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A salvo de amenazas y de daño

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 8 de diciembre de 2025


La curación que estoy a punto de compartir ocurrió en un momento en que se expresaba mucha ira hacia el lugar donde trabajaba y hacia aquellos que trabajaban para esa organización. Yo estaba muy consciente de esto. Una parte de mi trabajo requería que estuviera en un lugar bastante aislado, a menudo sin otras personas cerca. 

Un día, de repente me sentí muy débil y como si estuviera perdiendo el conocimiento. En ese mismo momento, mi esposa, que también trabajaba para la misma organización, sintió que debía llamarme. Al principio pensó: “Bueno, lo haré después de haber hecho otra cosa”. Pero luego se dijo: “No, necesito llamar ahora mismo”, y fue obediente a esta intuición espiritual. 

Cuando levanté el teléfono, le dije a mi esposa que no sabía lo que me estaba pasando, pero que algo andaba mal. Ella entonces se comunicó con mi gerente, y muy pronto ambos estuvieron a mi lado. Mientras tanto, yo me las había arreglado para llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana.

Mi esposa y el gerente me ayudaron a llegar a nuestro auto y ella me llevó a casa. Todavía estaba bastante mareado, pero empezaba a sentirme más como yo mismo. Una vez en casa, descansé el resto de la tarde. Esa noche me sentía lo suficientemente bien como para ir con mi esposa a nuestra iglesia para que ella pudiera practicar la lectura de la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana con el otro lector.

Después de irnos a la cama, recibimos una llamada telefónica en medio de la noche. Respondí, y la voz al otro lado de la línea dijo: “Vas a morir”. Mi esposa me preguntó qué había dicho la persona que llamó, y algo soñoliento repetí el mensaje. Ella comenzó a orar vigorosamente en voz alta, afirmando la presencia constante y el poder protector de Dios, y me hizo llamar al practicista para informar sobre esta amenaza específica. 

Más tarde, cuando hablé con mi esposa sobre esto, dijo que recordaba haber afirmado enfáticamente la totalidad de Dios, el bien, y la nada del mal, y decir algo que había escuchado mencionar a un Científico Cristiano, que la “malapráctica mental” es en realidad “nadie, en ninguna parte, haciéndole nada a nadie”.

Mary Baker Eddy usa varias veces el término malapráctica mental en sus escritos, y en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, dice: “Toda malapráctica mental proviene de la ignoran­cia o de la malicia premeditada. Es la acción perjudicial de una mente mortal controlando a otra por motivos erróneos, y se practica con fines equivocados o malignos” (pág. 451). Y en algunos otros de sus escritos, se apresura a afirmar que la malapráctica mental en realidad no puede hacernos daño, pero que se debe desafiar la creencia de que es capaz de dañarnos.

Así que sabía que lidiar con el concepto de la malapráctica no tenía por qué ser espeluznante o misterioso, sino que era necesario defenderme mentalmente de la malicia, las imposiciones sobre mi buen trabajo o cualquier otra cosa que pareciera interferir con mi seguridad y unidad con Dios, el Amor divino. 

Esa noche, mi esposa continuó afirmando y sabiendo que Dios es del todo bueno y la única Mente y poder, por lo que “no existe poder aparte de Dios” (Ciencia y Salud, pág. 228). Pronto, ambos nos volvimos a dormir.

Pude volver al trabajo al día siguiente. Cuando mi esposa le contó toda la historia a su gerente, descubrimos que yo no era el único de la organización que recientemente había tenido que enfrentar tal experiencia. Continuamos orando, y estoy agradecido de decir que no experimenté más llamadas telefónicas amenazantes ni más desmayos. Y seguí trabajando de manera segura en la organización durante muchos años después de esto. 

Aunque no recuerdo con precisión con qué verdades metafísicas orábamos mi esposa y yo durante este tiempo, estoy seguro de que este versículo bíblico favorito, o uno similar, estaba incluido en nuestras oraciones: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).

Estoy muy agradecido de que, sin importar cuán aterradoras parezcan las circunstancias, podemos volvernos a Dios, el Amor divino, el único poder, y encontrar seguridad y protección.

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