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Original Web

RELATOS DE CURACIONES

Salvada de un intento de violación

Del número de julio de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 14 de marzo de 2022 como original para la Web.


Una noche, cuando abrí la puerta de mi habitación para ir a la cocina a tomar un vaso de agua, la luz de mi habitación brilló sobre un hombre agachado en el pasillo frente a mí. Parecía algo surrealista. Grité, esperando que mi compañera de cuarto, dormida en la habitación de al lado, viniera a ayudarme, pero no me escuchó. 

El intruso pegó un salto, me agarró y me empujó a mi habitación. Envolvió una funda de almohada alrededor de mi cabeza y me obligó a tirarme al suelo. Me sentía confundida y en pánico; mi mente estaba acelerada, y tenía la certeza de que él estaba allí para violarme. No luché físicamente contra él, y no sabía qué haría si yo volvía a gritar, así que me quedé callada. Fue entonces que sentí un cuchillo en la espalda.

Las palabras “No puedo respirar” salieron de mi boca como una súplica para que quitara la funda de almohada de alrededor de mi cabeza. Se enojó, presionó el costado de la hoja del cuchillo un poco más fuerte contra mi espalda y me dijo que me callara. La habitación se sentía llena de oscuridad mental, y pensé que mi vida había terminado. 

Recurrí a Dios con todo mi ser. Me entregué de todo corazón a la buena voluntad de Dios y rápidamente razoné que Él era mi única ayuda. Tomé conciencia de que sólo Dios, el Amor divino, llenaba todo el espacio y era el único poder del universo. 

No tenía ningún sentido del tiempo ni del espacio. Sentí como si se levantara un velo, y no tuve miedo. Después de un momento de esta profunda comunión con el Amor divino, el sentimiento en la habitación comenzó a cambiar. El hombre había estado apresurado, agitado y ansioso, pero ahora yo podía sentir la presencia calmante de Dios mientras oraba y afirmaba que Dios era el poder salvador. Percibí que el temor se disipaba. Me sentí llena del poder de Dios cuando dije en voz alta y con convicción: “No tienes que lastimarme. Dios te ama; eres un buen hombre. Dios me ama a mí también. Soy la hija querida de Dios. Dios está llenando esta habitación en este momento, y Él te ama”.

Las palabras fluyeron de un lugar dentro de mí que no sabía que estaba allí. Sentí el inconfundible poder protector y el amor de Dios. Fue milagroso y divinamente natural al mismo tiempo. Solo tenía el profundo conocimiento de que el Amor divino estaba manejando esta situación con precisión. El tono del cuarto pasó del miedo insoportable al amor palpable. La experiencia parecía estar envuelta en una cálida presencia. Sabía que Dios era mi Padre-Madre, calmando mi temor.

El comportamiento del intruso cambió drásticamente. Guardó el cuchillo y me quitó la funda de almohada de la cabeza. Parecía tranquilo cuando me levantó del suelo y me llevó a la habitación de mi compañera de cuarto, quedándose detrás de mí para que no viera su rostro. Abrió la puerta y me arrojó al suelo. Luego bajó corriendo por las escaleras y salió por la puerta principal.

Para entonces, mi compañera de cuarto se había despertado. Los vecinos que habían escuchado la conmoción también vinieron a ayudar. Pero ya no tenía miedo. Estaba atónita, asombrada y profundamente conmovida. Cuando la policía vino y me interrogó durante horas, no pude dejar de hablar de cómo había sido protegida. (Más tarde, me enteré de que este hombre había intentado atacar a otra persona y había sido asesinado. A pesar de este resultado, confié en que él sería capaz de arrepentirse de sus delitos, ya que el mal no es algo natural para los hijos de Dios.) 

Las primeras líneas del Himno 370 del Himnario de la Ciencia Cristiana seguían resonando en mi mente:

Con el Cristo me refugio
en el plan que Dios me da,
y en la pura unión eterna
veo al hombre en perfección.
(Nellie B. Mace, trad. © CSBD)

Cuando llegué al trabajo al día siguiente, me sentía libre, a pesar de los sucesos de la noche anterior. También me sentí inspirada a renunciar a una tarea en el trabajo que me había hecho sentir mentalmente agobiada y melancólica, y a regresar al trabajo esencial que tanto me gustaba. Me recuerda el poder detrás de este pasaje de Salmos: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra” (139:7-10).

Pamela Herzer
Solvang, California, EE.UU.

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