La historia ciertamente ha incluido muchos conflictos y guerras. Al mismo tiempo, siempre ha habido individuos, grupos y naciones que abogan por la paz y la diplomacia, así como una mayor comprensión y paciencia con respecto a las diferencias nacionales e internacionales.
Las conciencias y oraciones de muchos lectores de esta revista quizás tiendan a estar orientadas hacia el final de toda guerra y conflicto, ninguno de los cuales está en armonía con el hecho de que Dios es Todo y todo el bien. Estas son oraciones elevadas y vitales, y ciertamente cubren un aspecto importante del crecimiento de la humanidad.
Pero me gustaría centrarme en cómo podemos orar con eficacia cuando estamos en medio de un conflicto humano, ya sea tan grande como una guerra visible en todo el mundo o más pequeño y personal.
Detrás de cada conflicto humano hay individuos con puntos de vista en desacuerdo. Pero independientemente del lado de un conflicto en el que se encuentre alguien, todos tienen un sentido espiritual innato y una unidad inquebrantable con Dios, el bien.
La Ciencia Cristiana enseña que Dios es el Principio de toda bondad. Si aceptamos eso, entonces también aceptaremos que las ideas de este Principio divino (es decir, todos nosotros como hijos de Dios) están completamente de acuerdo con él. Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, afirma: “El Principio y su idea es uno, y este uno es Dios, el Ser omnipotente, omnisciente y omnipresente, y Su reflejo es el hombre y el universo” (págs. 465-466). La idea no es el Principio, pero nunca puede separarse de su fuente en pensamiento o en acción. La Biblia ilustra este punto en todas partes. También enfatiza que el hombre, la idea de Dios, tiene una herencia que es espiritual e incorruptible (véase 1 Pedro 1:3, 4). Todo esto quiere decir que cuando estamos orando acerca de la guerra, puede ser increíblemente eficaz comenzar con esta premisa y luego apoyar continuamente el hecho de que la influencia de este Principio divino, el Amor, está llegando a cada consciencia de una manera en que ese individuo será receptivo a ella.
Puesto que cada uno de nosotros tiene un sentido espiritual innato, tenemos la capacidad de discernir lo que es correcto, real y verdadero. Esta conciencia puede tener un impacto inmediato, transformando el carácter y el corazón, a veces en un instante. También puede inspirar en el pensamiento de alguien una decisión correcta y una acción repentina que traigan seguridad y paz a ese momento.
Este tipo de oración no consiste en tratar de alinear a alguien con la forma en que nosotros vemos las cosas; en cambio, reconoce que cada corazón es en realidad naturalmente receptivo y orientado hacia Dios, el bien, porque cada uno de nosotros es Su expresión. Y podemos mantenernos firmes en la comprensión de que nada puede impedir que cada persona vea esto.
Este tipo de oración puede específicamente desafiar y destruir el falso concepto de que una persona o grupo de personas ha caído en la oscuridad mental y no puede menos que atacar. Esa es una mentira anticuada, y aunque pueda parecer que se agrava cuando su engaño es destruido, no puede resistir la luz de la Verdad o el Amor divino que llega a cada consciencia.
A principios de la década del 2000, estaba sirviendo en el ejército en medio de una guerra tumultuosa. Sé que muchas personas en todo el mundo estaban orando fuertemente por la paz y el fin de todo el conflicto. Pero también conozco personalmente a un puñado de personas (y estoy seguro de que había muchas más) que estaban incansable y específicamente en su “puesto de oración” cada día para apoyar la seguridad y el bienestar del lugar para todos los afectados por las hostilidades. Apreciar la capacidad ininterrumpida del hombre para discernir y valorar el bien era la esencia de esas oraciones.
Durante mi tiempo en ese conflicto, dirigía soldados y a menudo tenía que tomar decisiones rápidas y bien fundadas. Cada mañana reconocía en oración que mi deber más elevado era ser receptivo a la influencia del Amor divino, Dios, y responder de inmediato a ese impulso espiritual más elevado.
En un caso, después de haber sido objeto de un ataque sorpresa preciso y agudo, mis pensamientos iniciales fueron impulsivos, y di malas instrucciones a mi pelotón. Pero un momento después, sentí que la quietud y la claridad eliminaban la niebla mental. Sabía que esa quietud venía de Dios. De inmediato di una contraorden que era precisa y segura para todos. En lugar de que la situación se intensificara, disminuyó rápidamente, para gran beneficio de los transeúntes, así como de los directamente involucrados.
Puedo recordar muchos casos en los que un camino seguro y más pacífico apareció justo en medio de una operación táctica, instancias en las que yo u otro miembro del pelotón reconocíamos y respondíamos fielmente a un impulso hacia la resolución y la armonía. Y creo que muchos de nosotros estuvimos cada vez más conscientes de que había un camino más elevado a través de lo que a veces parecía ser el “valle de sombra de muerte” (Salmos 23:4). Para mí, este camino más elevado era lo que Cristo Jesús señaló a sus seguidores: una profunda conciencia de la omnipotencia del Espíritu, Dios. Era esta conciencia intrínseca que Jesús estaba sacando de sus seguidores lo que podía elevar todo por encima de las olas del temor y el conflicto para ver y sentir verdaderamente el poder y la comprensión espiritual de su mandato al viento y a las olas: “Calla, enmudece” (Marcos 4:39).
Tu apoyo específico al sentido espiritual de cada individuo —ya sea agresor o víctima— es una ayuda poderosa y directa. En este tipo de vigilancia de oración, nadie queda fuera; llega a todos los niveles de combatientes, desde las tropas hasta el líder, ya que Cristo pone cada pensamiento en conformidad con la Verdad.