Una noche, mientras acampábamos en la frontera norte del Gran Cañón, mi madre y yo nos vimos atrapadas en una feroz tormenta eléctrica. La intensidad no se parecía a nada que hubiéramos experimentado, y teníamos miedo de que los árboles cayeran sobre la carpa o de que el viento la derribara con nosotros dentro. Debido a nuestra gran elevación, parecía que estábamos en el corazón de la tormenta y no había ningún lugar al que pudiéramos ir. Aunque nos sentíamos atrapadas y asustadas, nos dimos cuenta de que todavía había algo que podíamos hacer: orar.
En otras situaciones, cuando he sentido un miedo paralizante y he recurrido a Dios en busca de ayuda, siempre me he liberado del temor. He aprendido que Dios, que es el Amor, está allí mismo con nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es volvernos hacia esta verdad y abrazarla y dejar que ahuyente las oscuras tormentas del miedo. Esto ciertamente fue un desafío esa noche, pero ambas nos volvimos diligentemente a Dios y oramos.
Me vinieron a la mente estas palabras de la Biblia acerca de Dios: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera” (Isaías 26:3). Me pregunté: ¿Qué es la paz perfecta? ¿Cómo puedo sentirla en medio de esta tormenta? ¿Qué significa tener una mente fija en Dios?