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Posesión

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 10 de mayo de 2019

Publicado originalmente en la edición de Junio de 1917 de The Christian Science Journal.


Entre los mortales existe la creencia de que pueden llegar a ser los privilegiados poseedores o propietarios de algo. Cuando por medio del procedimiento jurídico acostumbrado un hombre adquiere un bien inmueble, siente el fuerte deseo de ponerle una cerca y mantener alejados a todos los demás. Luego sigue la creencia, universalmente reconocida, de que es propietario de una cierta cantidad de la superficie de la tierra y que la ley lo protege y defiende la posesión privada de la misma. Edifica una casa y la ocupa, dice que es suya y nadie tiene permitido acercarse o entrar en ella contra los deseos del propietario sin que se lo considere un intruso. En nuestro grado actual de desarrollo se entiende, en general, que una propiedad es algo que debe tener un dueño; que la tierra y todo lo que hay en ella puede dividirse en secciones y parcelas, y que distintos individuos pueden reclamar la posesión de una cantidad mayor o menor de la misma con exclusión de los demás. No obstante, todo esto se basa en la suposición de que la materia es sustancia y que el hombre es el propietario de ella.

A través de los ilusorios procesos de la creencia mortal la verdad es aparentemente invertida; los pensamientos se exteriorizan en forma de cosas, las cuales son reclamadas, poseídas y dominadas por individuos. Algunas personas tienen una propiedad muy grande, otras, una pequeña, mientras que muchas otras no tienen nada en absoluto. Esta distribución de posesiones materiales aparentemente desigual engendra envidia, celos y contiendas, e insta, con frecuencia, a quien no consigue satisfacer los deseos de su corazón, a recurrir a medios dudosos, por no decir a la fuerza física, para obtener su objeto. Puede decirse que el noventa por ciento de las guerras y contiendas del mundo se han iniciado y proseguido a causa de la violación de los llamados derechos de propiedad, o debido al deseo de ampliar la posesión o el dominio material. 

Tan pronto como un hombre se encuentra en posesión de cierta cantidad de materia —casas o tierras, acciones o bonos— es acosado por un sentido de responsabilidad personal por su riqueza y el temor de que en algún momento pueda verse privado de ella. Todo el sistema de derechos de propiedad y división de la propiedad se basa en la suposición de que la materia es sustancia, una ilusión que algún día deberá ser disipada por la ley de Dios, la cual declara que la Mente es la única sustancia. Es probable que este cambio no se produzca de la noche a la mañana, sin embargo, mediante la conducta y la forma de pensar correctas, a su debido tiempo, se establecerá el verdadero concepto, a saber, que “La tierra es del Señor y todo lo que hay en ella” (Salmo 24:1, NTV). A decir verdad, todo en este mundo pertenece a Dios y, por reflejo, le pertenece también al hombre, quien es la imagen y semejanza de Dios. Cuando en nuestra demostración hayamos llegado al punto de poder resolver las cosas en pensamientos, será posible multiplicar estos pensamientos a fin de que cada individuo pueda reflejar y poseer todo lo que pertenece a su Hacedor.

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