Mi abuela se dedicó a la pintura al óleo cuando tenía sesenta años. Era una alegría ver cómo sus talentos artísticos tomaban forma en sus pinturas. Una de ellas era particularmente intrigante. Su profesor de arte le había entregado una foto en blanco y negro de un molino en invierno. Dijo que él y ella cada uno pintaría la foto, pero ninguno consultaría al otro ni le mostraría su pintura antes de que estuviera terminada.
Lo intrigante es lo siguiente: Cuando compararon sus pinturas completadas, había una gran diferencia entre las dos. Su maestro había pintado un oscuro y tormentoso día de invierno. El arroyo junto al molino parecía congelado, y el molino mismo, aparentemente necesitado de mantenimiento, estaba rodeado de pesados amontonamientos de nieve. El cielo era premonitorio, y una rama grande de un árbol viejo y escarpado se inclinaba precariamente hacia el molino.
En marcado contraste, mi abuela había elegido una paleta de colores pastel y presentaba una escena invernal mucho más brillante. Pintó un cielo impregnado de nubes tenues, insinuando los restos de una tormenta que pasó hace mucho tiempo. El arroyo helado junto al molino, bordeado por orillas nevadas, reflejaba la extensión azul de arriba. Un árbol estéril cercano estaba lleno de ramas de aspecto saludable a la espera de que el deshielo de la primavera produjera sus brotes, y el molino, aunque cargado de nieve, parecía estar bien mantenido y listo para la operación estival.
Los dos artistas habían mirado la misma imagen de un molino en invierno, no obstante, pintaron perspectivas completamente diferentes de esa escena.
Tengo esos dos cuadros colgados en la pared de mi comedor, y me recuerdan continuamente que debo considerar cómo veo las cosas. Al contemplar sus diferencias, puedo ver que nuestra perspectiva refleja el punto de vista mental desde el cual vemos las cosas. ¿Es desde el punto de vista de la totalidad del Espíritu, Dios, o de creer que la materia es real y sustancial? En la práctica de la Ciencia Cristiana, percibimos la realidad únicamente a través de los sentidos espirituales, con los cuales percibimos la creación espiritual y perfecta de Dios. Este punto de vista excluye la creencia en la materia y sus limitaciones y revela la irrealidad de la enfermedad y la falta de armonía. Aferrarse a este punto de vista espiritual sana.
En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, pregunta: “Querido lector: ¿cuál cuadro-mente o pensamiento exteriorizado será real para ti, —el material o el espiritual—?” (pág. 360). Y continúa: “Estás manifestando tu propio ideal. Este ideal o es temporal o es eterno. O bien el Espíritu o la materia es tu modelo. Si tratas de tener dos modelos, entonces prácticamente no tienes ninguno. Cual péndulo de un reloj, serás arrojado de un lado a otro, golpeando los costados de la materia y oscilando entre lo real y lo irreal”.
La importancia de elegir al Espíritu divino como mi modelo tuvo especial relevancia para mí hace unos años cuando estaba paseando por un sendero con varios otros jinetes. De repente, el jinete principal decidió subir una colina a toda velocidad. Yo iba en una yegua mustang, que inmediatamente dio la vuelta para seguirlo. El inesperado y violento cambio de dirección me hizo perder el equilibrio. Para evitar caerme, traté de deslizarme por el costado de mi caballo, pero mis zahones quedaron atrapados en el arzón de la silla. Me encontré arrastrada por un camino pedregoso.
Al cabo de unos momentos, la correa de mis zahones se rompió y fui arrojada al suelo. Mi caballo estaba fuera de control y la situación era caótica, pero mantuve la calma. Era como si yo estuviera en esa situación, pero no le perteneciera, porque todo el tiempo me sentí abrazada en la presencia de Dios y segura de que no podía estar separada del amor de Dios ni por un instante. Estoy convencida de que este pensamiento angelical es lo que me mantuvo a salvo durante lo que potencialmente fue una situación que amenazaba mi vida. Porque, aunque tenía profundos moretones y algunas abrasiones, y mi casco y mis gafas de seguridad estaban rotos, pude recuperar el aliento, ponerme de pie y moverme lentamente.
Los otros jinetes vinieron en mi ayuda, me subieron a otro caballo y me llevaron de vuelta a los establos. A pesar de mi condición física, se sintieron cómodos cuando les pedí que me llevaran directamente a casa, por lo que estaba muy agradecida. Esto me permitió dedicar tiempo a la oración y al estudio espiritual a fin de aclarar qué modelo de pensamiento iba a aceptar y por qué. ¿Iba a aferrarme a una visión falsa de mí misma como material y vulnerable a accidentes y lesiones, es decir, la visión oscura y lúgubre? ¿O iba a mantener una perspectiva espiritual y verme a mí misma como realmente soy: espiritual, hecha a imagen y semejanza de Dios, el Espíritu, y por lo tanto, exenta de peligro y daño?
Vi que, así como no podía pintar al mismo tiempo perspectivas opuestas de la misma escena, no podía mantener en el pensamiento puntos de vista opuestos de mí misma u oscilar entre dos conceptos contradictorios de lo que era real. Aferrarme al amor de Dios que había sentido a lo largo de esa experiencia me mantendría enfocada en la realidad de la bondad y la presencia de Dios, y este modelo verdadero de pensamiento impediría que fuera lanzada mentalmente de un lado a otro entre el testimonio de los sentidos físicos y la evidencia de los sentidos espirituales.
Al elaborar las reglas de la armonía en la demostración de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy declara: “... debe tenerse presente el modelo perfecto del hombre, mediante lo cual se mejora su condición actual”; y “su contemplación acerca de sí mismo debe volverse de la discordancia, la enfermedad y el pecado, hacia aquello que es la imagen de su Hacedor” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 98).
A lo largo de los años, he tenido muchas pruebas del poder sanador de Dios a través de la comprensión y la práctica de la Ciencia Cristiana, que enseña que el hombre, como reflejo de Dios, es espiritual, no material. Esta vislumbre de mi verdadera naturaleza me dio la confianza y la paciencia después del incidente en ese camino para aferrarme a este modelo espiritual perfecto y confiar en que la curación seguiría adelante bajo el cuidado amoroso de Dios.
Durante este tiempo, una querida amiga me trajo comidas y se encargó de las tareas domésticas. También recibí tratamiento metafísico de un practicista de la Ciencia Cristiana, lo que me ayudó a mantenerme enfocada en la Verdad y el Amor divinos. Las lesiones sanaron rápidamente y, en tres semanas, volví a mis actividades habituales y estaba en condiciones de volver a montar.
Cuando se nos presenta una visión oscura, lúgubre y material de la existencia, tenemos que tomar una decisión: ¿Vamos a mantener en el pensamiento un modelo material falso y limitado o a “pintar” la visión espiritual iluminada e ilimitada? El libro de texto de la Ciencia Cristiana promete que todos veremos finalmente el modelo perfecto: “A través de muchas generaciones las creencias humanas irán alcanzando concepciones más divinas y el modelo inmortal y perfecto de la creación de Dios se verá finalmente como la única concepción verdadera del ser” (Ciencia y Salud, pág. 260).