Hace varios años vaciamos nuestra piscina para dejarla lista para pintar. Una noche estaba caminando por el borde de la piscina de camino a una sala de reuniones al fondo de nuestro patio, cuando mi sandalia se enganchó en una baldosa. Perdí el equilibrio y caí en la piscina de concreto vacía en la parte más profunda, 1,70 metros de profundidad.
Caí con todo mi peso en un pie, y el impacto en mi talón fue severo, tanto que el dolor me subió por la pierna. No podía pararme, así que me arrastré hasta los escalones de la piscina, afirmando la verdad de que soy una creación de Dios y que Él siempre me cuida con mucho amor. Desde allí pude arrastrarme fuera de la piscina y entrar en la casa, donde estaba mi esposa.
Ella no me había oído caer y se asustó al verme. Me ayudó a sentarme en una silla, donde continué afirmando en oración que, como hijo de Dios, soy espiritual, no material. Razoné que, en realidad, siempre estoy gobernado por la ley de armonía de Dios, y que, como idea espiritual, amada por Dios, no podía sufrir lesiones ni dolor.