No podía dejar de pensar en lo que había visto. Una tarde, al mirar por encima del hombro de un miembro de la familia, accidentalmente vislumbré una imagen que realmente me perturbó. Pasé toda la noche preocupado por eso. Era escalofriante, y no quería pensar en ello.
Durante años después de haber visto esa imagen perturbadora, su recuerdo me preocupaba casi todas las noches. Hacía todo lo posible para no pensar en ella, pero nunca funcionaba. Cuanto más intentaba eliminar la imagen a la fuerza, con más persistencia regresaba.
Entonces, un día, cuando estaba de viaje, me di cuenta de algo: La imagen perturbadora no era mi amo. Dios tenía el control de mí y de mis pensamientos. Y puesto que Dios sólo es bueno, el bien era realmente lo único que tenía poder sobre mí. Supe que ya no tenía que vivir con temor a esa imagen.
Hay un pasaje de la Biblia que explica cómo comencé a abordar las cosas después de eso. Dice: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31). Comprendí que, dado que Dios está de nuestro lado, por más aterrador que pueda ser un problema, no puede prevalecer. Con Dios, no tenemos que vivir con temor a nada.
Me di cuenta de que, en el pasado, cuando trataba de eliminar la imagen a la fuerza, era como darle poder a la imagen sobre mí, porque sentía que tenía que luchar con ella. En cambio, aprendí a dejarla ir, porque sabía que Dios estaba conmigo, así que no había nada que temer. Como dice la Biblia: “Diré yo al Señor: Refugio mío y fortaleza mía, mi Dios, en quien confío. Porque Él te libra del lazo del cazador y de la pestilencia mortal. Con sus plumas te cubre, y bajo sus alas hallas refugio; escudo y baluarte es su fidelidad” (Salmos 91:2-4, LBLA). Cuando la imagen me vino a la mente, ya no traté de luchar contra ella; simplemente desapareció.
Después de eso, la imagen ya no dominó mis pensamientos; No pensaba en ella a cada momento del día, y ya no sentía temor. Pude ver cómo, en cierto modo, al tenerle tanto miedo, había estado haciendo un “dios” de ella. Sin embargo, no era un dios, así que no tenía que acobardarme de miedo. No necesariamente porque no pareciera aterradora, sino porque estoy bajo la protección del único Dios.
Debido a esta experiencia, ahora sé cómo lidiar con las imágenes intrusivas, y me siento más seguro de que Dios realmente tiene el control de mis pensamientos y de toda mi vida.
