¡Qué paz tenemos al saber que, independientemente de las circunstancias, siempre estamos seguros en la omnipresencia de Dios! Su amor infinito nos rodea a cada uno de nosotros, y Sus leyes inefables de Vida, Verdad y Amor gobiernan todos los aspectos de nuestras vidas.
Esto me fue demostrado hace varios años cuando trataba de vender un departamento que tenía con una amiga. Una mañana tenía muchas tareas, entre ellas renovar el permiso de vendedora. De camino al trabajo, oré con los conceptos de la totalidad de Dios y Su gobierno de nuestros asuntos.
El tema de la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana de esa semana era “Mente”. No dejaba de recordarme a mí misma que Dios es Mente, el Principio divino, que incluye todo Su universo de ideas sin olvidar ninguna de ellas, y que como soy una idea espiritual de Dios, tendría todo lo que necesitaba para cumplir con las exigencias del día.
Después del trabajo, fui con mi esposo a recoger algunos documentos. Al salir del edificio, de repente resbalé y caí sobre la acera de concreto. De inmediato, afirmé la verdad de que Dios es Todo-en-todo. Mi esposo corrió hacia mí, al igual que varias personas que vieron el incidente. Lo ayudaron a levantarme y a meterme en nuestro auto. Algunos sugirieron que mi esposo me llevara al hospital, pero le pedí que me llevara a casa. Tenía absoluta confianza en la curación de la Ciencia Cristiana.
A pesar de la hinchazón y los moretones en los pies, me negué a aceptar la incomodidad física. Sabía que los pensamientos de lesión o de si algo se había quebrado no provenían de Dios, sino de la llamada mente mortal opuesta a Dios. Reflexioné sobre las siguientes palabras del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy: “Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección” (pág. 424).
Cuando llegamos a casa, me acosté y agradecí que ya no hubiera dolor. Continué orando con las verdades de “la declaración científica del ser”, que dice: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo. El Espíritu es la Verdad inmortal; la materia es el error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (Ciencia y Salud, pág. 468).
Uno de mis hijos, que es estudiante de la Ciencia Cristiana, también estaba orando por mí. Mientras me leía los Salmos de la Biblia y Ciencia y Salud, me sentí más tranquila, más lúcida y más libre de la sensación del impacto. Sabía que la oración iluminaría el hecho irrefutable de mi perfección y unidad con Dios como parte de Su creación.
Fue sorprendente abrir mi Biblia en el Salmo 37:24 (LBLA): “Cuando caiga, no quedará derribado, porque el Señor sostiene su mano”. Después de leer este pasaje de la Biblia, me sentí imbuida de la comprensión del amor y el cuidado de nuestro Padre bajo toda circunstancia. También encontré mucha inspiración en este pasaje de Ciencia y Salud: “Puesto que el hombre jamás nace y jamás muere, le sería imposible, bajo el gobierno de Dios en la Ciencia eterna, caer de su estado elevado” (pág. 258).
Comprendí claramente que nunca había dejado de estar bajo el cuidado de Dios. Acepté este hecho y continué orando, afirmando mi unidad y semejanza con Dios. Me sentí motivada para completar el papeleo para el permiso de venta del departamento. Como el reflejo de la Mente divina, yo era idea; como expresión del Espíritu divino, soy espiritual; como expresión del Alma divina, soy la semejanza de Dios; como expresión del Principio divino, soy fuerte. Comprendí que soy el efecto de la gran y única causa, la Vida, la Verdad y el Amor, demostrando mi verdadera naturaleza como hija de Dios, perfecta, armoniosa, inteligente.
Al día siguiente del incidente, cuando me desperté, pude poner peso sobre mis pies y caminar con algo de ayuda. Pude mostrar mi departamento a alguien que lo compró ese mismo día.
Al día siguiente pude asistir a la iglesia y caminar sin ningún tipo de apoyo. Unos días después, mis pies estaban bien y los moretones y la hinchazón habían desaparecido.
Reflexioné profundamente sobre esta experiencia y me sentí asombrada y agradecida por la respuesta a mi oración y cómo ocurrió la curación.
Teresa Stolarski de Arrigo
Buenos Aires, Argentina
