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“COMO LAS AVES QUE VUELAN”

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 14 de noviembre de 2013

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Septiembre de 1952.


Como las aves que vuelan, así amparará el Señor de los ejércitos a Jerusalén, amparando, librando, preservando y salvando”. Esta inspiradora descripción de la verdadera defensa, que ofrece el capítulo treinta y uno de Isaías, ilustra la forma en que la Verdad defiende la ciudadela de cada consciencia individual (véase 31:5). Mediante la Ciencia Cristiana se revela un reino espiritual de ideas donde el pensamiento se eleva gozoso, intrépido y libre, expresando o reflejando el dominio, el poder y la presencia del Amor divino, o Principio. Mary Baker Eddy escribe en el libro de texto, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, bajo el título marginal “Aspiraciones que se remontan”: “Las aves, que vuelan sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos, corresponden a las aspiraciones que se remontan más allá y por encima de la corporalidad hacia la comprensión del Principio divino e incorpóreo, el Amor” (págs. 511-512). Estas aspiraciones elevadas que vuelan en “la abierta expansión de los cielos”, en “la comprensión del Principio divino e incorpóreo, el Amor”, son verdaderamente nuestra defensa, porque están conscientes únicamente de la perfección y presencia, la armonía y alegría, del ser divino.

La defensa no consiste meramente en resistir el error, sino en detectar y atacar —teniendo en la consciencia la totalidad del bien— todo reclamo de que pueda haber alguna existencia, poder o presencia aparte de la Verdad. La verdadera defensa es un estado activo de pensamiento que utiliza y expresa las ideas de la Mente probando la totalidad y la presencia eterna del Principio divino, Dios, y la consecuente nada de todas las creencias amorales. Tratar de detectar y destruir el error quedándose en el mismo nivel que cree en su realidad, y meramente negar esta creencia, no probará la omnipotencia y la omnipresencia de Dios. Todo rechazo válido del mal está basado en la comprensión de la perfección de Dios y del hombre como semejanza de Dios. Intentar liberarse de los pensamientos erróneos tratando de suprimirlos o evadirlos, mientras se sigue creyendo en la realidad del mal y en sus desastrosos resultados, tal vez parezca traer una liberación temporal, pero deja un vacío en la consciencia humana que invita a que más errores vengan a alojarse en ella.

Jesús describió este estado de pensamiento en la parábola del espíritu inmundo que dejó a un hombre y fue a lugares desérticos, pero le resultó imposible encontrar un lugar donde reposar. Entonces regresó a su casa anterior y encontró vacía la consciencia del hombre, “barrida y adornada”. Entonces el espíritu inmundo buscó otros siete espíritus o creencias malvadas peores que él, y las trajo a morar allí, de manera que el estado postrero del hombre fue peor que el primero (véase Lucas 11:24-26). Esta no es la defensa que desaloja y destruye el error a través del conocimiento de la omnipresencia de la Verdad y sus ideas. La verdadera defensa la experimenta aquella consciencia que está llena de la comprensión de la naturaleza del Principio, la Verdad y el Amor, por siempre presente, por siempre activa. La defensa de la Verdad yace en el conocimiento de su naturaleza auto-existente, indestructible y eterna, porque la Verdad es la realidad eterna de todo ser.

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