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Una vida de excelencia

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 7 de abril de 2025


¿Intentamos, con la ayuda de Dios o sin ella, construir una vida grande y noble? ¿O permitimos que aparezca la excelencia de vida que Dios ya nos ha dado? Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras declara: “Debemos formar modelos perfectos en el pensamiento y mirarlos continuamente, o nunca los esculpiremos en vidas grandes y nobles” (Mary Baker Eddy, pág. 248).

Fui criada en la Ciencia Cristiana, y cuando leí esa declaración, la acepté. Pensé: “¡Fantástico! No solo quiero una vida grandiosa y noble, sino que si me concentro en la vida que quiero, la conseguiré”. Se podría decir que leí lo que quería escuchar.

En mi defensa, no estaba completamente fuera de rumbo. La declaración de la Sra. Eddy destaca el hecho de que vivir “vidas grandes y nobles” no solo es alcanzable, sino un deseo correcto. Dicho esto, mi conclusión deducida demasiado rápidamente permitió dos errores: primero, poner un falso sentido del logro humano en lugar de escuchar y hacer la voluntad de Dios; y segundo, trabajar para lograr algo que nunca había perdido, y que jamás podría perder.

Como resultado, incluso cuando humanamente parecía alcanzar las metas por las que trabajaba, nunca sentía una profunda satisfacción. Era como si estuviera tratando de recoger una pelota que no dejaba de ser pateada lejos de mí. De hecho, estaba tratando de recoger algo que en realidad nunca había abandonado: la verdad de lo que Dios ya me había hecho ser. 

La declaración de la Sra. Eddy indica la exigencia de la Ciencia Cristiana de demostrar nuestra identidad espiritual siempre presente, en lugar de responder a una visión limitada de quiénes y qué somos. Para satisfacer esta demanda, necesitamos comprender el orden de las cosas. Eso es lo que aún no había hecho. Al igual que la lista de verificación que las aerolíneas revisan con regularidad como parte del mantenimiento de sus aviones, necesitamos revisar periódicamente nuestro pensamiento para asegurarnos de “comprender la realidad y el orden del ser en su Ciencia” (Ciencia y Salud, pág. 275). Para estar en orden, debemos poner a Dios en primer lugar: reconocer Su omnipotencia, bondad y perfección.

Para mí, esta lista de verificación mental incluye hacerme regularmente las siguientes preguntas:

¿Veo que Dios es la causa y creador únicos y que yo soy Su expresión o idea buena y perfecta?

¿Identifico correctamente que Dios guía mi día y mi vida? ¿ Trato de escuchar Su dirección? ¿O le digo a Dios a dónde quiero ir y le pido que me ayude a llegar allí?

Al identificarme como idea de Dios, ¿me veo a mí misma como capaz de demostrar lo que Dios hace que yo sea? ¿O me veo a mí misma como un ser humano imperfecto, que necesita —o a quien se le pide— convertirse en algo mejor?  

Al hacerme estas preguntas para asegurarme de que estoy siguiendo el ejemplo de Dios en lugar de pedirle que Él siga el mío, me siento más agradecida y satisfecha con los logros que se manifiestan en mi vida. Y ya no espero que estos sucesos o logros me traigan plenitud. La satisfacción y la paz se están demostrando naturalmente como un aspecto de lo que ya soy, independientemente de lo que esté sucediendo o no en mi vida. También estoy descubriendo que mis esfuerzos van acompañados de menos temor, fricción y frustración, y están, en cambio, asociados con un mayor sentido de confianza y armonía.

Una de las cosas más importantes que hacen estas preguntas es mantenerme alerta a las sutiles justificaciones que podrían desviarme del rumbo y hacerme quebrantar el Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3). A través de mi estudio de la Ciencia Cristiana, me he dado cuenta de que cada vez que intento crear excelencia o bondad partiendo de mí misma como creadora (incluso de mi propio progreso y desarrollo), pongo a la persona, o al ego, en el lugar de Dios.

Esto realmente no se puede hacer. Dios ya ha creado todo perfectamente, incluida nuestra individualidad como Su imagen y semejanza. La Ciencia Cristiana nos ayuda a descubrir quiénes ya somos ahora. 

Junto con el Primer Mandamiento, hay otras herramientas útiles que ayudan a mantener la cabina de vuelo libre de las creencias corrosivas de una existencia impulsada por la personalidad. Una de ellas es una declaración del Génesis: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (1:31). No hecho por mí, sino por Él. Qué sensación de alivio da saber que mi trabajo es ver Su obra, no luchar para pintar un nuevo retrato de mí misma.

Otra herramienta que mantengo a la mano es esta declaración: “El fundamento de la discordia mortal es un sentido falso del origen del hombre. Empezar bien es terminar bien” (Ciencia y Salud, pág. 262). Ahora comprendo que para presenciar el desarrollo de nuestra bondad ya existente —nuestra “suficiencia”— no podemos avanzar a lo largo de la pista de la vida con la suposición de que por ahora estamos incompletos, a mitad de camino de la producción, en nuestro camino hacia la perfección.

Otra guía que proporciona la Ciencia Cristiana, que me ayuda a orientar mi camino, es la siguiente: “Aceptemos la Ciencia, renunciemos a todas las teorías basadas en el testimonio de los sentidos, abandonemos los modelos imperfectos y los ideales ilusorios; y tengamos así un único Dios, una única Mente, y ese único perfecto, produ­ciendo Sus propios modelos de excelencia” (Ciencia y Salud, pág. 249). Aquí mismo somos dirigidos a los “modelos de excelencia” que la Mente divina ya ha producido y  originado.  

Otra guía sigue a esta: “Sintamos la energía divina del Espíritu, que nos lleva a renovación de vida y no reconoce ningún poder mortal ni material capaz de destruir cosa alguna. Regocijémonos de que estamos sometidos a las divinas ‘autoridades... que hay’. Tal es la Ciencia verdadera del ser” (pág. 249). 

Cuán bellamente la Sra. Eddy comienza estas declaraciones con las palabras sintamos, regocijémonos, y cuán poderosamente estas palabras describen la facilidad de alejarse de un falso sentido de la voluntad humana y volverse hacia las cualidades de nuestra verdadera identidad, cualidades como confianza, obediencia y amor. Es natural y normal que “dejemos” —nos relajemos y confiemos— que se manifiesten la totalidad, la bondad y la grandeza de Dios. Es igualmente natural que el desarrollo de nuestras vidas sea alegre e inspirador, en lugar de decepcionante o lento.  

Esforzarme por permitir que se haga la voluntad de Dios en lugar de tratar de forjar mi propio camino, no significa que nunca lo pierda. Pero cuando esto sucede, la Ciencia Cristiana me da el mapa que me lleva a casa; a Dios y a los brazos extendidos del Amor y a Su visión correcta de mí como íntegra y completa, segura, esencial, buena y eterna.

Lo que pasa con estas herramientas de navegación es que tenemos que usarlas. Cuando lo hacemos, podemos sentirnos seguros del rumbo en el que vamos, y confiar en que somos guiados correctamente. Poner a Dios en primer lugar nos permite descubrir la vida de excelencia que Dios ya nos ha dado a cada uno de nosotros. Y el trabajo que hacemos individualmente para demostrar esta excelencia nos bendice a todos colectivamente.

Cielos (y vidas) más claros —que brillan con la gloria divina— son el resultado natural del trabajo que todos estamos haciendo en nuestro descubrimiento de Dios como nuestra causa, y de nosotros como Su efecto. Celebremos la gloriosa naturaleza espiritual que todos poseemos como Sus ideas hermosas, armoniosas y consumadas.

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