La semana antes de Navidad, mi vecina entró por la puerta de atrás de mi casa y me encontró horneando galletas propias de la época, y cantando: “Hoy cantemos a la Pascua” (Frances Thompson Hill, Himnario de la Ciencia Cristiana, Nº 171). Ella se rió y me dijo que yo tenía confundidas mis celebraciones.
Pero, ¿fue así? ¿El nacimiento de Jesús (Navidad) y su resurrección (Pascua) no están acaso intrínsecamente relacionados? Si Cristo Jesús no hubiera venido, no podría haber resucitado, probando para toda la humanidad que Dios es la Vida del hombre, y que el Amor es el vencedor del odio. Y si él no hubiera cumplido con la misión que Dios le había encomendado, nosotros no estaríamos celebrando su nacimiento.
A mí me parece que todo aquel que analice detenidamente estos dos sucesos trascendentales, percibirá la relación innegable que existe entre ellos. Reflexionar más profundamente acerca de esa relación con el Cristo haría que la Navidad fuera incluso más significativa que nunca, es decir, sentiríamos al Cristo más activo e importante en nuestra vida. Ciertamente lo ha sido para mí. También me brinda una paz interior y un amor por la humanidad que toda la actividad y el comercialismo de la Navidad no pueden quitarme.
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