Conocí la Ciencia Cristiana hace algunos años en Buenos Aires. Mi familia era católica y daba mucha importancia a las imágenes de los santos. Yo era médica y llevaba estampas de estos santos en los bolsillos de mi guardapolvo, creyendo que estas imágenes me protegían y ayudaban con mis estudios de medicina. Tenía muchas supersticiones y rituales. Por ejemplo, cuando iba a mis clases, entraba al aula con el pie derecho, para tener buena suerte.
En 1990, una amiga, que asistía a una iglesia de la Ciencia Cristiana en nuestra ciudad, me invitó a una conferencia de la Ciencia Cristiana organizada por su filial. Yo no tenía ninguna referencia de la iglesia y sus doctrinas. El conferenciante dijo cosas que me resultaron muy interesantes, pero lo más importante fue algo que nunca olvidaré: que Dios no comparte su poder con nadie.
Cuando escuché eso, fue como si cadenas se hubiesen soltado de mí, como si todo lo que había creído durante tantos años de repente se hubiera esfumado. Empecé a ver que no necesitaba depender de rituales, imágenes de santos o medallas para apoyarme en las dificultades. Me di cuenta de que, si tenía la conciencia plena del hecho de que todo el poder pertenece a Dios, no me faltaría nada.
Ese fue el inicio de mi estudio de la Ciencia Cristiana, y marcó un punto de inflexión en mi vida. En Argentina, a veces llamamos a estos eventos “bisagra”, como la de una puerta. Para mí se cerró una puerta y se abrió otra maravillosa —la Ciencia Cristiana— y me trajo muchas bendiciones.
En este momento de mi vida, simplemente sentí que no quería seguir estudiando medicina. Descubrir la Ciencia Cristiana hizo que me interesara más en la curación espiritual, y unos años después, se desarrolló naturalmente una carrera diferente en el ámbito gubernamental.
Mi esposo y yo hemos pasado por algunos desafíos muy difíciles, pero siempre nos hemos sentido acompañados por la presencia de Dios, por la Madre-Padre Amor que nos rodea a todos. Con el tiempo, mi hija comenzó a asistir a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y como resultado hubo innumerables bendiciones.
Si hay algo que cambió mi vida, fue esa conferencia de la Ciencia Cristiana y el mensaje de que Dios no comparte Su poder con nadie. Para mí fue el inicio de un camino luminoso. Me dio fortaleza y me sacó todas esas muletas y bastones, los soportes materiales que llevaba a todas partes, de los que temía no poder prescindir. A partir de ese momento, mi percepción de Dios cambió totalmente, y esta verdadera comprensión permanece conmigo hasta el día de hoy.
