creencia o el temor en el mal, la creencia de que algún otro poder puede causar estragos en nuestras vidas, que parece dar realidad al mal.

Aunque tal vez nos sintamos atemorizados ante las calamitosas predicciones o amenazas a nuestra seguridad o bienestar, podemos contrarrestar ese sentimiento con la comprensión de que “Dios es amor” (1 Juan 4:16). Como yo había estado aprendiendo durante la instrucción de clase en la Ciencia Cristiana, el Amor divino no nos abandona en los momentos difíciles. Dios, el Amor, siempre está con nosotros, protegiéndonos y guiando nuestras oraciones, mostrándonos el bien que Él está perpetuamente trayendo a nuestras vidas. El Amor impide la existencia de un desastre.

Razonar de esta manera fue sumamente reconfortante para mí mientras oraba por la inundación. Al enfrentar el temor que sentía por la situación, mi oración me llevó a tener una confianza profunda, afianzada en el razonamiento y la lógica discernida de mi estudio de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, en que Dios estaba protegiendo a mi familia y a nuestro hogar, así como también a nuestra comunidad.

Oramos durante toda el día y la noche. Después de que terminó mi clase del día siguiente, llamé a mis padres para averiguar cómo estaba la situación. Ellos me dieron las buenas noticias: el nivel del agua había bajado considerablemente varios kilómetros hacia arriba y hacia abajo del río. Los expertos locales habían esperado que los niveles del agua subieran más de ocho metros de lo normal a través de un río que es casi tan ancho como una cancha de fútbol americano. En cambio, la altura del nivel del agua llegó a ser de menos de un metro y medio, lo cual salvó no solo nuestra casa, sino las casas de todos nuestros vecinos y de las ciudades río abajo. Estoy convencido de que fue mediante las oraciones (tanto nuestras como las de otras personas), y una comprensión de la verdadera naturaleza de Dios y Su creación, que se evitó esta crisis potencial, y que mi familia, amigos y la comunidad fueron salvados de los estragos que habría causado la inundación.

Unos meses después, compartí este testimonio en una reunión de testimonios de los miércoles en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Después un miembro se acercó a verme y me contó que él había estado pendiente de las inundaciones, ya que podían tener un efecto en su estado natal de Wisconsin. Había visto el pronóstico y las predicciones de cómo se suponía que la inundación afectaría el área alrededor del río. Sin embargo, cuando vio que el nivel del agua había sido sustancialmente más bajo de lo predicho, él dedujo que Científicos Cristianos debían haber estado envueltos en ello, orando para resolver la situación. Mi testimonio fue una confirmación de lo que él había supuesto.

Nuestra gratitud por la protección que tuvieron nuestro hogar y la comunidad fue inmensa. La Ciencia Cristiana bendijo mi vida de innumerables maneras, y es un privilegio compartir esta bendición en particular en las publicaciones periódicas.

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