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Original Web

Denuncia la ilusión, el engaño y la confusión

Del número de julio de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 17 de marzo de 2022 como original para la Web.


Tal vez no haya nada más desconcertante para la mente humana que escuchar que el sufrimiento o la enfermedad no son reales. ¿Cómo puede no ser real algo que vemos con nuestros ojos o sentimos a través de nuestros sentidos físicos? Considerar detenidamente tres conceptos ayuda a aclarar esta verdad: ilusión, engaño y confusión. 

Cada uno de ellos es el acto de observar o percibir los fenómenos materiales. La Ciencia Cristiana explica que la verdadera percepción es espiritual, y brinda este discernimiento de las obras sanadoras de Cristo Jesús: “Jesús contemplaba en la Ciencia al hombre perfecto, que a él se le hacía aparente donde el hombre mortal y pecador se hace aparente a los mortales. En este hombre perfecto, el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esta perspectiva correcta del hombre sanaba a los enfermos” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 476-477). Esta percepción verdadera, o sentido espiritual, detecta sólo lo que Dios, el Espíritu, ha creado.

Un orador, en una reveladora conferencia del Museo de Ciencias (en Boston), mostró ejemplos de estos conceptos. Para comenzar con la ilusión (que definió como ver algo evidente a los ojos, pero que no es real), aparentemente cortó por la mitad una caja que contenía a una mujer, diciendo: “¡Puede ser impresionante, pero sabemos que no es real!”.

A continuación, definió el engaño como la incapacidad de ver algo que está frente a tus ojos porque tu mente no está consciente de ello. Doscientas personas miraron una imagen de manchas en blanco y negro, pero ninguno de nosotros vio nada reconocible. Entonces el orador dijo: “¡Hay una vaca allí!”. En el momento en que introdujo ese pensamiento, cada uno de nosotros pudo verla. Necesitábamos ser receptivos a esa imagen —recibir o admitir lo que se comunicaba— para ver lo que había estado allí todo el tiempo.

Por último, definió la confusión como un estado en el que no puedes determinar lo que está sucediendo debido a que falta información o es contradictoria. Cuando pareció que una gran viga de acero que colgaba del techo comenzaba a girar, preguntó: “¿En qué dirección está girando?”. Algunos dijeron que en el sentido de las agujas del reloj; otros, en sentido contrario, y luego algunos de nosotros cambiamos de opinión. Cuando encendió las luces, vimos que todos estábamos equivocados: la viga no se movía. Luces estroboscópicas indetectables habían creado el efecto de giro. Concluyó su charla diciéndonos: “No puedes confiar en lo que te dicen los sentidos materiales. Te engañarán cada vez”.

Al salir de la conferencia, me vino al pensamiento un pasaje de Ciencia y Salud: “Arrullado por ilusiones estupefacientes, el mundo está dormido en la cuna de la infancia, pasando las horas entre sueños” (pág. 95). El estudio profundo de la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana me ha demostrado que exponer las creencias mortales — “las ilusiones estupefacientes”— es crucial para permitirnos sanar como lo hizo Jesús. 

Al embarcarme en esta exploración, descubrí que la ilusión, el engaño y la confusión se usan alrededor de 150 veces en la Biblia y en los escritos de la Sra. Eddy. He aquí un vistazo a lo que estos libros tienen que decir, y cómo la comprensión de estas palabras puede ayudar en la curación.

Ilusión

Nuestra Guía usa este término docenas de veces, vinculándolo con la materia, las creencias falsas, el hipnotismo, los sueños, los espejismos, el mesmerismo, la mitología, la nada, todo lo que es mortal. Por ejemplo, en Ciencia y Salud escribe: “Nada es real y eterno —nada es Espíritu— sino Dios y Su idea. El mal no tiene realidad. No es ni persona, lugar, ni cosa, sino que es simplemente una creencia, una ilusión del sentido material” (pág. 71). Identificar que el mal es nada nos da poder para ver a través de lo que parece ser, pero no es, y para percibir lo que es real y verdadero. Esto no es un ejercicio intelectual; es el discernimiento espiritual que trae curación y regeneración a la experiencia humana.

La palabra ilusión fue parte integral de mi primera curación significativa en la Ciencia Cristiana. Una semana antes de irme a la universidad para comenzar la orientación del primer año, tuve un accidente de motocicleta. Debido a que había cumplido dieciocho años, pude decidir sobre el tipo de atención que deseaba. Cuando mis padres me preguntaron si quería ir a un hospital, dije que no. Aunque mis lesiones eran graves, había confiado mi salud y bienestar a Dios toda mi vida. Sabía que también podía hacerlo en ese momento.  

Me volví de todo corazón a Dios y le pregunté: “Padre, ¿qué necesito saber acerca de mí misma para comprender que estoy sana?”. Abrí Ciencia y Salud, y mis ojos se posaron en este pasaje: “¡Ciudadanos del mundo, aceptad la ‘libertad gloriosa de los hijos de Dios’ y sed libres! Este es vuestro derecho divino. La ilusión del sentido material, y no la ley divina, os ha atado, enredado vuestros miembros libres, mutilado vuestras capacidades, debilitado vuestro cuerpo, y desfigurado la tabla de vuestro ser” (pág. 227). Esto trajo lágrimas de alivio, y una vislumbre de que, aunque no lo parecía, todo estaba bien. Sentí que Dios estaba diciendo: “La situación material no es el cuadro verdadero. Tú eres Mía, y nada puede quitarte tu herencia como Mi amada hija: libre, armoniosa, sana, alegre, perfecta”. 

Esta revelación cambió mi enfoque de un cuerpo dañado a la hermosa imagen de Dios. A medida que un sentido mortal de las cosas dejaba de mesmerizarme o engañarme para que pensara que una imagen equivocada era la realidad, yo rechazaba esta falsa percepción y mantenía mi pensamiento en Dios. Al final de la semana estaba completamente sana; no solo físicamente bien, sino que era más capaz de ver espiritualmente. 

Engaño

La receptividad espiritual es vital para exponer y corregir los engaños acerca de la realidad. Numerosas veces la Sra. Eddy se refiere a la necesidad de abrazar esta cualidad, por ejemplo: “Cuando, al igual que niños pequeños, seamos receptivos, y estemos dispuestos a aceptar el Principio y regla divinos del ser, tal como se revelan en la Ciencia divina, encontraremos que la interpretación que ésta contiene es el Consolador que nos guía al conocimiento de toda la verdad” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 189). Y Jesús enseñó que la receptividad como la de un niño es esencial para experimentar el reino de los cielos: “De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Lucas 18:17). El corazón de un niño ama naturalmente y responde a la bondad, la sustancia misma de Dios. 

Si aceptamos y respondemos a las creencias materiales —nacer en la materia, envejecer y morir en la materia— nuestras vidas no pueden expresar nada más elevado que esos conceptos. Ciencia y Salud explica: “A medida que los mortales renuncien a la ilusión de que hay más de una Mente, más de un Dios, el hombre a semejanza de Dios aparecerá, y este hombre eterno no incluirá en esa semejanza elemento material alguno” (pág. 191). Al llenar nuestra consciencia con lo que Dios nos dice, comenzamos a ver y experimentar nuestra naturaleza divina.

Identificar el mal como nada nos da poder para ver a través de lo que parece ser, pero no es, y para percibir lo que es real.

Hace aproximadamente un año me fracturé el hombro mientras esquiaba. Cuando fui a buscar un cabestrillo, me sacaron una radiografía del brazo, y me dijeron que, debido a la naturaleza de la fractura, necesitaría ver a un especialista. Me dolía en extremo, pero me di cuenta de que tenía que tomar una decisión. La voz del razonamiento material presentaba hipótesis detalladas de que mi brazo no se estaba sanando correctamente, y presionaba para que fuera a ver a un especialista. Sin embargo, sabía que podía escuchar la voz de la realidad divina: la declaración de Dios de que Él me había hecho a Su imagen y semejanza, totalmente espiritual. 

Un momento crucial vino con estas declaraciones de las Escrituras: “La voz del Señor es poderosa, la voz del Señor es majestuosa” (Salmos 29:4, LBLA), y “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45:22). El engaño de la fractura fue expuesto, y opté por confiar en Dios en lugar de en el tratamiento médico. Muy pronto el dolor desapareció por completo. En poco tiempo volví a mi rutina diaria de nadar cinco días a la semana con total libertad de movimiento. Hoy ese brazo es más fuerte que el otro. 

Confusión

Cuando no sabemos a dónde acudir, qué hacer o cómo pensar, es que hemos aceptado la falsa noción del conflicto: los incompatibles mensajes de la creencia mortal y la comprensión espiritual. Esta mezcla confusa es una negación flagrante de la unicidad de Dios, quien es la Mente divina. La enseñanza de las Escrituras es clara: “Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es” (Deuteronomio 6:4).

Ciencia y Salud afirma: “Cuanto más alto edifica el conocimiento falso sobre la base de la evidencia obtenida de los cinco sentidos corporales, tanta más confusión sobreviene, y más cierta es la caída de su estructura” (pág. 581). Dios lo sabe todo, así que, en realidad, sólo podemos saber lo que Él sabe. Cuando nos negamos a aceptar el testimonio del sentido físico y descartamos la posibilidad de que existan muchas mentes, eliminamos la posibilidad de la confusión. Experimenté esto hace varios años cuando necesitaba vender mi restaurante. 

A las 10 de la noche antes del cierre de la venta, me enteré de que los compradores no habían podido obtener una licencia esencial para concretar la compra. Habían planeado hacerse cargo de mi contrato de arrendamiento sin pagarme hasta que completaran este proceso de tres a seis meses. Con el cierre programado para las 10 de la mañana del día siguiente, parecía que no tenía más remedio que aceptar su irrazonable oferta. Ya había cerrado el restaurante y dejado ir a los empleados. Si no vendía, tendría que comenzar el proceso de un año para buscar un comprador. Y mientras tanto, adeudaría un alquiler sin fuente de ingresos.   

Me sentía completamente confundida acerca de cómo proceder. Al buscar la guía de Dios, rápidamente vi la lógica defectuosa de creer en muchas mentes. Así que razoné con Dios, la Mente única, como se nos invita a hacer en la Biblia: “Venid ahora, y razonemos —dice el Señor” (Isaías 1:18, LBLA). Apartar la vista de la falsa imagen de la maquinación fue reconfortante. Estaba segura de que podía confiar en nuestro Dios que es todo-conocimiento, todo-acción y todo-amor para que me guiara hacia adelante. 

Cuatro horas antes del cierre, tenía instrucciones claras sobre cómo proceder. Resolví no ceder a las demandas injustas y les dije a los compradores que no vendería. ¡Yo estaba feliz! Dios me había dicho qué hacer, y yo confiaba en Él. 

Dos horas después, mi corredor de bienes raíces me llamó para hacerme saber sobre otro comprador. Este grupo se había interesado un año antes, cuando el restaurante ya estaba bajo contrato. Su cierre para comprar otro restaurante acababa de fracasar, y querían saber si mi restaurante estaba disponible. Lo compraron por mucho más de lo que los otros compradores habrían pagado, y cerraron el negocio en tres meses. Yo estaba mentalmente de rodillas, maravillada y llena de gratitud por el poder de Dios, quien no conoce confusión alguna.

Creo que el orador del museo tenía razón: “No puedes confiar en lo que te dicen los sentidos materiales. Te engañarán cada vez”. Nuestra Guía declara elocuentemente: “La evidencia de los sentidos físicos a menudo revierte la Ciencia verdadera del ser, y crea así un reino de discordia, asignando poder aparente al pecado, la enfermedad y la muerte; pero las grandes verdades de la Vida, correctamente comprendidas, derrotan esta tríada de errores, contradicen sus falsos testigos y revelan el reino de los cielos, el verdadero reino de la armonía en la tierra” (Ciencia y Salud, pág. 122).

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