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El amor sanador de Dios convierte los errores en bendiciones

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 25 de marzo de 2021


¿Puede la Ciencia Cristiana sanar los errores que nosotros u otros cometemos? ¿Incluso grandes errores? ¡Sí! De hecho, esta Ciencia del Cristo nos permite ver y demostrar que el amor sanador de Dios realmente puede convertirlos en bendiciones inesperadas.

¿Cómo puede ser? Uno de los himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana contiene una maravillosa promesa. Hablando de Dios, dice: “Tu providencia lo convierte todo en bueno” (Samuel Longfellow, Nº 134, según versión en inglés). 

Tan omnipotente es el poder de Dios, abarca tanto Su amor omnipresente por toda Su creación espiritual, que hasta los errores, incluso los fracasos, terminan trabajando para lograr el bien cuando abrimos nuestros pensamientos y nuestras vidas al amor corrector y redentor de Dios. La Biblia lo expresa de esta manera: “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).   

Aunque este hecho al principio pueda parecer sorprendente para el intelecto y el razonamiento humanos, las Escrituras revelan, y los escritos de Mary Baker Eddy explican, que el propósito de Dios es siempre sanar y salvar, corregir y redimir. Cuando recibimos Su gracia y amor sanadores en nuestro pensamiento y nuestra vida, y aceptamos este amor y presencia correctora, los hechos espirituales de la unidad del hombre con su creador y del reflejo de la naturaleza divina y de la gran bondad y totalidad de Dios, traen redención, restauración y bendiciones inesperadas. Esto nos permite ver y demostrar más de la realidad espiritual que siempre está a mano. 

En consecuencia, todas las cosas trabajan juntas en pro del bien. Sin excepción. Este tiene que ser el caso si Dios es omnipotente, si es completamente bueno, y si Él es realmente la única causa y el único creador. Jeremías enseña de esta manera el gran amor sanador y redentor de Dios: “Yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor —. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza” (29:11, NTV). 

En cierto modo, sería muy egoísta pensar que podemos interferir con los planes de Dios: Dios el Todopoderoso, Dios el omnipresente, que también es omni-acción. El Glosario de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy define el bien de esta manera: “Dios; Espíritu; omnipotencia; omnisciencia; omnipresencia; omni-acción” (pág. 587). Omni significa todo, y no deja lugar a error.

¡En realidad, ninguno de nosotros es más poderoso que nuestro creador! Los planes de Dios para hacer el bien jamás pueden ser perturbados por el hombre, desviados de su curso, malogrados o frustrados, por mucho que el sentido físico pueda decir en contra. El conocimiento y la confirmación de estos hechos espirituales corrigen nuestro curso, traen curación, restauran lo que parece haberse perdido.

Dios tiene recursos ilimitados para bendecirnos, maneras ilimitadas en que Su bondad nos alcanza y nos hace prosperar. Me gusta pensar que la gran bondad de Dios para cada uno de nosotros es, en cierto modo, como el poderoso río Misisipi. Tan grandes son sus recursos de agua, los que incluyen un amplio acuífero y afluentes que se suman a su enorme volumen en su travesía hacia el sur, que nada puede jamás impedir que sus aguas lleguen al Golfo de México. Tiene represas en ciertos lugares y es desviado en otros, pero nada puede evitar que sus aguas arriben a su destino. 

La gran bondad de Dios para con todos Sus hijos, los recursos de Su abundante amor, son mucho más grandes que el río Misisipi. De hecho, son infinitos, de alcance ilimitado, por lo que su expresión en nuestra vida jamás puede ser interrumpida o desviada. Quizás parezca que la bondad y el amor de Dios llegan a través de un trabajo, una relación o circunstancia humana en particular, sin embargo, puesto que la fuente siempre es Dios Mismo, si se cortara o se modificara alguna de las maneras específicas en que nos llega esta bondad, continuaremos recibiendo el bien de otra forma. 

Como hijos de Dios, siempre estamos seguros de tener Su bien abundante, más allá de lo que podríamos pedir o pensar. Como dice el libro de Santiago: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (1:17). Necesitamos reconocer esta maravillosa verdad, abrir nuestro pensamiento y nuestro corazón para recibir las bendiciones y el amor de Dios, desarrollar nuestra comprensión y gratitud por Dios, y dejar que Su sabiduría infalible nos guíe y nos corrija y ponga nuestros pies en caminos fructíferos. 

¿Pero qué decir de los errores? ¿Cómo podemos verlos y orar para traer curación? 

Un pasaje esclarecedor de un breve artículo titulado “Rectificaciones”, de Mary Baker Eddy, nos enseña: “¿Cómo ha de rectificarse un error? Por inversión o revisión —viéndolo por lo que es, y luego invirtiéndolo o apartándose de él” (La unidad del bien, pág. 20). 

Una equivocación podría verse propiamente como un error. Un error es corregido con la verdad, sabiendo lo que es espiritualmente verdadero. Dicha corrección sana las circunstancias humanas. Causa arrepentimiento, reforma, alinea nuestros pensamientos y nuestra vida con los hechos espirituales de la perfección presente de Dios y Su creación espiritual. Esto inevitablemente convierte las equivocaciones en bendiciones. 

Debido a que el hombre, incluido cada uno de nosotros, es la imagen y semejanza de Dios, es natural e inevitable expresar la excelencia, la sabiduría, la pureza y la semejanza divina que son la esencia de nuestra naturaleza. Corregir el error con la verdad nos realinea con lo que ya está en lo más profundo, con lo que ya es un hecho verdadero y establecido. El resultado en las circunstancias humanas es corregir, restaurar, revelar la belleza y la perfección, los abundantes recursos del bien que ya son la base de la creación espiritual de Dios.

¿Cómo funciona esto exactamente? ¿Y qué sucede si parece que cometiste un error? Podemos comenzar con el hecho de que Dios creó al hombre, es decir, a cada uno de nosotros. El hombre refleja la sabiduría infalible de la Mente, la cual es incapaz de cometer errores. Al ver, comprender y adherirnos a esta gran verdad espiritual, los errores se ajustan y corrigen.  

Tuve un ejemplo de esto en un momento en que mi esposo y yo nos mudamos a un campus universitario donde él sería presidente. La casa en la que íbamos a vivir era un importante lugar de reunión para profesores, estudiantes y oradores invitados. Antes de mudarnos, habían planeado hacer una importante renovación de la cocina, y trabajé con un decorador para elegir colores y materiales. Teníamos un plazo estricto para terminarla, y en un momento dado hubo que tomar una decisión sobre el tipo de azulejos a ser utilizados.

Me sentí presionada e insegura, pero seguí adelante con una opción. Muy a mi pesar, cuando instalaron esos azulejos varios meses después, ¡sentí que había cometido un terrible error! El color, que no sólo estaba en el piso de la gran cocina, sino también en el protector contra salpicaduras, ahora parecía completamente inapropiado. El impacto de este error en las familias y generaciones de estudiantes que vendrían mucho después de que nosotros nos hubiéramos ido, se cernía sobre mi pensamiento. Después de pasar un día y una noche pensando constantemente en esto, me volví de todo corazón a Dios en oración. Me vino la idea de darle la vuelta a este error, a verlo en su propia luz y apartarme de él, conforme con las enseñanzas sobre “rectificaciones” de Mary Baker Eddy mencionadas anteriormente. 

Entonces hubo dos momentos que me permitieron comprender el poder sanador de estas enseñanzas en acción. Primero, tomé la decisión de que cada vez que mirara esos azulejos, en lugar de ver un error, cambiaría esa visión y reconocería que Dios, la Mente divina única, nunca comete errores, y que, independientemente de las apariencias, esta Mente siempre había estado guiándome porque, por ser hija de Dios, mi verdadera naturaleza espiritual es el reflejo de la Mente infalible que es Dios. Este reconocimiento y confirmación de los hechos espirituales me permitirían demostrarlo, verlos expresados allí y en ese mismo momento. En segundo lugar, comprendí que la belleza, la bondad y el Amor que es Dios abrazarían a todos los que entraran en esta casa, y lo sentirían de una manera que los bendeciría, independientemente de la decoración. Esta fue una vislumbre de la realidad espiritual más elevada que siempre está a mano. 

La oración había establecido con tanta firmeza estos hechos en mi pensamiento, que todo arrepentimiento y preocupación fueron acallados permanentemente. Darle vuelta al error, viéndolo de la forma adecuada y apartándome de él, lo borró con la verdad espiritual, y como resultado se produjo la curación. 

Durante las siguientes semanas, el decorador y yo encontramos algunas telas y materiales inesperados que combinaban con otras partes de la cocina.

Durante más de una década de nuestra permanencia en esa casa, la cocina terminó siendo el lugar favorito para que se reuniera la gente. Para mi sorpresa, a todo el mundo le encantaba esta habitación y su calidez, y ¡recibimos muchos cumplidos respecto al diseño de los colores! Este fue otro momento en que me di cuenta de que las personas estaban respondiendo a los hechos espirituales que se habían establecido en el pensamiento mediante la oración, no a la belleza física de la cocina.  

Lo que al principio pareció ser un grave error de juicio de mi parte trajo bendiciones y curaciones inesperadas, porque me obligó a aprender algo más sobre la verdadera naturaleza de la belleza, la bondad y el amor de Dios que abrazan a cada uno de Sus hijos, cualesquiera sean las circunstancias materiales; y que estos hechos pueden establecerse en el pensamiento, y los resultados se manifestarán en la experiencia humana. Pablo nos asegura: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1 Corintios 2:9, 10).

Prepárate para el inmenso bien que viene cuando el amor sanador de Dios convierte los errores en bendiciones inesperadas, revelando Su cuidado continuo e inmutable por Su creación.

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