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Descubrir y demostrar el poder que nos une

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 15 de marzo de 2021


En medio de una considerable división social, que incluye políticas y puntos de vista conflictivos, muchos de nosotros anhelamos ver expresada una unidad más genuina en el ámbito local, nacional y global; una unidad que no es temporal, ficticia o forzada, sino que está arraigada en una base firme, honesta e inclusiva. Mientras los esfuerzos por encontrar unidad estén basados en la premisa de muchas mentes obstinadas y voluntades divergentes con motivaciones e intereses personales e incompatibles, la unidad será inalcanzable. No obstante, hay otra manera de abordar este ideal. La Ciencia Cristiana explica, como demostró Cristo Jesús, que Dios, la Mente infinita o Espíritu, es en realidad el único poder creativo y gobernante —la fuente de toda existencia verdadera— que anima el funcionamiento armonioso de todo lo que existe. Desde esta perspectiva, la unidad es un hecho espiritual establecido, derivado de Dios, que podemos esforzarnos por sacar a luz en nuestra vida cotidiana. 

El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, expone este precepto espiritual fundamental: “Un único Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones;” (Mary Baker Eddy, pág. 340). La declaración procede a identificar el amplio impacto de este Principio divino. Es la base de la hermandad del hombre, el fin de las guerras, la igualdad de los sexos y la liberación de la humanidad de otras condiciones injustas. Y puesto que la Ciencia Cristiana explica la creación, el hombre y el universo de Dios, tal como se concibió a Su semejanza perfecta, sobre esta base, es natural pensar que todos nosotros, en nuestra verdadera identidad espiritual, expresamos y estamos gobernados por el único Espíritu unificador.  

Sin embargo, esta explicación del poder total de Dios no debe hacernos de ninguna manera desdeñar o ser complacientes frente a un mundo profundamente desafiado por una división generalizada. La misma debería incitar nuestra mente y nuestro corazón a orar y trabajar con más persistencia a fin de ver estos hechos espirituales demostrados más ampliamente en la sociedad en general. 

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