Relatos de curación
Como hijo de Dios, expreso perfección, y no hay ninguna parte de mí que pueda estar herida o dolorida; no puedo apartarme de la perfección espiritual que constituye mi ser.
Habíamos demostrado a través de la oración el hecho espiritual de que nada había sucedido, nada excepto que Dios, el Espíritu, cuidaba continuamente de mí porque soy Su imagen y semejanza perfecta y espiritual.
Esta declaración de Ciencia y Salud fue una dulce promesa al considerar mi intachable integridad espiritual como hija de Dios: “La Ciencia divina del hombre está tejida en una sola tela consistente, sin costura ni rasgón” (pág. 242).
La ley de Dios siempre está obrando a nuestro favor. Cada cualidad de Dios —como la salud, la libertad, el equilibrio, la alegría, el amor, la quietud y la perfección— es armoniosa, poderosa y está incluida en nuestra verdadera identidad espiritual.
Me regocijé, porque esta curación representaba el reino de los cielos, el reino de la armonía, lo que entiendo que es la perla de gran precio (véase Mateo 13:45, 46) que no se puede comprar con dinero, sino que se experimenta al estudiar y practicar la Ciencia Cristiana.
Con el apoyo amoroso y las oraciones del practicista de la Ciencia Cristiana, nuestra hija llegó sana y salva el día de Navidad. Estábamos muy agradecidos por esta evidencia del cuidado y la protección de Dios.
Al llegar a la cima de una montaña, alcancé a ver un pico prominente con un hermoso lago debajo. Con lágrimas de gratitud corriendo por mis mejillas, di gracias a Dios por Su infinita belleza.
Unos días más tarde, experimenté la necesaria transformación del pensamiento. Desperté dándome cuenta de que todo lo real, bueno o correcto es la manifestación del Amor divino: perfecto, completo y hermoso.
El progreso de la curación llegó temprano una mañana, cuando las verdades que había estado estudiando surgieron como una planta que extiende sus brotes verdes.
Cuando cocino varios platos, reflejo el amor de Dios al expresar cualidades como alegría y disciplina, que evocan sentimientos de gratitud y satisfacción en mí y en las personas para las que cocino.