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Para jóvenes

Ningún problema es demasiado pequeño… o demasiado grande

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 6 de junio de 2022


El “mundo real” y sus problemas parecían muy diferentes de lo que había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, y no estaba segura de poder lidiar con ellos. 

“Dios es Amor” eran las tres palabras en letras grandes en la pared delantera de la Escuela Dominical a la que había asistido desde que era pequeña. Mientras crecía, este gran hecho llegó a significar cada vez más para mí, y me encantaba pensar en que el Amor era incesante, inmutable e incondicional. Pero cuando salí al “mundo frío y cruel” como una joven adulta, me resultaba difícil ver la totalidad, omnipresencia, unicidad y bondad de Dios, y mucho menos probarlas. 

De hecho, al recordar mi temprana edad adulta, tendría que llamarme a mí misma una Científica Cristiana “Ricitos de Oro”. Aunque quería experimentar el poder sanador de Dios, sentía como que estaba esperando que surgiera el problema “más apropiado” para poder abordarlo con la oración. Pero cada problema parecía demasiado pequeño como para molestarme en resolverlo, o demasiado grande para que lo tratara. Si Dios no me hubiera despertado, todavía estaría esperando. Pero afortunadamente, ¡Él me despertó!

Así es como sucedió. Una noche antes de acostarme, estaba leyendo “Los frutos”, el último capítulo de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Este capítulo es una compilación de cartas de agradecimiento de gente nueva en la Ciencia Cristiana a la autora del libro y Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy. Estas personas habían sanado de todo tipo de problemas —incluidos los realmente grandes— solo con la lectura de Ciencia y Salud. 

Lo que más me impresionó fue ver que estas personas, todas nuevas en la Ciencia Cristiana, no habían esperado un problema “a su medida”. Más bien, el comprender lo que estaban aprendiendo acerca de Dios mediante la lectura del libro, los había sanado espontáneamente, naturalmente. 

Me di cuenta de que mientras yo estaba atrapada pensando que mi comprensión era demasiado pequeña como para hacer alguna mella en mis problemas, estos lectores de Ciencia y Salud habían demostrado desde el principio lo que estaban aprendiendo. Esto me ayudó a ver que la comprensión y la demostración —o poner en práctica estas ideas acerca de Dios— van de la mano. En realidad, trabajan y crecen juntas, y no se puede tener una sin la otra. 

Esa comprensión me despertó. “¡Yo sí conozco a Dios!”, reconocí para mí misma. Y al pensar en esas tres palabras en la pared de la Escuela Dominical, supe que la única cosa acerca de Dios de la que estaba segura era que Dios es Amor. Decidí en ese mismo momento quedarme con eso. 

A partir de ese gran hecho, razoné que no podía encontrarme en ninguna situación que fuera demasiado difícil para mí, porque un Dios que es Amor nos encontraría y nos encuentra a cada uno de nosotros justo donde estamos, y nos sigue elevando más alto. Para mí, “dónde estamos” significa en nuestro punto de necesidad, en nuestro punto actual de comprensión. ¡Por supuesto, el Amor hace eso! 

Razonando más allá del hecho de que Dios está siempre presente, es el Amor omnipotente, pude ver que pensamientos como “Este problema es demasiado grande” o “Mi comprensión es demasiado pequeña” nunca podrían venir de Dios, porque el Amor nos da todo lo que necesitamos. En realidad, esos pensamientos son una solapada negación del Amor, ya que, como la Biblia me había enseñado, el Amor nos está llamando perpetuamente a cada uno de nosotros: “¡Mírenme y sean salvos, todos los confines de la tierra! Porque yo soy Dios, y no hay otro” (Isaías 45:22, New King James Version).

¿No estaba Pablo diciendo esencialmente lo mismo cuando escribió en el Nuevo Testamento: “No es que pensemos que estamos capacitados para hacer algo por nuestra propia cuenta. Nuestra aptitud proviene de Dios” (2 Corintios 3:5, NTV). Ahora podía ver que mi práctica de la Ciencia Cristiana no se trataba de mí y mi comprensión, sino de todo lo que Dios es y hace y cómo mi propio ser fluye de eso.

¡Estaba tan agradecida por este momento decisivo! A partir de entonces, los otros nombres de Dios que había aprendido en la Escuela Dominical —Principio, Mente, Alma, Espíritu, Vida y Verdad— también comenzaron a significar más. Ciertamente había sentido y demostrado el consuelo y el fortalecimiento del Amor, y ahora estaba sintiendo que la certeza del Principio, la sabiduría de la Mente, la gracia del Alma, la espontaneidad del Espíritu, la vitalidad de la Vida y la solidez de la Verdad, me guiaban, protegían y gobernaban. Y esto me dio la confianza para enfrentar los problemas en lugar de temerlos y evitarlos. 

Cada día nos da la oportunidad de probar que nada es demasiado grande o demasiado pequeño para Dios. Él verdaderamente es Amor, y podemos sentir la fortaleza y el poder sanador del Amor cuando nos volvemos de todo corazón y con toda confianza a Él.


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