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Este es tu lugar

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 18 de julio de 2022


Creo que ese día llevaba pantalones vaqueros y un suéter. Lo que sí recuerdo con certeza es que hacía frío afuera, tenía que caminar más de tres kilómetros después de salir del metro, y nunca se me pasó por la cabeza que sería incorrecto llevar jeans. Pero cuando llegué a la iglesia, uno de los miembros me miró de reojo.

“¿Jeans en la iglesia?”, preguntó, levantando una ceja.

No hacía mucho que era miembro de esa iglesia. Acababa de salir de la universidad, entusiasmada por ayudar, y la iglesia me había parecido el lugar perfecto para ofrecer mis oraciones y energías. Pero ese momento me desanimó. De repente, me encontré preguntándome si ese era realmente mi lugar correcto.

Hay muchas razones por las que cualquiera de nosotros podría preguntarse si es nuestro lugar correcto estar entre nuestros compañeros estudiantes de la Escuela Dominical o las personas que conforman nuestra iglesia. Lo que vestimos, cómo nos identificamos, lo que estamos seguros —o no tan seguros— que creemos acerca de nuestra religión, incluso cómo hablamos de nuestras propias experiencias muy personales de Dios, podría llevarnos a una conclusión incómoda: Tal vez somos realmente forasteros. Quizá nunca seremos bienvenidos.

Pero ¿es esa la interpretación correcta de estas diferencias a veces evidentes? Eso fue lo que tuve que preguntarme después del drama de los jeans. 

Siempre había pensado que la Ciencia Cristiana era la forma más inclusiva de ver el mundo que jamás había encontrado. Toda la creación, explicó Mary Baker Eddy, está gobernada por las leyes espirituales y universales del bien. Nadie se encuentra fuera de ellas. La Ciencia Cristiana nos ayuda a comprender estas ideas y a hacerlas prácticas, pero incluye a todos, ya sea que las personas se llamen a sí mismas Científicos Cristianos o no.

Entonces, ¿por qué el sistema espiritual más inclusivo y expansivo no tendría solo a los miembros de la iglesia más inclusivos y de pensamiento receptivo? Un día, al orar acerca de esa pregunta, obtuve una vívida imagen mental de los líderes religiosos de la época de Jesús criticando sus curaciones y diciéndole a la gente que él estaba haciendo la obra del diablo. ¡Ay! En lugar de abrazarlo a él y a las nuevas ideas que traía, criticaron, se burlaron y se resistieron a ellas.

Entonces comprendí que no se trataba de que la gente acosara a Jesús, así como no tenía nada que ver con mi situación mucho menos extrema de la señora de la iglesia a la que no le gustaba la forma en que me vestía. Era simplemente lo opuesto a la inclusión y la expansividad que venían a la mente como si fueran los propios pensamientos de esas personas. Pero esos pensamientos no eran suyos, ni de nadie. No venían de Dios, por lo que no tenían fuente ni poder real. Y nadie podía ser engañado por ellos. Incluyéndome a mí.

Sí, yo tenía que mejorar mi forma de pensar, al comprender que juzgar a esa mujer me había hecho tener algunas opiniones propias. Y mi corazón se ablandó cuando me di cuenta de que, ya sea que ella quisiera abrazarme o no, yo, no obstante, podía abrazarla a ella. Podía traer a la iglesia lo que creía que era importante —inclusión, un pensamiento receptivo, amor— y de esa manera, esas cualidades siempre estarían conmigo en la iglesia, ya fuera que todos los demás las expresaran o no.

Después de eso, me pareció natural regresar a la iglesia. Y esa mujer nunca volvió a comentar sobre mi ropa. Sin embargo, unos años más tarde, cuando estaba pasando por un momento difícil después de una ruptura, aunque no se lo había dicho a nadie, ella me sorprendió acercándose a mí después del servicio un domingo e invitándome a su casa para almorzar. Era exactamente el amor que necesitaba en ese momento. Era exactamente el amor que siempre había sabido que estaba ahí para todos nosotros en la iglesia. 

Y fue como si Dios me estuviera diciendo lo que nos dice a cada uno de nosotros, sin importar quiénes somos, cómo nos vemos, o si sentimos o no que es nuestro lugar correcto: Este es tu lugar. Porque lo es.

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