Es muy probable que todos hayamos escuchado en las noticias acerca del peligro y caos que reinan en el mundo, y a veces esto hace que resulte difícil sentirse seguro y con confianza. Sin embargo, cuando escuchamos hablar acerca del peligro, o si nos encontramos en problemas, hay algo que podemos hacer para sentirnos seguros y estar a salvo. Todos tenemos control sobre lo que pensamos. El temor puede y debe enfrentarse en la consciencia humana individual.
Para hacer esto, debemos apoyarnos en Dios, la sabiduría suprema siempre presente, la cual elimina el temor, incluso el peligro. Los pensamientos de Dios nos mantienen a salvo: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11).
Ante el peligro, o cuando parece que las posibilidades están en nuestra contra, podemos recurrir a esta comprensión espiritual y ser valientes. Podemos ser una luz en un lugar oscuro y ayudar a eliminar la oscuridad del temor que revolotea sobre nosotros y sobre la humanidad. Esto se logra mediante la oración inspirada.
Es importante recordar que al orar no le pedimos a Dios que arregle algo que nosotros percibimos que está mal, así como no esperaríamos que el sol hiciera algo acerca de la noche. Desde nuestra perspectiva aquí en la tierra, experimentamos tanto la luz del día como la oscuridad de la noche, pero desde la perspectiva del sol, siempre hay solo luz y nada más que luz, no hay noche u oscuridad.
Nuestra oración puede partir del punto de vista de Dios, del reino espiritual perfecto, el reino de los cielos, la perspectiva perfecta y buena que tiene Dios de la creación; Él sólo conoce la luz y no incluye nada malo. A medida que nos aferramos a esta oración y vivimos de acuerdo con su verdad, podemos entonces esperar con confianza, y tener la expectativa de que habrá una mejoría y una resolución en lo que sea que podría parecer peligroso en nuestra experiencia humana.
La Biblia nos dice: “Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto” (Salmos 27:5). ¿Qué es este tabernáculo? ¿No es acaso el conocimiento y el estar consciente de la omnipresencia del bien, Dios, y, por lo tanto, de la ausencia del mal? Este es el lugar más seguro en el que podemos estar jamás, y se encuentra en la consciencia. Para vivir en este lugar, simplemente necesitamos desechar los pensamientos intrusos de peligro, y tomar consciencia del atento cuidado que Dios nos brinda como un pastor, para mantenernos seguros, puesto que la verdadera seguridad se encuentra siempre en Dios, no en las fuerzas o lugares materiales.
A medida que permitimos que nuestra consciencia se eleve por encima del punto de vista mortal de peligro que se nos presenta, comenzamos a reconocer que la apacible presencia del Cristo, el poder y la presencia de Dios, están siempre con nosotros, siempre pregonando la verdad de que nuestro Padre-Madre Dios está aquí mismo, manteniendo la ley y el orden. Esto es una roca, un fundamento firme, sobre el cual podemos construir una paz verdadera y fuerte. Es el “abrigo del Altísimo” (Salmos 91:1), el lugar secreto del Omnipotente, que el mundo no puede percibir, pero que Dios conoce.
Cristo Jesús conocía muy bien este lugar secreto en la consciencia. De hecho, él jamás se apartó de allí. Cuando fue amenazado por una multitud enfurecida que intentaba arrojarlo por una colina y matarlo, él caminó entre medio de esa escena, sin ser tocado ni lastimado. Aprendemos acerca del fundamento de la protección de Jesús en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, donde Mary Baker Eddy escribe: “Jesús demostró la incapacidad de la corporalidad, así como la capacidad infinita del Espíritu, ayudando así al sentido humano que yerra a huir de sus propias convicciones y a buscar seguridad en la Ciencia divina” (pág. 494).
Cuando una tormenta en el mar amenazó la vida de Jesús y sus discípulos, él pudo tranquilizar la turbulenta escena aplicando y comprendiendo la presencia y el poder de Dios, y la habilidad que tiene Dios para preservar la vida. Jesús le dijo al mar: “Calla, enmudece” (Marcos 4:39), y él y sus discípulos estuvieron a salvo. Qué reverencia debe haberse sentido al percibir la paz de Dios demostrada allí mismo donde parecía que la destrucción era inevitable. Jesús no le hizo nada al agua; más bien, reprendió la llamada ley material y demostró la presencia de la perfección y el orden espiritual, corrigiendo lo que se necesitaba en la situación humana.
Cualquiera que esté dentro del alcance del Cristo —lo cual nos incluye a todos porque el Cristo está en todas partes y siempre presente— está seguro a través de la demostración del poder del Cristo. Esta presencia del Cristo está siempre a mano, cualquiera sea la escena humana. En toda la Biblia, incluso mucho antes de que Jesús caminara sobre la tierra, leemos muchos ejemplos de lo que era en realidad el Cristo hablando activamente a la consciencia humana siempre y dondequiera que hubiera un oído atento, un corazón receptivo y abierto al mensaje del Cristo. El mismo mensaje del Cristo, está activo en nuestro pensamiento hoy y cada día.
En una ocasión, perdí a mi hija pequeña en un aeropuerto muy bullicioso. Después de buscarla y no encontrarla, sentí que me embargaba un gran temor. Me venían al pensamiento muchos cuadros preocupantes, como una película de terror.
Sin embargo, durante ese momento de temor, la “voz callada y suave” de Dios (1º Reyes 19:12, Versión Moderna), se abrió paso y me impulsó a escuchar en cambio los elevados pensamientos de Dios. Yo estaba lista para percibir la verdadera visión del amor y la presencia de Dios, manteniéndonos a mi hija y a mí y a todos los demás, a salvo. Continué buscando a mi hija, pero al mismo tiempo sabía que lo mejor que podía hacer era orar confiando, cada una de las personas que estaban en ese aeropuerto, a Dios y Su actividad y control inteligentes. Comprendía cada vez más claramente que Dios nos había creado a todos buenos, y que todos los hijos de Dios solo tenían un buen propósito.
Entonces se me ocurrió pedirle a un asistente que anunciara el nombre de mi hija y que le indicara que fuera a nuestra puerta de embarque. Continué orando, y estuve cada vez más consciente de que Dios es todo-acción y la única presencia que nos rodeaba. Comencé a tranquilizarme y el temor desapareció. Me sentí agradecida por saber que la Mente divina que todo lo sabe no permitiría que yo o mi pensamiento estuviera separado de Su sabiduría y protección. En el cuidado del Amor estábamos todos a salvo, y yo lo sabía. En muy poco tiempo, mi hija y yo nos encontramos.
En cualquier momento, podemos encontrar paz en nuestro pensamiento y en nuestras vidas, cuando recurrimos y escuchamos al Cristo, por siempre presente en la consciencia humana, revelando la autoridad del único Dios omnipotente, el bien, respondiendo a toda necesidad humana dondequiera que estemos. Esta certeza elimina el temor; nadie está jamás fuera del alcance del poder de Dios, nunca es demasiado tarde para confiar y probar el cuidado universal que brinda a todos.