He encontrado en mí mismo lo que yo llamaría el anhelo de comprender más lo que Dios, el bien, hace en todos y cuál es el propósito de un cristiano hoy. Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, tomadas completamente de la Biblia, revelan que Dios es el Espíritu infinito y el Amor siempre activo y nuestra verdadera consciencia, y que nosotros somos la expresión de Dios, la Vida. De manera que somos testigos de la importancia que tiene Dios para la humanidad y, como tales, se nos presenta la oportunidad y la necesidad de revolucionar un mundo en dificultades, de demostrar todo lo bueno que Dios expresa en todos, tal como amor, inteligencia y bienestar.
Recientemente, me desperté una noche terriblemente enfermo con malestar estomacal. Al buscar curación a través del enfoque espiritual al que estoy acostumbrado, me centré en comprender que nuestras vidas no están definidas por las circunstancias materiales —tal como un mundo en dificultades— sino por aquello que Dios nos creó para ser: las expresiones y testigos de Su naturaleza totalmente buena. Al tener más de ese profundo anhelo espiritual, sentí una oleada de fortaleza y, en unas pocas horas, estaba bien. Fui a la iglesia esa mañana y almorcé normalmente por la tarde.
La vida humana es una experiencia en la que, en su mayor parte, no somos particularmente conscientes de lo que Dios es o expresa en toda Su creación, incluidos cada uno de nosotros. La humanidad está impulsada en gran medida por la percepción errónea de que somos mortales defectuosos, cada uno con una mente propia, y que estamos gobernados por circunstancias físicas que inevitablemente incluyen problemas. Y aunque muchos pueden buscar la ayuda de Dios mientras continúan abordando sus problemas, estos esfuerzos no demuestran ser suficientes para superar mucho. Romper con las constricciones de esta mentalidad significa perseguir lo que es esencialmente una revolución espiritual; algo que se expande más allá de nuestras vidas individuales a nuestras comunidades y al mundo. La necesidad esencial es demostrar que la realidad del universo es el control armonioso y la bondad de Dios, del Espíritu, no la mortalidad turbulenta.