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Original Web

El poder sanador de la unidad

Del número de junio de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 15 de marzo de 2021 como original para la Web.


“¿Qué te ha ayudado a ser una sanadora más exitosa?” Esta era una pregunta apremiante para mí, cuando estaba considerando entrar en la práctica sanadora de la Ciencia Cristiana. Así que le pregunté a una practicista experimentada de esta Ciencia. Me dijo que había una declaración de Mary Baker Eddy que le había resultado particularmente útil para su práctica: “El Principio y su idea es uno, y este uno es Dios, el Ser omnipotente, omnisciente y omnipresente, y Su reflejo es el hombre y el universo” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 465–466). 

Desde esa conversación, me he sentido maravillada tanto de la profundidad como de la exigencia de este concepto de unidad, ya que se aplica a la curación. Ha sido uno de los conceptos fundamentales de mi práctica, uno que pone toda mi oración sobre la base correcta.

Cuando pensamos en la curación, es tentador creer que hay un problema físico y que la aplicación de verdades espirituales de alguna manera lo resolverá. Exteriormente, parece que esto es lo que sucede. Sentimos dolor, entonces oramos y el dolor desaparece. 

Pero lo que realmente sucede en la Ciencia Cristiana es que la curación se produce cuando abrimos nuestro pensamiento a la sublimidad, integridad y belleza de un universo totalmente bueno creado por un Dios amoroso. Cada curación demuestra que existe una sola realidad y que es espiritual. Y experimentamos esta realidad como armonía, salud y libertad.

Jesús vivió en ese lugar de una sola realidad. Para él, no había un universo material que necesitara corregir o ajustar. Para Jesús la curación provenía de su absoluta convicción de que hay un solo Dios, una sola creación, y que somos espirituales aquí y ahora; él dijo: “El reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). Su percepción consciente de este hecho calmó tormentas, alimentó multitudes, sanó enfermos, resucitó muertos, y en tres cortos días, lo sacó de la tumba después de su crucifixión. Sus curaciones fueron rápidas y decisivas porque estaba operando desde esta base de la unidad.

El descubrimiento que Mary Baker Eddy hizo de la Ciencia Cristiana nos da las herramientas para comenzar a practicar desde esta base de la unidad. Por ejemplo, ella escribió: “La metafísica resuelve las cosas en pensamientos, y cambia los objetos del sentido por las ideas del Alma” (Ciencia y Salud, pág. 269). 

Por ejemplo, tomemos una flor. Se podría percibir como un “objeto del sentido”. Entonces, ¿cómo podemos “cambiarlo” por una “idea del Alma”? He encontrado respuestas al considerar las cualidades espirituales que expresan las flores (y otras “cosas”).

Para empezar, una flor expresa cualidades espirituales tales como belleza, vida, simetría y color. También brinda nutrición y fragancia. Una silla tuvo que existir como una idea antes de que pudiera ser construida y puede representar utilidad, apoyo, comodidad, ingenio. 

Resolver esto mentalmente es útil porque pone lo que parecen “cosas” en el reino del pensamiento. La aparente cualidad física sólida de algo puede hacer que parezca distar mucho de ser simplemente un concepto mental. Pero al reconocer el pensamiento detrás de una cosa, las cualidades que expresa un objeto, comenzamos a comprender que, de hecho, realmente vivimos en un universo mental ahora, constituido de nada más que de pensamientos.

Entonces, podemos hacer el intercambio mental de los objetos del sentido —que pueden perderse, dañarse, ser destruidos o limitados— por “las ideas del Alma”, o Dios. Esto nos hace estar conscientes aquí y ahora de la permanencia donde podría aparecer la versatilidad, la perfección donde se destacan los defectos, la abundancia en lugar de la limitación, y el bien puro en lugar de una mezcla de bien y mal o maldad. De esto deducimos que, no solo vivimos en un universo mental, sino en uno totalmente espiritual, creado por Dios

La Sra. Eddy habla del hombre —su término científico para la verdadera naturaleza espiritual de cada uno de nosotros— como idea (véase Ciencia y Salud, pág. 115), como expresión de Dios (véase pág. 470). ¿Podríamos comprender, entonces, que ha traducido al hombre de nuevo al lenguaje original de la Mente? Percibirnos a nosotros mismos y a los demás como ideas de Dios, no como organismos biológicos, revela lo que somos desde una perspectiva totalmente diferente. Aquí podemos reconocer la creación de Dios, el hombre, no como una entidad física, sino como la expresión de todas las cualidades de Dios. Este reconocimiento es lo que produce la curación.

Una vez me resbalé y caí en un camino de hormigón. Parecía que tal vez me había roto un tendón, y no podía mover el pie o estar parada, mucho menos caminar.

Sentaba en el suelo, comencé a orar. El pensamiento sanador que me vino fue que los pies hacen posible estar de pie. Y mi capacidad de defender la verdad estaba intacta, indemne, sin impedimentos. Era mi derecho divino, y podía confiar en él. La curación fue inmediata. Me senté unos minutos agradeciendo a Dios y luego me puse de pie y seguí mi camino, completa y permanentemente sana. 

Hemos hablado de la resolución de las cosas en pensamientos cuando se trata de las cosas que percibimos como buenas. Pero hay otro aspecto respecto al hecho de permanecer en el consciente reconocimiento de la unidad, y es lo que hacemos cuando vemos algo que no es bueno, como cuando encontramos cosas que parecen feas, deterioradas o malas. 

Aquí nuevamente, Ciencia y Salud nos instruye qué hacer. Dice: “La Ciencia revierte el falso testimonio de los sentidos físicos, y mediante esta reversión los mortales llegan a los hechos fundamentales del ser” (pág. 120).

¿Cómo se ve esto en la práctica? Si vemos ceguera, lo contrario es la vista. Si vemos deformidad, lo contrario es la perfección. Tomar cada cosa negativa que encontramos y revertirla, basándonos en nuestra comprensión de lo que es espiritualmente verdadero, ayuda a elevar nuestro pensamiento hacia el reconocimiento de la presencia y la totalidad de Dios. Hacer esto no solo nos ayudará a renunciar constantemente a un sentido de dualismo y a reconocer nuestra unidad eterna con Dios; también tendrá un efecto sanador.

No hace mucho, un árbol grande en mi patio delantero parecía estar muerto. Había perdido todas sus hojas, y no habían aparecido nuevas, incluso mucho después de que viniera y se fuera la primavera. Mi jardinero me recomendó cortarlo. 

Yo no podía aceptar que el árbol fuera una causa perdida; no encajaba con mi comprensión de la unidad, la presencia y la omnipotencia de Dios como Vida. Así que cada vez que pasaba junto al árbol, que era a menudo, afirmaba alegremente que lo contrario de la muerte, que, por supuesto, es la vida, era lo único que podía existir. Dios es Vida y es Todo. Así que en consecuencia la vida está en todas partes. Siempre oraba por el árbol con este pensamiento. Una mañana apareció una hoja, y luego otra, hasta que fue evidente que el árbol estaba muy vivo, y continuó llenándose de hojas bellamente y por completo. 

A medida que practiquemos ser “instantáneos en la oración” revirtiendo rápidamente la falsa evidencia de los cinco sentidos, estaremos menos inclinados a creer la sugestión de una imagen dualista, porque estaremos más constantemente en sintonía con lo que realmente es: Dios y Su creación armoniosa.

Para mí, el uso de estas dos herramientas resuelve lo que parecen ser dos universos —uno que es material y otro que es espiritual— y revela una visión gloriosa y totalmente espiritual. Sobre esta base el temor y la duda desaparecen. Sobre esta base experimentamos la unidad que todo lo abarca de Dios. Desde esta base practicamos la curación constante y a semejanza del Cristo que todo el mundo anhela.

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