
Para jóvenes
Me reconfortó saber que Dios me mostraría a dónde tenía que ir y me proveería lo necesario sin importar el camino que tomara.
Pensaba en esta chica de vez en cuando, y cada vez que lo hacía, mis pensamientos eran negativos. No podía superar mi ira y mi dolor.
Enfrentar cada oportunidad como una manera en que mi comprensión del gobierno de Dios en mi vida aumente ha marcado una diferencia en la forma en que enfrento todo.
Ahora entiendo mucho mejor que la tristeza no es más poderosa que la alegría y que nada puede separarme, ni a mí ni a nadie, del amor de Dios.
Saber que el cuidado de Dios por mí era absoluto culminó en este momento salvador de escuchar a Dios y saber obedecer al instante.
Antes de cada prueba, reconocía que no estaba haciendo nada por mi cuenta y que Dios estaría conmigo todo el tiempo.
Cuando finalmente reconocí que esta persona era la hija perfecta de Dios y por lo tanto no podía lastimarme, pude perdonarla y me sentí libre.
Estaba de camino a la curación, aunque en ese momento no podía verlo.
El miedo había desaparecido por completo y pude disfrutar del resto del buceo y de la belleza que me rodeaba.
Ser más conscientes del gran valor de nuestra identidad espiritual conduce inevitablemente a una libertad más plena para ser quienes somos.