Cuando nuestros dos hijos eran pequeños, recibí una llamada telefónica de la escuela primaria a la que asistían pidiéndome que los recogiera porque estaban cubiertos de manchas rojas. Nos dijeron que debíamos llamar al departamento de salud del condado, lo que hicimos, y más tarde una enfermera visitante del condado confirmó que ambos niños tenían sarampión y tenían que estar en cuarentena.
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