Un domingo del verano pasado, comencé a dirigir el servicio de la iglesia para la Sociedad de la Ciencia Cristiana donde estaba sirviendo en ese momento como Primera Lectora. Este puesto envuelve una extensa lectura en voz alta durante el servicio de una hora, comenzando con el primer himno. Sin embargo, mientras leía una estrofa del himno de apertura a la congregación, comencé a tener problemas para formar las letras de la página en palabras y entender cómo articularlas.
Pude terminar el primer himno, pero la siguiente lectura que se requería —una selección de la Biblia— se volvió cada vez más inarticulada. E incluso con indicaciones útiles del Segundo Lector que estaba a mi lado, no pude leer el siguiente punto, que es la interpretación espiritual del Padre Nuestro que se da en las páginas 16 y 17 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras escrito por Mary Baker Eddy.
Al ver mi desafío, un miembro de la congregación se ofreció a asumir el puesto de Primer Lector, y luego me senté con mi esposo y el resto de la congregación para escuchar el resto del servicio. A través de mi pensamiento confuso, decidí concentrarme lo mejor que pudiera en cada uno de los próximos elementos.
En el Glosario de Ciencia y Salud, la definición metafísica de Iglesia es la siguiente: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa sobre el Principio divino y procede de él.
“La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza, despertando el entendimiento dormido de las creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos” (pág. 583).
Conociendo la sanadora operación de la Iglesia como se expresa en esta definición, sentí la sencilla confianza de que el servicio de la iglesia me ayudaría. Cuando llegó el momento de escuchar la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana —compuesta por pasajes del pastor de La Iglesia de Cristo, Científico, la Biblia y Ciencia y Salud— escuché atentamente.
Aunque ahora no recuerdo las citas específicas de la Lección-Sermón que me llamaron la atención, sentí las verdades espirituales que articuló en mi pensamiento. Al final del servicio de una hora, pude leer, entender y cantar las palabras del último himno con claridad, y después conversé fácilmente en fraternidad con otros miembros de la congregación. El comando mental y oral normal se había restaurado durante el servicio.
Unas horas más tarde también pude ir según lo planeado en un viaje por carretera a través del país. Aunque un dolor de cabeza comenzó esa tarde, me quedé con la convicción de que había sido sanada y que todo estaba bien, y el dolor de cabeza se disipó esa noche. No he tenido ninguna recurrencia de este problema.
Estoy agradecida por esta demostración eficiente de la eficacia sanadora de las verdades de la Ciencia Cristiana, que se dan en todo el mundo a través de la Lección-Sermón leída durante los servicios de la iglesia de la Ciencia Cristiana. Fue un gozo dar testimonio del efecto sanador de la iglesia.
Devon Burr
Flagstaff, Arizona, EE. UU.
