Para jóvenes
Ser más conscientes del gran valor de nuestra identidad espiritual conduce inevitablemente a una libertad más plena para ser quienes somos.
Me reconfortó saber que Dios me mostraría a dónde tenía que ir y me proveería lo necesario sin importar el camino que tomara.
No importaba cuán abrumadora pareciera mi tristeza, realmente no tenía ningún poder para impedirme experimentar el consuelo y la curación que provienen del Cristo.
Esta experiencia me enseñó que debemos cambiar nuestra perspectiva hacia Dios, el Espíritu y la verdad de que nuestra existencia es algo totalmente espiritual.
Asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana me ha enseñado que Dios, el Amor divino, satisface nuestras necesidades, ya sean grandes o pequeñas.
Como resultado de mi crecimiento espiritual, ya no sentía temor al rendir exámenes.
Comencé a identificar las hermosas cualidades espirituales de Dios que constituyen lo que soy. Algunas de ellas son la alegría ilimitada, la compasión, la confianza y la inteligencia.
Cuanto más reconocía a Dios, menos miedo y confusión sentía. Veía a Dios, la Mente, como el único que verdaderamente “tomaba decisiones”, y sabía que Él no cometía errores.
Acepté el desafío de descubrir cómo podía amarme a mí misma.
Podía aceptar que Dios gobernaba todo y que lo único que tenía que hacer era escuchar Su guía.