“Como las aves que vuelan, así amparará el Señor de los ejércitos a Jerusalén, amparando, librando, preservando y salvando”. Esta inspiradora descripción de la verdadera defensa, que ofrece el capítulo treinta y uno de Isaías, ilustra la forma en que la Verdad defiende la ciudadela de cada consciencia individual (véase 31:5). Mediante la Ciencia Cristiana se revela un reino espiritual de ideas donde el pensamiento se eleva gozoso, intrépido y libre, expresando o reflejando el dominio, el poder y la presencia del Amor divino, o Principio. Mary Baker Eddy escribe en el libro de texto, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, bajo el título marginal “Aspiraciones que se remontan”: “Las aves, que vuelan sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos, corresponden a las aspiraciones que se remontan más allá y por encima de la corporalidad hacia la comprensión del Principio divino e incorpóreo, el Amor” (págs. 511-512). Estas aspiraciones elevadas que vuelan en “la abierta expansión de los cielos”, en “la comprensión del Principio divino e incorpóreo, el Amor”, son verdaderamente nuestra defensa, porque están conscientes únicamente de la perfección y presencia, la armonía y alegría, del ser divino.
La defensa no consiste meramente en resistir el error, sino en detectar y atacar —teniendo en la consciencia la totalidad del bien— todo reclamo de que pueda haber alguna existencia, poder o presencia aparte de la Verdad. La verdadera defensa es un estado activo de pensamiento que utiliza y expresa las ideas de la Mente probando la totalidad y la presencia eterna del Principio divino, Dios, y la consecuente nada de todas las creencias amorales. Tratar de detectar y destruir el error quedándose en el mismo nivel que cree en su realidad, y meramente negar esta creencia, no probará la omnipotencia y la omnipresencia de Dios. Todo rechazo válido del mal está basado en la comprensión de la perfección de Dios y del hombre como semejanza de Dios. Intentar liberarse de los pensamientos erróneos tratando de suprimirlos o evadirlos, mientras se sigue creyendo en la realidad del mal y en sus desastrosos resultados, tal vez parezca traer una liberación temporal, pero deja un vacío en la consciencia humana que invita a que más errores vengan a alojarse en ella.
Jesús describió este estado de pensamiento en la parábola del espíritu inmundo que dejó a un hombre y fue a lugares desérticos, pero le resultó imposible encontrar un lugar donde reposar. Entonces regresó a su casa anterior y encontró vacía la consciencia del hombre, “barrida y adornada”. Entonces el espíritu inmundo buscó otros siete espíritus o creencias malvadas peores que él, y las trajo a morar allí, de manera que el estado postrero del hombre fue peor que el primero (véase Lucas 11:24-26). Esta no es la defensa que desaloja y destruye el error a través del conocimiento de la omnipresencia de la Verdad y sus ideas. La verdadera defensa la experimenta aquella consciencia que está llena de la comprensión de la naturaleza del Principio, la Verdad y el Amor, por siempre presente, por siempre activa. La defensa de la Verdad yace en el conocimiento de su naturaleza auto-existente, indestructible y eterna, porque la Verdad es la realidad eterna de todo ser.
Si una persona estuviera en un campo de prisioneros, se encontrara bajo el dominio de una nación enemiga, o fuera esclava de la enfermedad, el temor o la escasez, hallaría que su defensa contra estas condiciones se encuentra en las aspiraciones que se remontan “más allá y por encima de la corporalidad hacia la comprensión del Principio divino e incorpóreo, el Amor”. La verdadera defensa consiste en reconocer la presencia del Amor donde parece haber odio; contemplar la omnipotencia del bien donde las fuerzas del mal y la enfermedad afirman dominar; declarar el gobierno del Principio con su justicia, integridad y amor, donde la injusticia, la tiranía y la crueldad parecen ir en aumento; en otras palabras, pensar la verdad positiva cuando las sugestiones erróneas parecen prevalecer.
La Sra. Eddy usa los verbos defender, proteger y custodiar con una clara comprensión de su significado. En su Manual de la Iglesia se encuentra el siguiente Estatuto: “Será deber de todo miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva, y no dejarse inducir a olvido o negligencia en cuanto a su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad” (Art. VIII, Sec. 6). En este Estatuto es claro que no necesitamos defendernos contra personas, lugares, condiciones o naciones, sino contra las sugestiones, las cuales no tienen verdad, valor o sustancia. Estas sugestiones son tan agresivas que incluso afirman ser nuestro propio pensamiento, ambiente, condiciones, relaciones, nuestro hogar, nuestro negocio y nuestra iglesia. La verdadera defensa consiste en reconocer que esos estados discordantes son sugestiones agresivas, y jamás son personas, lugares o cosas, o nuestros propios pensamientos, y reconocer que la presencia de los pensamientos e ideas del Principio divino, el Amor, son la verdad y única condición del ser.
Un diccionario hace una clara distinción entre los verbos defender, proteger y custodiar, con la siguiente ilustración: “Los que residen en un fuerte son defendidos por sus armas, protegidos por sus muros y custodiados por sus centinelas”. Una pistola es activa. Dispara su carga, atacando aquello que se opone a la preservación del fuerte. En círculos militares es axiomático que el ataque es con frecuencia la mejor defensa. Nuestra Guía confirma esto en su libro Retrospección e Introspección, donde afirma: “Atacamos la creencia del pecador en el placer del pecado, alias la realidad del pecado, la que lo hace un pecador, a fin de destruir esta creencia y salvarlo del pecado; y atacamos la creencia de los enfermos en la realidad de la enfermedad, para sanarlos” (pág. 63). Entonces nuestra defensa consiste en atacar el error enviando, expresando o reflejando la verdad de Dios y el hombre, la totalidad, omnipotencia y omnipresencia de Dios, lo cual elimina totalmente la pretensión de la existencia, presencia o poder del error.
Continuando con la comparación que hacíamos con las armas que atacan y destruyen, nosotros como Científicos Cristianos necesitamos atacar y destruir al enemigo, el cual nunca es una persona, sino siempre la sugestión mesmerica del derrotismo, el temor, el desaliento, el odio, la injusticia, la envidia o la venganza, sabiendo que la Verdad y el Amor son la única realidad, incluso donde el error afirma tener lugar y poder. Si se nos presenta la sugestión mental agresiva de que nos odian, necesitamos defendernos sabiendo la verdad de que en realidad no existe el odio y que, por ser ideas de Dios, somos amados, pues el Amor divino está presente en todas partes y es expresado por toda su creación. De esta manera, el hombre es eternamente el que recibe y expresa Amor y siente su seguridad, consuelo, inspiración, luz y alegría.
La Sra. Eddy no usa en ninguna de sus obras publicadas la expresión “trabajo de protección”, no obstante, ella nos insta a defendernos a nosotros mismos, a nuestra iglesia y a nuestra Causa. Pensar en protección por lo general implica que existe algún mal del cual uno necesita protegerse, mientras que la idea de defenderse implica la activa expresión de excelencia, nobleza, pureza, verdad o bondad, la cual por su naturaleza misma repele y destruye todo lo que se opone a ella. En la Ciencia nuestra defensa yace en demostrar el hecho de que la Verdad y el Amor divinos son omnipotentes, omnipresentes y omniactivos, y que, por lo tanto, el error, o mal no tienen ningún poder, existencia o acción. Nuestra protección consiste en permanecer bajo la sombra, o en la activa reflexión, del Amor divino. Custodiamos la ciudadela de nuestra consciencia cumpliendo nuestro deber como centinela, el cual analiza cada pensamiento que se presenta, pregunta su nombre o naturaleza y no le permite la entrada a menos que sepa que es bueno, inteligente, puro y recto.
Dos veces al año los Científicos Cristianos estudian en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana una Lección Sermón titulada “Denuncia de la nigromancia antigua y moderna, alias mesmerismo e hipnotismo”. Uno de los significados de la palabra denunciar es: “Proclamar, o anunciar, la terminación de (un tratado, armisticio, o cosas por el estilo)”. No puede haber tratados entre la Verdad y el error; la guerra no cesa, hasta que se pruebe que la Verdad es victoriosa. No puede haber tratados entre los ejércitos de las ideas de Dios y las hordas de las sugestiones mentales agresivas que tratarían de embaucar, engañar, esclavizar, mediante medios y métodos materialistas. Esta Lección Sermón deja bien claro el hecho de que no son personas, naciones, lugares o condiciones las que debemos denunciar, sino el mesmerismo o hipnotismo que nos haría temer, odiar, envidiar o destruir personas, naciones, lugares o cosas. Para defenderse contra la influencia mesmérica que una serpiente parece tener sobre ella, el ave tiene que volar alto dentro de su propia atmósfera etérea, donde la serpiente no puede seguirla. Si el ave baja al nivel terrenal de la serpiente, sus acciones serán el resultado del temor mesmérico, no de la inteligencia.
El sexto capítulo de Segunda de Reyes describe la manera en que el profeta Eliseo manejó la sugestión mesmérica de la guerra que el rey de Siria estaba tratando de librar contra el rey de Israel. Mediante su discernimiento espiritual Eliseo percibió los planes del rey de Siria y avisó al rey de Israel, de manera que los sirios nunca pudieron concretar sus planes. El rey de Siria descubrió que era Eliseo quien le estaba proporcionando esta defensa a Israel, así que envió “gente de a caballo, y carros, y un gran ejército” para rodear la ciudad de Dotán, donde vivía Eliseo. Cuando el sirviente de Eliseo se levantó por la mañana y vio las huestes sirias rodeándolos a él y a su señor, fue mesmerizado por el miedo.
Sin embargo, Eliseo no dispersó al ejército que lo rodeaba, sino que oró para que los ojos de su sirviente fueran abiertos y viera la enaltecida verdad que él, el profeta, estaba percibiendo, es decir, que estaba rodeado por las huestes de las ideas de Dios, o los ángeles del Amor. Luego probó que el ejército de Siria, controlado por las sugestiones mesméricas, no podía verlo para llevarlo cautivo; en cambio, él tomó preso este cautiverio de la fuerza o el poder materialista, guiando a los sirios al campamento de los israelitas. Cuando el rey de Israel le preguntó al profeta si debía matarlos, Eliseo le dijo que en vez de eso los alimentara y les permitiera regresar a donde estaba su señor.
Este es un claro ejemplo de que el enemigo es el magnetismo animal agresivo, o mesmerismo, y no las personas. Eliseo no culpó a las personas que eran instrumentos del magnetismo animal, como tampoco trató de hacer un trato o concertar una tregua con el error. Él probó que el poder de Dios, la Mente, y Sus ideas eran victoriosos sobre los argumentos de los sentidos materiales y sus sugestiones mesméricas. Como resultado, “nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel”. La manera científica con que Eliseo manejó las pretensiones del error hizo que fuera imposible que ellos regresaran jamás.
Es la luz de la inteligencia y el amor lo que nos permite ver claramente las pretensiones del error y su nada. Por tanto, necesitamos elevarnos al reino del conocimiento espiritual iluminado para poder detectar y destruir el error en todas sus formas. Un joven aviador naval en una ocasión le contó a un amigo cuán difícil le resultaba obedecer las instrucciones de volar alto para poder ver la profundidad del océano. De hecho, estaba tan convencido de que eso era una equivocación que trató de volar bajo sobre el agua, pero descubrió que a un nivel bajo estaba mucho más consciente de su densidad que a una altitud mayor, puesto que desde esta última podía discernir cómo penetraba la luz en el agua.
Quienes han volado en avión se han dado cuenta de que su visión es mucho más amplia a grandes altitudes, que cuando el avión se mueve cerca de la superficie de la tierra. Cuando el Científico Cristiano necesita defender su pensamiento contra las sugestiones mentales agresivas de temor, envidia, odio, pecado, enfermedad y muerte, se eleva, mediante la inspiración y la revelación, al reino de la comprensión espiritual, desde el cual puede ver la profundidad que tiene el mar de la sugestión errónea, detectando sus intenciones y su absoluta nada y falta de poder. Jamás ha habido error o sugestión errónea alguna en el reino de la Verdad y el Amor divinos, donde el hombre vive y el pensamiento se eleva hacia arriba, hacia delante, hacia Dios.
Las sugestiones de discordancia, conflicto, pecado, enfermedad y muerte desaparecen como la bruma ante el sol cuando el pensamiento se eleva al tomar consciencia de que la habilidad y el poder de Dios preservan a Sus hijos, y al percibir que el hombre refleja el Yo soy auto-existente. De esta manera la Ciencia Cristiana nos revela la naturaleza inviolable, inmutable y eternamente perfecta del hombre, quien glorifica al Alma al expresar su belleza e inspiración, que vive por siempre la Vida divina, que es la afectuosa expresión del Amor divino, y que magnifica a Dios como el Todo.
“¡Oh goce! que doquier estás, en penas, odios y dolor, poniendo en mi alma la canción que rasga el velo gris del mal: Amado soy de Amor”.
(Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 232)