Estaba en el último semestre de mi último año en la universidad, dando el examen final de un curso de matemáticas. La clase era para mi especialidad, así que tenía que hacerlo bien. Pero había luchado todo el semestre.
Había estado orando acerca de la clase como había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, tratando de comprender más acerca de Dios como la única Mente infinita y totalmente inteligente, y sobre mí misma como la expresión de esa inteligencia suprema. Bueno, estaba a punto de ver el fruto de esas oraciones de una manera muy inusual.
Todos los estudiantes estaban en un salón, dando el examen conforme al sistema de honor, mientras el profesor estaba en su oficina. El examen consistía en tan solo unos pocos problemas. Pero cada uno tenía varias partes, y era importante resolverlas todas. Uno de los problemas me dejó completamente perpleja.
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