Un resultado inminente de vivir el cristianismo científico debe ser necesariamente una humanidad mejor, más elevada y más pura. A menos que esto sea verdad, hemos interpretado mal la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, así como todos los escritos y admoniciones de nuestro Maestro y de nuestra Guía. No podemos concebir la posibilidad de alcanzar un estado espiritual que no sea teniendo como precedente el mejoramiento de las condiciones humanas. La honestidad, la veracidad, la mansedumbre, la dulzura, la benevolencia, la compasión sincera, son características propias de la verdadera humanidad, y cuando se carece de ellas, se carece de cristianismo y de espiritualidad.
Gran parte de la enseñanza de Jesús estaba dirigida a una humanidad mejor y más elevada. Sus amonestaciones de amar al prójimo, si se aplicaran de manera práctica a la vida humana, ciertamente llevarían a que hubiera condiciones humanas ideales, aunque su meta fundamental debe ser el estado espiritual. Pero ¿de qué otra forma podría alcanzarse este estado espiritual sino es mediante los procesos graduales de desarrollo que traen con ellos condiciones humanas mejoradas que a su vez van mejorando de forma constante? Ciertamente, ámbitos terrenales mas felices y armoniosos deben ser los precursores de lo celestial.
Uno de los estados más deplorables de engañarse a sí mismo, o auto-mesmerismo, es aquel que lleva a suponer que, por medio de una transformación mental o intelectual repentina, o por medio de una mera declaración verbal, uno puede dejar a un lado todos los obstáculos materiales y saltar de un brinco de los obstáculos materiales a la libertad espiritual. Eso sería como acumular ira para el día de la ira. No hay nada en que las enseñanzas de Jesús y las de Ciencia y Salud insistan más fuertemente que en ese hecho. Tarde o temprano la víctima de este autoengaño debe caer de su pináculo falsamente erigido, volver sobre sus pasos, y mediante el sufrimiento del purgatorio y el cambio gradual de los sentidos al Alma, ascender la montaña del logro espiritual. Creer que mientras permanezca en el valle que está en la base de la montaña, ha escalado sus grandes alturas, es realmente una ilusión maliciosa. Sin embargo, esto de ninguna manera implica que no deba ponerse metas espirituales elevadas, incluso más altas; tanto como aquella deslumbrante altura que entraña el notable mandato de Jesús: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Esta perfección es el gran final, no el primer paso ni los pasos intermedios, y solo se alcanza al pisar la “senda llena de espinas” que el Maestro recorrió.
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