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Para jóvenes

¿Quién está en el centro de tu carrera?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 11 de enero de 2021


Cuando era niña, no me consideraba una corredora. Pero durante mi segundo año en la universidad, una amiga me convenció para que corriera una “Turkey Trot”, carrera de 5000 metros que se celebra cerca del día de Acción de Gracias, en los Estados Unidos. Para mis adentros, estaba realmente nerviosa. 

Sin embargo, aunque las carreras de entrenamiento al principio eran difíciles, rápidamente me enamoré del deporte cuando me di cuenta de que me daba la oportunidad de sentirme cerca de Dios. Desde que era una niña en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, me ha encantado saber que todo lo que hacemos es algo más que la actividad misma. Se trata de comprender que Dios es la fuente de toda bondad y reconocer que expresamos Sus cualidades, lo que luego nos ayuda a superar las limitaciones. 

Descubrí que cuando corría, había muchas oportunidades de orar activamente para reconocer cómo estaba expresando las cualidades de Dios. Contrariamente a lo que había pensado, correr no se trataba meramente de atletismo, sino de sentir la fortaleza ilimitada y la “energía divina” que provienen de Dios, el Espíritu (véase Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, pág. 249).

Mi “Turkey Trot” estuvo bien, y después de eso, empecé a correr con más frecuencia. Llegó a encantarme tanto que me puse como meta correr media maratón. Cuando descubrí que una amiga cercana también quería hacerlo, ¡decidimos participar en la 2019 GO! La media maratón de San Luis, Misuri. 

Yo estaba entusiasmada, aunque nunca había corrido más de seis kilómetros y medio de una sola la vez en mi vida. ¿Podría estar realmente lista para correr 21 kilómetros dentro de unos pocos meses?

Estaba decidida a lograr este objetivo, así que diseñé un plan de entrenamiento, y durante las vacaciones de invierno trabajé para aumentar mi resistencia y rendimiento. No obstante, durante una de mis carreras me exigí demasiado y distendí o forcé algo en mi muslo interno. Tenía miedo de que, si me tomaba un descanso o me desviaba demasiado de mi estricto plan, no estaría preparada el día de la carrera. Así que traté de seguir corriendo y esforzarme a pesar de la incomodidad. Pero pronto me di cuenta de que me ayudaría más dejar de correr y tratar la lesión por medio de la oración. 

Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara conmigo, y una de las ideas que manifestó fue que podía cambiar mi enfoque de ejercitar mi cuerpo a ejercer dominio sobre él. Esto significaba que tenía la autoridad que Dios me había dado para rechazar cualquier cosa que Él no podría causar ni causaría, como lesiones o dolor. En cambio, podía adoptar las cualidades de Dios, tales como agilidad y flexibilidad, y comprender que nada podía interponerse en el camino para impedir que yo las expresara, ya que soy espiritual y reflejo a Dios.

Quedé muy agradecida cuando el dolor desapareció, y volví a correr; pero tenía miedo de distenderme algo otra vez. Además, también participaría en la producción de baile de mi universidad, y perderme eso o la carrera era impensable.

Hacia la mitad del semestre, me distendí el mismo músculo e instantáneamente me invadió el temor. Faltaban tan solo dos semanas para la carrera y otras dos semanas después, sería la producción de baile. Cuando hablé con mi mamá sobre cómo me sentía, ella compartió un acrónimo en el que había pensado mientras oraba: DEI, o:

Deja al
Ego
Ir (delante de mí)

Me dijo que necesitaba dejar que el Ego, o Dios, fuera delante de mí, o me guiara en el camino, y me di cuenta de que esto también quería decir que necesitaba dejar de lado el ego con e minúscula, el cual representaba el sentimiento de que estaba separada de Dios o que yo era mi propia fuente de habilidad y fortaleza. Se me ocurrió que esta carrera se había vuelto más centrada en mí que en Dios. Correr había sido una vez mi oportunidad de expresar a Dios, y desde entonces se había convertido en una competencia conmigo misma.

Empecé a orar para ver más de Dios expresado no solo en mis carreras, sino también en las prácticas de baile. Me centré menos en mí misma y más en las cualidades de Dios, tanto en mí como en todos a mi alrededor. A continuación, tuve una rápida curación y el temor se esfumó. Pronto pude correr y bailar normalmente otra vez.

El día de la carrera, le pedí a una practicista de la Ciencia Cristiana que orara conmigo, y me dediqué a expresar libertad, gracia y movimiento: cualidades de Dios. Mis amigos también me animaron y apoyaron desde las tribunas. Corrí los 21 kilómetros y terminé con enorme alegría y energía. No tuve efectos secundarios de la carrera de larga distancia, y pude participar sin problemas en las dos semanas intensas de ensayos para el espectáculo de baile. 

Aprender lo que significa mantener el Ego divino, Dios, en el centro de las cosas y eliminar un sentido personal del ego ha sido una lección que se ha extendido más allá de mis carreras. Me ha encantado aplicarlo a todos los aspectos de mi vida y ver que hacerlo siempre elimina las presiones y me permite ver y expresar más a Dios.

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