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La única traducción de la Biblia autorizada para los estudiantes de la Ciencia Cristiana

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 7 de noviembre de 2024


Hace poco me encontré con un diario que mi padre escribió cuando era adolescente en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. La primera página es solo una columna de números y algunas letras. De inmediato las reconocí como citas que habían sido copiadas de las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Los nazis habían proscrito la Ciencia Cristiana durante la guerra, y he leído o me han contado muchos relatos de primera mano de que los Científicos Cristianos hicieron todo lo posible para contrabandear los Trimestrales entonces vigentes a Alemania, porque los miembros se sentían empoderados al saber que leían y eran sostenidos por las mismas Lecciones que estudiaban y aplicaban los estudiantes de la Ciencia Cristiana en todo el mundo. Tener la Lección corriente era importante para ellos. Tener una forma tangible de participar en un esfuerzo unido y de oración para traer paz a un mundo devastado por la guerra les daba esperanza y propósito. Una vez que las Lecciones llegaban a Alemania, las citas eran copiadas de una manera que parecía ser simplemente una lista de números en una página si los interceptaban los nazis. Luego eran distribuidas a través de una especie de red clandestina por toda Alemania. Todo esto me recordó el tipo de imágenes que se ven en una película de espías de suspenso.  

Pero cuando pasé la página, pude apreciar más profundamente lo que estas Lecciones Bíblicas significaban para las personas que las recibían. La primera línea de la entrada de mi padre decía: “Das Schießen ist noch bedeutend näher gekommen” (El tiroteo estuvo mucho más cerca). Me quedé paralizado por un momento cuando leí esas palabras, imaginando con qué había tenido que lidiar mi papá cuando tenía dieciséis años en una zona de guerra de la que no podía escapar. Al buscar algunos de los pasajes de la Lección-Sermón en la página anterior, pude comprender fácilmente cuánto debe de haber significado leer, por ejemplo, el Salmo 40:11 (LBLA): “Oh Señor, no retengas tu compasión de mí; tu misericordia y tu fidelidad me guarden continuamente”. Esto no era una película; esto era lo que él y tantos otros estaban experimentando en su vida diaria. Y las palabras de esas Lecciones Bíblicas eran algo más que tranquilizadoras. Fueron un salvavidas que habló a sus corazones y para sus corazones, fortaleciéndolos en medio de una gran adversidad. En 1939, antes de que comenzara la guerra, había 84 iglesias y sociedades de la Ciencia Cristiana en Alemania. Durante la guerra, el número se redujo a 0. Pero tan solo cinco años después, habían aumentado a 119. 

Hay un aspecto muy importante que sacar de relatos como este. Estas experiencias van más allá de nuestra relación con un libro llamado la Biblia. Se trata de experimentar tangiblemente al Dios verdadero que inspiró a las personas a escribir la Biblia en primer lugar.

Dentro de las Escrituras —esta colección de experiencias, relatos históricos, poemas y cartas apasionadas— hay muchas contradicciones fácticas, traducciones inexactas y piezas faltantes. Pero centrarse en estas cuestiones es tener un enfoque sumamente limitado. La cuestión más amplia es que hubo un pueblo que llegó a conocer a Dios como real y capaz de cuidar de ellos. Les sucedieron cosas asombrosas y escribieron lo que aprendieron, a través de muchos tropiezos y victorias, para que otros pudieran aprender de lo que ellos habían experimentado. Con el tiempo, se dieron cuenta de que había mucho más que ver respecto a cómo Dios les prometía cuidar de ellos. Esta promesa de la plenitud del amor de Dios se cumplió en la vida y ministerio de Cristo Jesús. Y la gente también se vio obligada a escribirlo porque era tan real para ellos que no podían guardárselo para sí mismos. No solo habían visto a Jesús sanar a la gente mientras explicaba el poder y la presencia del reino de Dios, sino que habían sido dotados de este mismo poder para sanar. Como explica Mary Baker Eddy, “Jesús dio poder a sus discípulos (alumnos), sobre toda clase de enfermedades; y la Biblia fue escrita para que todos los pueblos, en todas las épocas, tuviesen la misma oportunidad de llegar a ser alumnos del Cristo, la Verdad, y así ser dotados por Dios de poder (conocimiento de la ley divina), y con ‘señales que… [los] seguían’” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 190). 

Este punto de vista particular de la Biblia es de lo que se trata la Ciencia Cristiana. Nos dice que la Biblia pone de manifiesto un poder constante e ilimitado para el bien, o ley divina, que se puede aplicar y probar hoy. Tal afirmación exige un enfoque científico y evidencia. Tenemos que estar dispuestos a estudiar, a experimentar, a aprender de la experiencia y a adaptar lo que otros han aprendido a los problemas que estamos tratando de resolver hoy, con la convicción de que las preguntas de la vida tienen respuestas. Pero el punto que no debe pasarse por alto es que el enfoque de estos experimentos y el lugar donde vamos a encontrar estas respuestas es el Cristo, que es la verdadera idea de Dios, la realidad del poder de Dios, hablando directamente a nuestra consciencia humana de una manera que podemos percibir y poner en práctica. Cuando nuestros corazones están verdaderamente abiertos a esta presencia divina, leemos la Biblia de una manera nueva. No nos centramos en las interpretaciones o análisis de la traducción de la élite. Nos enfocamos en el sentido espiritual que impulsó las palabras en primer lugar. No es de extrañar que el primer artículo de fe en la Ciencia Cristiana sea: “Como quienes se adhieren a la Verdad, tomamos la Palabra inspirada de la Biblia como nuestra guía suficiente hacia la Vida eterna” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 497). Este sentido inspirado de la Biblia es la única “traducción” que importa y la única manera de avanzar en nuestra lectura de ella.

El significado espiritual, por encima del significado literal, histórico o lingüístico, es el que revela a Dios. Es la comprensión que llega cuando el corazón no solo se eleva, sino que cambia, cuando sentimos la sustancia del Espíritu y su creación. Es cuando desaparece la distancia entre los que escribieron algo porque sintieron la presencia de Dios y los que sienten a Dios hoy al leer lo que escribió la gente de la Biblia. Entonces las Escrituras no son solo palabras acerca de Dios. Es así como sentimos que Él nos habla a través de Su Palabra.  

Junto con los sutiles y no tan sutiles argumentos mentales que mantendrían la Biblia cerrada, acumulando polvo en un estante de nuestra casa, necesitamos estar alerta a los argumentos que mantendrían la Biblia abierta en nuestras manos, mientras que el enfoque genuino en su significado espiritual esencial está acumulando polvo en nuestros corazones. Un ejemplo que pone de relieve la necesidad de valorar la magnitud del significado espiritual superior de la Biblia es el hecho de que durante varios años la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana ha recibido cartas y opiniones sobre qué traducción de la Biblia debe considerarse la “correcta”. Un lado citará a la Sra. Eddy y señalará el lenguaje anticuado de la versión King James para argumentar a favor del uso de traducciones más modernas en nuestros servicios religiosos. El otro lado citará su amplio uso de la Biblia King James a lo largo de sus escritos para insistir en que debería ser la única versión permitida. Una semana, cuando la Junta Directiva había recibido cartas de ambas perspectivas, me encontré pensando en un comentario irónico y humorístico de un amigo: “Si la versión King James de la Biblia fue lo suficientemente buena para Jesús, es lo suficientemente buena para mí”. Fue un alegre recordatorio de que Jesús no hablaba en inglés isabelino, sino en arameo. Cada traducción es exactamente eso, una traducción, y cada una tendrá sus puntos fuertes y sus debilidades. Y aunque todo traductor debe luchar para tratar de dar la traducción más clara del griego y el hebreo, el punto más esencial siempre será que cada uno de nosotros, como lectores, utilicemos nuestra comprensión espiritual para ir más allá de los límites del lenguaje humano a fin de discernir el lenguaje del Espíritu, que no puede mantenerse alejado de ningún corazón verdaderamente hambriento por cualquier traducción impresa, cualesquiera sean sus fortalezas o imperfecciones.  

Quizás el tema más triste e importante a tener en cuenta es la frecuencia con la que estas cartas, que están escritas por individuos con un profundo sentido de convicción y un deseo de mantener la pureza o de promover la relevancia contemporánea de la Ciencia Cristiana, también incluyen alguna declaración de que ellos o su iglesia filial han decidido dejar de apoyar la Lección Bíblica tal como se presenta. Surge la pregunta, si la única respuesta aceptable para los miembros es una que divide a los miembros entre sí, ¿puede ser esa realmente la respuesta de Dios?

¿Cómo podemos avanzar de una manera sanadora desde aquí? Un lugar en el que he estado buscando luz sobre este tema es la Biblia misma. Me ha impresionado especialmente una de las cartas de Pablo a la iglesia de Corinto. No hay espacio para citarla toda aquí, pero lee especialmente el tercer capítulo de Primera a los Corintios. Los miembros estaban envueltos en un desacuerdo sobre cuál de las enseñanzas del cristianismo era la correcta. Habían permitido que los detalles de tratar de practicar su fe les hicieran perder de vista la enormidad de lo que era su fe: el Cristo. Pablo les recuerda que ambas partes tienen mucho que aprender, que todas van a enfrentar desafíos para edificar el fundamento de su fe y que ellas mismas son el templo que Dios está construyendo. Pero entonces, después de aconsejarlos sobre todos estos detalles de su fe, dice lo más sorprendente: algo que tiene el propósito de recordarles que no deben perder de vista la magnitud de lo que se les ha dado. Él dice: “A ustedes les pertenece todo”. Y luego, después de reconocer nuevamente los problemas en los que están trabajando, les recuerda nuevamente: “Todo les pertenece a ustedes, y ustedes pertenecen a Cristo, y Cristo pertenece a Dios” (versículos 21-23, NTV). Es casi como si dijera: “Sí, tú quieres esto y fulano de tal quiere aquello, y detalles, detalles, bla, bla, bla, pero sabes qué, ya tienes la sustancia de cada cosa que quieres. Lo tienes todo porque tienes al Cristo”. 

¡Qué promesa para la unidad de la Ciencia Cristiana y su mensaje sanador para el mundo si nosotros también podemos elevarnos por encima de los detalles de varias traducciones de la Biblia y dedicar toda nuestra energía al significado inspirado de la Biblia como “nuestra guía suficiente para la Vida eterna”. Esa es la única traducción que deberíamos autorizar en nuestros corazones, porque como dice Pablo: “¡Todo es tuyo!”.  

Scott Preller 
Miembro de la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana

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