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Para jóvenes

Cuando mis amigas me abandonaron

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 23 de marzo de 2020


P: Mi amiga me abandonó. Quiero tener otra amiga, pero todavía sigo enojada y tengo miedo de que me vuelvan a herir.

R: Cuando estaba en la escuela secundaria, las chicas más populares de la escuela se apartaron de mí por un error que había cometido y que luego admití haberlo hecho. Esto fue muy difícil por muchas razones, pero la más grande era que ellas habían sido mis amigas. Además, yo había sido honesta respecto a mi error, pero otras en el grupo no admitieron que ellas también habían participado. Sin embargo, fue a mí a quien todas le dieron la espalda.

Durante el resto del año, no me invitaron a las fiestas y nadie quería hablar conmigo. Almorzaba con la consejera de la escuela para no sentarme sola en la cafetería. Me torturaba pensar que a mis antiguas amigas no les caía lo suficientemente bien como para perdonarme. Ellas eran todo para mí, así que cuando me excluyeron, sentí como si no tuviera nada.

Después de eso, me pareció más fácil fingir que no necesitaba a nadie o nada. Pensaba que estaría mejor si no sentía, así que puse un muro alrededor de mi corazón. Sin embargo, luchaba con esto porque tener amigas me hacía sentir bien, completa. Así que, cuando finalmente permitía que alguien se acercara, y después me traicionaba o era mala conmigo, el dolor era muchísimo peor.

Yo no crecí practicando la Ciencia Cristiana. Pero después que la conocí, realmente traté de orar acerca del hecho de sentirme tan herida por las amistades. Incluso de adulta, todavía me sentía mal debido a esas relaciones pasadas. Sin embargo, una vez que supe que orar en el presente podía ayudar con las cosas del pasado, comencé a trabajar para perdonar a esas amigas y liberarme de ese sufrimiento.

Un pasaje que me ayudó está en la Biblia y lo dijo Jesús: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen” (Mateo 7:6).

Realmente nunca me había gustado este pasaje porque me parecía muy violento. Sin embargo, se parecía mucho a lo que yo había experimentado: Le daba mi tiempo y mi afecto a una amiga, y luego ella me pisoteaba. Pero al orar para percibir el significado espiritual de este mensaje, como estaba aprendiendo a hacer en la Ciencia Cristiana, tuve una revelación. Me di cuenta de que Jesús nunca dice que debemos odiar a aquellos que actúan como perros o cerdos. Él nos estaba recordando que debemos ser sabios en lo que compartimos y prudentes cuando se trata de dar a aquellos que no saben apreciar el bien que tenemos para ofrecer. Pero incluso si damos nuestras perlas y son pisoteadas, podemos alejarnos sin odio o resentimiento.

Después de orar de esta manera por muchas relaciones de mis años de adolescente, sentí más del amor de Dios tanto por mí como por esas amigas; y la repetición mental de aquellos incidentes finalmente cesó.

A veces nuestros corazones sufren de heridas que parecen insoportables. Pero he aprendido que esos momentos pueden en realidad instarnos a alcanzar una comprensión espiritual mayor y más profunda de qué es realmente el amor. También he aprendido que el amor verdadero viene de Dios, el Amor divino. De modo que, si yo realmente quiero saber cómo amar, entonces es necesario que el Amor sea fundamental para mí. Debo dejar que el Amor dirija mis pensamientos y acciones y me muestre cómo deben ser mis relaciones. Puedo hacerlo escuchando al orar la guía de Dios. Y también puedo permitir que Dios me muestre cuáles amistades son realmente para mí, apartándome sin temor de aquellas que no parecen productivas, saludables o equilibradas. Mantenerse cerca del Amor divino quiere decir que no tengo que sentir una gran pérdida si soy guiada a apartarme de una relación malsana, porque el Amor ya está llenando ese espacio.

Hallo que soy más feliz cuando pongo a Dios primero, en vez de preocuparme por las opiniones ajenas o tratar de hacer felices a los demás solo para caerles bien. Y también encuentro que cuando pongo a Dios primero, mis “perlas”, o mis buenos pensamientos y buenas cualidades, son protegidas, porque estoy dejando que Dios me guíe a compartirlas con los demás. 

Ahora sé que no necesito dejar de sentir demasiado porque Dios me ha dado suficiente amor para compartir con todos, así como la sabiduría para hacerlo del modo correcto. Me siento tan libre al saber que cada uno de nosotros puede amar sin muros alrededor de nuestros corazones; y que cuando lo hacemos, podemos sentirnos a salvo. 

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